Han pasado ya cuatro años desde que Berenice del Rosario Bonilla López nos fue arrebatada. El golpe de su pérdida sacudió al antorchismo nacional y, hasta hoy día, no existe en el país un altar sin veladoras que alumbre su fotografía.
Fue un siete de octubre, horas después del fatídico accidente cuando se anunciaba su pérdida y, al hacerlo, una inspiración de asombro al unísono llenó completamente aquel salón que tantas veces la vió bailar. Unos con las manos en la cabeza, otros con el llanto anticipado por la noticia y unos más que, con un llanto incontrolable, los regresaba a la fragilidad infantil y a los sollozos que entrecortaba la respiración.
Sí, fue un golpe abrupto, un golpe que llenó de oscuridad el corazón de todos aquellos quienes comparten junto con Bere la nobleza de un alma a favor de los demás. Pero el dolor de su pérdida solamente era equiparable al inmenso amor que emanaba, a la alegría sempiterna de su rostro y la grandeza que su ejemplo demostraba. Nuestra Bere, indudablemente dejó la vida únicamente para ser leyenda, pocos hombres ganan así la inmortalidad y ella, fue de esa clase.
Yo la conocí. Y fue su humildad, su inocencia y su carisma lo que nos hizo tan cercanos y nos vínculo en un lazo familiar más grande que el de la sangre. Bere se unió a la FNERRR en Puebla y más tarde, su camino se cruzó al del Movimiento Antorchista en dónde destacó no únicamente por sus conocimientos científicos y artísticos, sino por el gran ser humano que fue.
En Sinaloa, estado en donde vivió sus últimos días, hay un grupo de niñas a quienes acercó al arte. Ellas aún lloran su muerte, todos le lloramos aún.
El Movimiento Antorchista se ha encargado, desde su origen, de educar al pueblo pobre de México y el arte ha demostrado, sin duda, que un arma indispensable en esta tarea, pues no solo sensibiliza al hombre, sino que, al mismo tiempo, lo lleva a tener un pensamiento elevado, distinto, más objetivo y en consecuencia el portador de estas cualidades se convierte en un hombre comprometido que acerca la tarea del conocimiento a todo aquel que cerca tiene.
El planteamiento de la organización en torno al arte sintetiza también la visión de hombres que se necesita para poder cambiar a este país. Esos, los hombres que, desinteresadamente otorgan su intelecto, su fuerza, su juventud y sus fuerzas a los demás para juntos cambiar su situación de vida y estos dos elementos de la mano, sintetizan la vida de Bere.
Sin duda ahí, en la cuna de hombres humildes como Manuel Hernández Pasión, como Francisco Luna Gobierno, Bere se contagió del ejemplo de esos hombres tan grandes y llenos de humildad, y sin duda llegó a la altura de ellos también.
Hoy, a nivel nacional, la pérdida de Bere se ha convertido en un estandarte de lucha, en un ícono de la marcha que llevará triunfante al pueblo pobre de México y que nos acercará pronto a un nuevo día, porque ella merece ver el despertar del pueblo pobre de México.
Hoy, escuelas, colonias, casas del estudiante, edificios, círculos de estudio, escuelas y salones llevan su nombre como sagrado escudo contra las desviaciones que el camino pueda presentar.
Bere, querida Bere, inmarcesible Bere, tu sonrisa se ha quedado plasmada en todo aquél que pude verte una sola vez, si quiera; y tú pérdida aún oprime el pecho de los que somos eternamente tuyos, pero tu ejemplo es el alba luminosa que alumbra el camino de tus semejantes y que nos sigue conduciendo a dónde nos enseñaste que debíamos llegar, al Canaan del proletariado. Tu nombre sigue haciendo eco en el viento y en los oídos prestos del pueblo a la nueva clarinada que anuncie el futuro venturoso.
Berenice Bonilla López. Presente, presente, presente
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