Al contemplar la trayectoria del Movimiento Antorchista Nacional durante sus 51 años de existencia, no puedo evitar sentir una profunda admiración por la tenacidad y perseverancia que nos ha caracterizado. Nuestra lucha por una distribución más equitativa de la riqueza social continúa siendo tan relevante hoy como lo fue en nuestros inicios.
Los pronósticos fallidos sobre nuestra desaparición, especialmente aquellos provenientes del expresidente López Obrador, han quedado en el olvido. Seguimos de pie, más fuertes y unidos que nunca, trabajando incansablemente por aquellos que menos tienen.
La explicación de nuestra persistencia es simple pero poderosa: las condiciones que originaron nuestra lucha no solo persisten, sino que se han agudizado.
La explicación de nuestra persistencia es simple pero poderosa: las condiciones que originaron nuestra lucha no solo persisten, sino que se han agudizado.
El panorama para 2025 resulta particularmente desafiante. El Presupuesto de Egresos de la Federación ha sufrido recortes significativos, con una reducción del 12.3 % en programas sociales fundamentales y un descenso del 8.7 % en infraestructura básica respecto al año anterior. Estas cifras no son meros números; representan carencias reales que afectan directamente a las familias mexicanas.
La realidad que enfrentamos es innegable. El desequilibrio social, el desempleo, la inseguridad y la marginación continúan siendo flagelos que azotan a nuestro pueblo. Sin embargo, mantengo la firme convicción de que la unidad de los trabajadores es el camino hacia una sociedad más justa.
Las autoridades ya no pueden escudarse tras argumentos de falta de recursos o inexperiencia. El tiempo de espera prudente ha concluido.
Los nuevos funcionarios han tenido suficiente tiempo para adaptarse a sus responsabilidades, y los presupuestos para 2025 ya están definidos. Es momento de exigir acciones concretas.
Hago un llamado enérgico a mis compañeros antorchistas: debemos prepararnos para una nueva etapa de lucha. La historia nos ha enseñado que sólo mediante la organización y la determinación podemos lograr cambios significativos. No podemos, ni debemos, esperar más.
Las campañas de desprestigio, las agresiones que han cobrado vidas valiosas de nuestros mártires y la cerrazón de las autoridades no han logrado doblegarnos. Por el contrario, han fortalecido nuestra convicción.
La construcción de una sociedad más equitativa no es sólo un sueño; es una necesidad imperante y un objetivo por el que vale la pena luchar hasta el final.
El momento de pasar del diálogo a las soluciones reales ha llegado. Con serenidad, pero con firmeza, debemos acudir ante los funcionarios para solicitar atención a nuestras demandas.
Nuestra lucha continúa, y continuará hasta que logremos construir esa sociedad más justa por la que tantos compañeros han entregado su vida. El camino no será fácil, pero la justicia de nuestra causa nos da la fuerza para seguir adelante.
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