MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO sirve a los poderosos no al pueblo

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No es extraño que los empresarios del mundo, y en particular los de México, vean con recelo todo aquello que se asemeje a la educación política de los trabajadores. Tienen sobradas razones para oponerse al esfuerzo colectivo por entender cómo funciona la sociedad y descubrir las verdaderas razones que originan la desigualdad, la marginación y la violencia en la que se encuentran la mayoría de los mexicanos.

Tampoco es extraordinario que ese recelo sea transmitido por ellos hacia el resto de la sociedad, mediante la utilización del poder económico y el dominio que tienen sobre los políticos, funcionarios gubernamentales y medios de comunicación. 

De esa manera encontramos una variedad de individuos, incluso humildes trabajadores, desorientados, que manifiestan una indiferencia y hasta una abierta hostilidad hacia lo que ellos identifican como una actividad que es una pérdida de tiempo, y que sólo es propia de gente que no es útil a la sociedad; la educación política.

Ese temor se convirtió hace más de un siglo en un esfuerzo planificado y sistemático para impedir, haciendo uso de los recursos más diversos, la concientización de la muchedumbre, de los millones de seres que sostienen con su trabajo cotidiano y perseverante la opulencia con la que viven unos cuantos individuos, el uno por ciento de la población, al menos en nuestro país. Es en este intento reaccionario donde esa minoría privilegiada encuentra aliados políticos que, quizá sin proponérselo conscientemente, llega a prestarle un servicio invaluable para sus propósitos.

Identificados por sus intereses económicos y políticos, estos aliados de los grupos privilegiados son los que han provocado los mayores daños a la educación política de los trabajadores, ya que han contribuido significativamente a las desviaciones y a las interpretaciones erróneas que impiden la unificación, en lo inmediato, de los movimientos populares, facilitando así el engaño y la manipulación. 

En la historia contemporánea de México, han sido al menos dos los momentos en los que este fenómeno ha tomado cierto auge; el primero ocurrió al triunfo del movimiento revolucionario que inició en 1910 y, el más reciente, con el gobierno autodenominado de la Cuarta Transformación.

En esos dos momentos históricos se pueden identificar similitudes: en el primero, la actitud de los líderes sindicales al establecer pactos con los vencedores a cambio de cargos públicos, entregando al movimiento obrero al sometimiento de los nuevos dueños del poder. 

Y en la actualidad, con la Cuarta Transformación, el intento de los políticos y dirigentes sociales, agrupados en torno al desatinado proyecto morenista, para mantener el control de las conciencias y conservar las condiciones sociales actuales, que benefician sólo a unos cuantos, desde lo que ellos llaman la izquierda mexicana.

Es evidente, la izquierda domesticada sirve a los intereses de los poderosos, aunque algunos de ellos han de considerarse a sí mismos como los salvadores de la patria, como los libertadores del pueblo; cualquier parecido con Andrés Manuel López Obrador no es mera coincidencia.  

Por ello, López Obrador sostiene que la desigualdad en México es producto de la corrupción y no un resultado de la contradicción fundamental del capitalismo, en la que sólo unos cuantos se apropian de la riqueza producida por la sociedad. De esa forma, él mismo, el que presume que primero los pobres, contribuye al engaño del pueblo, aunque diga lo contrario.

Las cartillas morales que promueve el titular del Poder Ejecutivo, como modelo de conducta para todos los mexicanos, sin tomar en consideración que no existe una moral absoluta, sino moral de clase; la farsa de la revocación de mandato que sólo tiene la finalidad de reforzar el control de esta nueva mafia del poder, la compra de las consciencias y voluntades a través de los nuevos programas destinados a sectores de la población cuidadosamente seleccionados, son sólo algunos ejemplos de los esfuerzos que realizan los poderosos empresarios, a través de estos intelectuales disfrazados de izquierda, para impedir que el pueblo trabajador descubra a su verdadero enemigo de clase.

Es necesario que los trabajadores no se dejen engañar por estos recursos que utilizan los partidarios de la Cuarta Transformación.

Para ayudar realmente al pueblo, se le debe permitir descubrir cuál es el origen de todos sus padecimientos, identificar plenamente a los verdaderos causantes de todas sus calamidades y comprender que sólo con la unidad de los oprimidos, con su organización férrea y con la lucha logrará transformar estas condiciones sociales que nos mantienen en la pobreza y construir una sociedad verdaderamente humana.

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