¿Quién no ha emprendido una vez en la vida? Tal vez vendiendo aguas frescas afuera de las escuelas, con el bote de atole y tamales por la mañana, o simplemente afuera de su casa con artículos que ya no usan para vender y obtener un ingreso extra.
Miles de mexicanos hemos optado por realizar una u otra actividad económica, derivada de los bajos salarios y el encarecimiento de bienes y servicios, pues lo que ganan las familias sencillamente no alcanza a veces ni para adquirir la canasta básica.
Un negocio, grande o pequeño, puede ser la oportunidad de obtener ingresos económicos extras; sin embargo, antes de atender al primer cliente, el que emprende, debe enfrentarse a burocracia, gestores y hasta delincuentes.
La situación actual obliga a que quien decida abrir un negocio lo haga en la informalidad, aceptando todos los riesgos que esto puede acarrear.
Los obstáculos aparecen en forma de ventanillas atendidas por funcionarios incapaces o deshonestos, trámites caros y complejos, herramientas digitales y sitios web con escasa funcionalidad de navegación, tardanza en la expedición de licencias y, por supuesto, condiciones de inseguridad que propician que haya que tolerar a delincuentes que roban, extorsionan o cobran derecho de piso.
En la búsqueda de recursos económicos para afrontar la crisis derivada de la pandemia, miles de ciudadanos se animaron a abrir misceláneas, estéticas, farmacias de barrio, papelerías, tiendas de artículos diversos, es decir, negocios cuyo giro comercial es conocido como de “bajo impacto” para la salud o la seguridad de la comunidad.
Hoy suman en el país más de seis millones de micro y pequeños negocios con ese giro, según datos del Inegi, pero, así como nacen, también desaparecen al no poder hacer frente a todos los requerimientos de los ayuntamientos, a la inseguridad que está apoderándose del país, dejando a cientos de familias sin un sustento. Pues bien, abrir un negocio puede ser todo un dolor de cabeza, sobre todo en los municipios donde no están desarrolladas o de plano no existen herramientas digitales que guíen paso a paso y con claridad a quienes quieren emprender, lo cual los obliga a acudir a las oficinas gubernamentales a realizar trámites presenciales en vez de hacerlos en línea y así evitar posibles corruptelas.
Esta situación obliga a que quien decida abrir un negocio lo haga en la informalidad, aceptando todos los riesgos que esto puede acarrear, como la falta de estímulos económicos, el no contar con seguridad social, o que simplemente le cierren el negocio como se ha podido constatar en varias partes del país.
Los gobiernos deben resolver esta problemática de tramitología que desanima a los jóvenes a invertir, dar empleo, contribuir con la renta nacional y buscar el camino de la informalidad. Se necesita un sistema claro, reducir el tiempo de apertura de un negocio, y para ello, es necesario levantar la voz, exigir como sociedad más y mejores resultados, México necesita con urgencia avanzar.
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