Casi tres décadas después de acuñar la frase con la que se describió una época de autoritarismo y violación de derechos humanos que vivió nuestro país, a decir, una “dictadura perfecta”, el escritor peruano Mario Vargas Llosa autor de varios libros como “La verdad de las mentiras” o “La ciudad de los perros”, dijo, en noviembre del año pasado, que teme que el país pueda volver a esa etapa con el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
“Mucho me temo que este gobierno está retrocediendo un poco a México. El país comenzaba a salir de esa dictadura perfecta, felizmente no era tan perfecta, era bastante imperfecta, pero me temo muchísimo que el populismo que parece realmente la ideología del actual presidente de México nos conduzca otra vez a la dictadura perfecta o imperfecta, pero dictadura al fin y al cabo”, expuso durante una conferencia magistral en la capital del país.
Y en efecto, el novelista no exagera al temer que nuestra nación no sólo retroceda décadas en la forma de aplicar la política para los mexicanos, sino que también, he de agregar, me temo que nuestro retroceso sea más complicado de revertirse, ya que no solo se juega con la forma de vida de los mexicanos, sino con la forma de pensar, de discernir entre la verdad y la mentira, lo correcto y lo incorrecto, los amigos del pueblo y los enemigos del pueblo.
Esto, amables lectores, es más complicado de revertir y es un colosal obstáculo para que se pueda llevar a cabo el cambio que México tanto ha necesitado.
Diversas son las decisiones que el Gobierno y el Congreso de México han tomado para mal de los mexicanos, muchos los expedientes secretos filtrados y por demás cuantiosos hechos que, a simple vista, indican que estamos ante lo que puede ser el comienzo de una nueva "dictadura perfecta", que en esta ocasión encabezaría no el PRI de entonces, sino el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), a cuya testa se encuentra Andrés Manuel López Obrador.
Ejemplo de que esto que digo es cierto, están las reformas al Poder Judicial que permite la extensión de los plazos de los principales funcionarios judiciales, que son aliados del presidente, entre ellos su principal asesor legal; la reforma al INE y su plan B; los cambios a 55 artículos de la Constitución mexicana entre los cuales se lleva entre las piernas a la educación de los adolescentes y niños, la creación de la Secretaría de Bienestar en el que se involucran los apoyos directos del mandatario, reformas a los artículos 108 y 111 de la Constitución con el fin ampliar las causales por las que se puede eliminar el fuero al presidente, incluida la traición a la patria, hechos de corrupción, delitos electorales, la creación de la Guardia Nacional y sus cambios para que prevalezcan en funciones, las tan llamadas consultas populares.
Pero no todas las reformas son malas siempre y cuando estén encaminadas a mejorar la vida, justicia y bienestar de los mexicanos, pero hasta el momento vemos como todas y cada una de ellas están encaminadas a mantener su popularidad en alto y a demostrar que él, por ser el mandatario nacional, tiene la capacidad de hacer lo que al él le venga en gana, disfrazando sus propósitos en el ya gastado discurso de ser la personificación de la transformación, pureza, honestidad, y un sinfín de adjetivos semejantes que se adjudica.
Por otro lado, están los hechos que todos los mexicanos hemos presenciado en cada una de sus mañaneras desde las cuales se atreve a descalificar sin argumentos, sin pruebas, sin cientificidad, a cuantiosos periodistas, columnistas, académicos, políticos, empresarios, analistas, escritores, organizaciones, que han declarado no estar de acuerdo con su política y no comparten sus ideas de cambio y transformación. O casos como el que ocurrió en la mañanera del 10 de marzo, cuando una periodista de Animal Político le hizo preguntas sobre las labores de inteligencia de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), preguntas que no hallaron respuestas y en su lugar cayeron calumnias, ataques y vociferaciones en contra del medio de comunicación.
La periodista no cayó en provocaciones, ella continuó planteando sus dudas y Andrés Manuel López Obrador se refugiaba nuevamente, en su lugar favorito, que es el ataque al sistema que él dice haber transformado sin darse cuenta de que es el mismo que pregona con sus actos.
Estos hechos, aunados con las reformas que menciono líneas arriba, han llevado al país a sumirse en la pobreza y la pobreza extrema, han permitido el alza de violaciones de derechos humanos, subieron las tasas de homicidios a periodistas, a hombres y mujeres, aumentaron las cifras de desempleados, existen altas tasas de corrupción, el narcotráfico se ha desmedido.
En fin, la lista podría seguir, pero no alcanza un solo artículo de opinión a describir la realidad que se vive en las calles de nuestro país con los actos autoritarios y dictatoriales que desempolvan los ya refundidos actos vividos durante la mayor parte del siglo XX. México vive, nuevamente, una dictadura perfecta imperfecta.
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