Los medios de información dicen que el presidente López Obrador estará este próximo sábado, otra vez, en tierras colimenses. Quienes cubrieron la nota de la última vez que el mandatario estuvo por aquí, el día 25 de febrero pasado, dicen que anunció que vendría cada tres meses a la entidad “para atender el grave problema de la inseguridad” que padecemos. Pero no cumplió. Seguramente el señor cree que la atención de nuestro “grave problema de inseguridad” puede esperar. Para esta nueva visita presidencial, habrán pasado ya cinco largos meses de calvario y muerte en el más pequeño de los estados del país.
El día de hoy, leí en un medio local que la gobernadora Indira Vizcaíno aseguró que las visitas del presidente siempre han dejado beneficios a Colima y a los colimenses, “por lo que ahora que vendrá no duda que así será” (El Noticiero, 5 de agosto).
En relación a esto, sinceramente yo no creo que haya alguien que dude de lo benéfico que puedan resultar las visitas presidenciales a Colima. El verdadero problema consiste aquí, en saber bien a bien, en concreto, a quienes beneficia más directamente cada visita que nos hace el señor presidente. Y sobre todo en saber, en qué medida tangible, real y concreta, resulta verdaderamente beneficiado el pueblo colimense con esto, como no sea con discursos y promesas.
En un portal digital que se atribuye al presidente dado que lleva su nombre, se informa todo lo relativo a las giras presidenciales que López Obrador ha realizado en Colima. En un pequeño extracto del discurso de su conferencia mañanera de ese 25 de febrero que referimos, dice así: “estamos de nuevo en Colima, en visita para apoyar, respaldar, al gobierno de Colima y desde luego garantizar la seguridad de la población por actos de violencia de la llamada delincuencia organizada (…)”.
Por lo que diré a continuación, los colimenses de buena fe veremos que, conforme a la promesa de “apoyar y respaldar al gobierno” de Indira Vizcaíno, el presidente cumplió, y cumplió con creces. Pero, en eso de “garantizar la seguridad de la población por actos de violencia”, no sólo no cumplió, literalmente nos abandonó. Y las consecuencias ya las miramos. Ante la inseguridad, los colimenses estamos solos.
Y, ¿en qué medida el presidente apoyó y respaldó al gobierno de Indira Vizcaíno, tal como prometiera en su visita pasada? Con el acostumbrado riesgo del equívoco involuntario, yo digo que esto lo podemos entender bien, si enlazamos los dos últimos y recientes acontecimientos más connotados promovidos por Morena en el Estado: el primero fue la visita en campaña adelantada, de la jefa del gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; y el segundo, el proceso electoral del sábado 30 de julio pasado, para elegir los consejeros y consejeras estatales y nacionales de Morena.
Del primer suceso, no hay duda; López Obrador le entregó a la gobernadora la representación oficial estatal de la candidata Sheinbaum, rumbo a la presidencia de la república. Recordemos que no sólo es la candidata favorita del presidente, sino que, además, es la que tiene mayores posibilidades de triunfo. Aquí, no sólo llamó la atención el recibimiento dispendioso ofrecido a la candidata por parte de la gobernadora Indira, sin que, además, no obstante que la visita finalizó con una comilona en la ciudad porteña de Manzanillo, ni siquiera enteraron de su ágape y presencia allí, a la presidenta municipal Griselda Martínez, rival política de Indira dentro de Morena, quien juró herida, un próximo pataleo mortal junto con sus huestes porteñas.
Del segundo suceso, es decir, de la elección de los consejeros morenistas, tampoco hay duda; el presidente le entregó a la gobernadora Indira el control casi absoluto de Morena. Se sabe ya, que el próximo 6 de agosto se llevará a cabo la Asamblea estatal para la renovación de la dirigencia local de ese partido; y de los 20 consejero electos el sábado pasado que participarán en esa renovación partidaria, dicen los que saben, que sólo tres: Griselda Martínez y dos colaboradores suyos, harán contrapeso al poder casi absoluto que ahora ejercerá la gobernadora en el partido. “Toma Indira control del Consejo de Morena”, “En la lista de los electos se encuentran funcionario del Gabinete, diputados y cercanos [a la gobernadora]” (Diario de Colima, 2 de agosto). ¿Cabe ahora alguna duda de cómo fue, que el presidente cumplió fielmente su promesa a la gobernadora?
Pero muy diferente le fue al pueblo colimense con la promesa presidencial pasada. A cinco meses de que el presidente prometiera garantizar “la seguridad de la población por actos de violencia”, la capital colimense se convirtió en una de las diez ciudades más inseguras de todo el país. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que elabora el INEGI, correspondiente al segundo trimestre de 2022; el 87.5% de la población, es decir, 9 de cada 10 habitantes que viven en la capital, se siente inseguros (Periódico Hechos, 21 de julio).
Pero, además, de las 523 víctimas de homicidio doloso que se han contabilizado en lo que va del año, cantidad que ya casi supera a todas las muertes de este tipo ocurridas en todo el 2021; 473 asesinatos se dieron precisamente después de que López Obrador prometiera “garantizar la seguridad”. Según reporte de Gustavo Joya Cervera, vocero de la Mesa de Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz y la Seguridad, 68 asesinatos ocurrieron en febrero, 98 en marzo, 83 en abril, 97 en mayo, 72 en junio; y, al corte del día 28 de julio, ya se tenían contabilizado otros 55, y contando.
Además, en nota del medio digital Tridente Informativo del día 29 de julio pasado, se informó que, en los primeros siete meses del 2022, en la entidad se han denunciado ante las autoridades un total de 433 personas desaparecidas. Pero la apatía e ineficiencia de los encargados de la seguridad en el Estado, ya colmó la paciencia de los ciudadanos. En cuatro ocasiones, familiares de personas desaparecidas han bloqueado la totalidad del libramiento Ejército Mexicano frente a la fiscalía general del Estado (FGE) en demanda de atención. El caos vial ha sido impresionante. Pero ya no hay de otra. He aquí las consecuencias del abandono presidencial que sufrimos ante la inseguridad. Y aquí tenemos ya lo que realmente significan las visitas del presidente: para sus gobiernos, todo; para el pueblo, nada. Aprendamos la lección.
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