Para ningún hidalguense medianamente informado es desconocida la situación en que se encuentra la mayoría de los habitantes de Hidalgo; su atraso secular en prácticamente todos los rubros referentes al bienestar social nos mantiene dentro de los estados con mayor pobreza y marginación; asimismo, tampoco es un misterio que en estos ya casi seis años de gobierno del licenciado Omar Fayad no se realizaron acciones con el verdadero propósito de cambiar la realidad en que viven los más de 1 millón 600 mil pobres en la entidad; al contrario, las condiciones para muchos hidalguenses empeoraron, no solo por las consecuencias de la pandemia y la casi nula acción del gobierno para contrarrestarla, sino también porque los recursos públicos no se aplicaron para llevar desarrollo y progreso a las comunidades y colonias populares: los caminos en la inmensa mayoría de las zonas serranas y Huasteca son intransitables, y en las regiones cercanas a la capital del estado y en la propia ciudad capital, Pachuca, las cosas no son distintas, es decir, no se invirtió en infraestructura carretera. Los problemas de salud en la población, por falta de atención y medicamentos se incrementaron drásticamente: ahora casi un millón de hidalguenses carece de servicio médico y, por lo tanto, de la posibilidad de curarse; subieron la inseguridad y el desempleo.
A lo anterior sumemos el desastre educativo en todo el país, pero que en Hidalgo fue mayor, por la poca conectividad de la mayoría de las comunidades y por la imposibilidad de muchas familias de contar con las herramientas necesarias para que sus hijos accedieran a las clases virtuales ¿Qué hizo el gobierno de Omar Fayad para evitarlo? Absolutamente nada, como tampoco movió un solo dedo para otorgar apoyo alimentario a las familias que se quedaron sin empleo a consecuencia de la pandemia; tanto el gobierno del estado, como el federal, dejaron en el abandono a la población.
Este gobierno se ha caracterizado por no atender y no resolver las necesidades elementales de los hidalguenses y por usar la pandemia para esconderse y no dar la cara a la población que demanda atención; pero, además, se ha distinguido por la mentira recurrente: el propio gobernador, desde que era candidato prometió atender a todos sin distingo y resolver; ninguna de las dos cosas cumplió, al contrario, se volvió enemigo feroz de los que nos atrevimos a levantar la voz para exigir solución a miles de problemas. Su desdén y repudio contra la inmensa mayoría de sus gobernados, a esos que fue a abrazar y besar cuando andaba en campaña, se volvió persecutoria y casi criminal contra los humildes campesinos, colonos, estudiantes y profesores organizados en las filas del Movimiento Antorchista, a quienes no solamente ha negado atención y solución a sus justas y legítimas demandas, sino que, con la clara intención de amedrentarlos, no se ha tentado el corazón para agredirlos, encarcelarlos y para instrumentar una campaña de calumnias y difamación contra los líderes antorchistas, obviamente, con el claro y avieso propósito de que los hidalguenses organizados abandonen las filas de su organización y así, ya solos, sin el apoyo y la fuerza que les da su organización, queden a merced de su poder.
Además, como también es conocido, en su afán de desbaratar a nuestra legítima y cabal organización, promovió y financió a otro dizque “organizaciones campesinas” y “populares”; el objetivo, nuevamente, engañar a la gente de que, si se salían de Antorcha, entonces, tendrían todas las soluciones que reclamaban; al paso del tiempo, obviamente el engaño ha quedado al descubierto, pues aquellos que cayeron en sus redes y mentiras, ahora están peor, sin soluciones, solos y desamparados. Esas organizaciones espurias y serviles del gobierno están condenadas a la desaparición y, más rápidamente, cuando, a su vez, desaparezca del poder el que les jala la correa.
Mientras tanto, los antorchistas hidalguenses, que somos parte importante de esta sociedad y parte también de los mexicanos a quienes sí nos interesa cambiar la situación de millones de familias y vivir en un México progresista, con seguridad, trabajo, alimento suficiente, salud, vivienda, etc., para todos, continuaremos nuestra lucha; no nos daremos por vencidos en el gran objetivo de organizar, educar y hacer que los millones de descamisados aspiren y logren una vida más humana, de mayor bienestar, que contribuya a sacarlos de la oscuridad que la ignorancia, la insalubridad, el hacinamiento, la falta de alimentación, etc., provocan en el individuo. Y nuestra insistencia para que se atiendan las demandas básicas de cientos de comunidades y de los miles de hidalguenses en el pauperismo, tiene ese propósito. Y aunque nuestros afanes hayan topado con pared, con funcionarios enemigos del pueblo, que ven a los hidalguenses y sus necesidades no como un reto en su proyecto de transformación de esa realidad lacerante, sino como un semillero de votos para sus aspiraciones personales y de grupo, continuaremos; Antorcha mantendrá siempre sus objetivos y permanecerá presente en la vida de los miles de hidalguenses que conforman nuestras filas; en cambio, la historia pondrá en su lugar a los que defraudaron y engañaron al pueblo; Omar Fayad termina su sexenio y se va; Antorcha seguirá viva y vigente y con sus objetivos incólumes.
Así que, los hidalguenses organizados, los que queremos desarrollo en nuestras comunidades y bienestar para nuestras familias, los que estamos empeñados en que se construyan escuelas, caminos, clínicas, etc., para nuestros hijos, a los que la vida nos ha enseñado que sólo luchando diariamente podemos vivir con dignidad, sin vender nuestras conciencias por una migaja, vamos a insistir, por todas las vías legales y pacíficas para que se atiendan y resuelvan las justas y legítimas demandas; nuestra voz se alzará nuevamente y miles de gargantas reclamaremos lo que por derecho nos pertenece, haciendo uso del último recurso que nos han dejado, el derecho a la manifestación pública: marcharemos, nuevamente, por las calles y carreteras de Hidalgo.
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