MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

54.3 % la PEA depende de la informalidad

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¿Cuántas veces habremos escuchado a lo largo de nuestra vida la expresión –acuñada por el gran filósofo y economista Karl Marx en el siglo XIX– “El trabajo dignifica al hombre”? Seguramente, en incontables ocasiones. Y Marx tenía razón.

El trabajo no sólo es un medio para que los seres humanos generen los recursos necesarios para adquirir los satisfactores de vida y, por qué no, hasta recrearse, sino que el trabajo también es un medio para que el hombre no sólo se dignifique, como dijo Marx, por el hecho de sentirse útil, sino que el trabajo es una herramienta que sirve para la maduración de las capacidades humanas, que, al ejercitar una rutina, va creando hombres más competentes para realizar determinada labor, como parte integrante del círculo productivo de la sociedad.

En los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Puebla e Hidalgo, la informalidad laboral supera el 70 % de la PEA. 

Sin embargo, en este mundo en el que impera el sistema capitalista, el trabajo es una obligación, pues nada es regalado, aunado a que muchos trabajos en realidad son actividades repetitivas y monótonas. En este mundo en el que todo es mercancía, no se deja lugar más que a trabajar por obligación y necesidad.

Nadie va a regalar nada al hombre que no es dueño de los medios de producción, sino que posee sólo su fuerza de trabajo, y ésta la tiene que poner al servicio de las grandes empresas para ser contratado y poner todo su esfuerzo a cambio de un salario mísero que sólo le sirva para volver a su casa a recuperar sus fuerzas y regresar al día siguiente para continuar con sus labores en un círculo repetitivo.

En México, millones de personas integrantes de la Población Económicamente Activa (PEA), o sea, que están en edad de trabajar, no cuentan con un empleo formal, debido a que este, siendo uno de los problemas más sentidos del país, no ha querido ser mínimamente resuelto por las autoridades de gobierno, haciendo el caldo gordo a las empresas para que exista el ejército humano de reserva y así puedan seguir pagando salarios de hambre a sus trabajadores, pues estos viven bajo la amenaza continua de ser despedidos si es que se oponen a tal trato.

Al no encontrar trabajo y siendo ésta una actividad de vida o muerte, porque si no trabajas no comes, millones de mexicanos tienen que recurrir al empleo informal, o sea, unos 32.1 millones de mexicanos dependen de este tipo de actividad, cantidad que representa el 54.3 % de la PEA, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi.

En los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Puebla e Hidalgo, la informalidad laboral supera el 70 % de la PEA.

En la capital del país, leyó usted bien, en la capital del país, “la ciudad de la esperanza, innovadora y de derechos”, más de 2 millones de personas trabajan en el comercio informal en la vía pública o empresas no reconocidas, donde perciben miserables salarios y no cuentan con derechos laborales ni prestaciones de ley, profundizando las desigualdades.

Podemos ver a esta población en las calles o en el transporte público, vendiendo lo que se le ocurra: dulces, botanas, boleando zapatos, con trajes de superhéroes, recogiendo basura, cantando, un sinfín de actividades a las que recurren para poder sobrevivir.

Por eso, millones de familias viven tronándose los dedos para poder comer al día siguiente, para darles de comer a sus hijos, para mandarlos a la escuela, para vestirlos y no digamos para curarlos, pues lamentablemente seguimos viendo cómo la población continúa muriendo de enfermedades perfectamente curables, pero que al no recibir atención médica ni medicinas, su salud se va deteriorando y terminando con sus días en este mundo.

Las autoridades gobernantes, cuando andan en campaña, sus políticos prometen hasta las perlas de la virgen y soluciones a todos los problemas del país, que una vez que se sientan en la silla sufren de una profunda amnesia y se olvidan descaradamente de éstas, haciendo a un lado hasta a los ciudadanos que les dieron su voto de confianza y los colocaron en determinado puesto de poder para que sigan viviendo del erario público, como hay decenas de ejemplos de políticos que así van pasando sus vidas, dándose lujos con los recursos públicos que deberían de servir para mejorar la vida de los más necesitados en nuestra patria.

Pero estos son los verdaderos resultados que los mexicanos conscientes debemos valorar y evaluar. Estos son los que, al final de cuentas, nos dan el pulso de lo que ocurre en el país, del desastre que se está propiciando, donde los mexicanos ni siquiera pueden aspirar a contar con un empleo que les brinde capacidad para vivir con lo humanamente necesario, ya no hablemos de lujos, sino de lo mínimo.

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