MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Antón Makárenko

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Antón Makárenko, (creo yo), es la piedra angular sobre la que se asienta la pedagogía rusa, y, “su poema pedagógico”, es un relato digno de ese nombre, puesto que es un verdadero poema. En él, nos describe cómo logra trasformar en un tiempo relativamente breve y con muy escasos recursos, a un villorrio, en una población aceptablemente cómoda y segura, y a un puñado de mozalbetes, casi delincuentes, en ciudadanos de provecho y verdaderos hombres de bien, útiles a la sociedad de su tiempo.

Los recursos de los que se vale, son fundamentalmente dos. El convencimiento, mediante la argumentación, la razón, y el ejemplo o la muestra, de que es el trabajo, el creador de todos los elementos, que hacen posible una vida menos lastimosa, es decir, mediante la teoría y la práctica.

Todos los hombres aprendemos, a través de las sensaciones, es decir, mediante los sentidos, y este aprendizaje comienza desde la más temprana edad, observando, oyendo, sintiendo, etc. pero sobre todo, los niños que poseen un sincretismo (tendencia a conjuntar y armonizar corrientes de pensamiento o ideas contrarias) originado en el desconocimiento de su entorno, o sabe observar u observa mal, y en este caso, se hace necesario enseñarlo a que aprenda a observar, y de ese modo aprenda a pensar bien, a fin de que ya grande sepa pensar y no caiga en sincretismos infantiles, de modo pues, que, la tarea principal del maestro debería ser enseñar a pensar bien al educando, lo cual querría decir que si estamos insertos en una sociedad de productores, debamos educarnos, para ser buenos productores, sobre todo cuando la educación está encaminada a un fin práctico, cuando la buscamos, para alcanzar un lugar en la vida económica; esa conquista, no puede ser completamente satisfactoria porque, nuestro tremendo individualismo seguirá creyendo que merece más, siempre más, debido a que observa mal y piensa mal. Y solo cuando hayan sido educados para pensar bien y observar bien, que todo lo que se produce, lo produce el trabajo de todos los hombres, y que por eso, todos los hombres tienen el derecho a disfrutar de los frutos de su trabajo; y pongan manos a la obra para alcanzar esta meta, tal vez entonces, puedan sentir la satisfacción de haberse y de haber educado para la consecución de esta conquista social, que repercutirá en beneficio de todos los trabajadores.

Solo en Rusia, y en los albores de una sociedad de trabajadores, era posible colocar en el mismo nivel de importancia, el trabajo manual y el trabajo intelectual, para acelerar el desarrollo de la sociedad, que fue precisamente lo que hizo y relató Antón Makárenko, y por lo cual tiene bien ganado y merecido el epíteto de padre de la pedagogía rusa.

El maestro nuestro, necesita asumir su responsabilidad en la construcción de un orden social más justo, enseñando a observar y a pensar a todo el que se ponga a su alcance; su participación es decisiva y lo hará más noble y más digno.

Si logramos pronto esa meta, gran parte será mérito de los maestros, si nos retardamos, será también nuestra responsabilidad; la actitud servil de una institución ante cualquier poderoso, no pesa sólo sobre la dignidad de los que aprenden, sobre todo pesa, y más sobre la dignidad de los que enseñan.

Ningún buen maestro, por joven que sea, si es honrado, debe ser indiferente a las ideas de otros, que quieren darnos una sociedad, más justa y más humana.

¡¡¡Patria para todos!!!

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