MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Construyamos una nueva alternativa política para los pobres

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“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta es una frase que, aunque se presume de autor incierto, es universalmente aceptada por todo el contenido de verdad indudable que encierra. Para quien no cierre deliberadamente su entendimiento al carácter materialista dialéctico-histórico de la realidad, es inevitable no ver en estas cuantas palabras el devenir y desenlace de todo fenómeno social e intelectual conocido y por conocer.   

Un columnista y abogado peruano, Miguel Ángel Rojas Ríos, afirma en un artículo que publicó el 14 de septiembre de 2017 en el portal proycontra.com.pe, que esta frase se le atribuye en primera instancia a Napoleón Bonaparte. Pero él mismo se la atribuyó también al filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, cuando dijo: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.

Aunque sin revelarnos su fuente, dijo también en su trabajo, y suscribo porque nos es de utilidad para comprender lo que diré más adelante, lo siguiente:

“… y curiosamente, encontramos también esta frase en polaco y en inglés escrita en uno de los campos de concentración nazi de Auschwits-Polonia: ‘Kto nie pampleta historii, skazany jestna jej ponowne prze?ycie’ y ‘The one who does not remember history is bound to live through it again’”.

Opino que, en 1902, en su conocido folleto llamado “¿Qué hacer?”, Vladimír Ilich Lenin, el organizador principal de la Revolución rusa de 1917, intentando fundamentar la necesidad de crear en toda Rusia un partido único y de nuevo tipo, es decir, distinto a las fuerzas políticas que hasta entonces se decían funcionar como tal. Dejó ahí toda una amalgama de ideas que definían, no sólo el carácter fundamental de la fuerza política nueva que se necesitaba entonces, para impulsar un nuevo Estado proletario, sino también el verdadero carácter e intenciones, sumamente veladas, por cierto, de los partidos y organizaciones que se decían defensoras de los intereses del proletariado, es decir, de la clase trabajadora en general.

Creo yo que aún hoy, y seguramente desde que la propiedad privada sentó finalmente sus reales en la conciencia de la humanidad, y separó a los seres humanos en dos grandes campos conforme a los bienes que tiene y a los que no tiene, es decir, en poseedores y desposeídos, la cuestión fundamental sigue siendo la misma: qué tipo de Estado y de gobierno es el que mejor conviene a toda la humanidad. 

Pero esta cuestión ya la había resuelto el genio de Marx y Engels desde 1845 en su inigualable obra Manifiesto del Partido Comunista: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días (con excepción de la sociedad primitiva) es la historia de la lucha de clases”.

Y dado el empoderamiento arrebatado por la fuerza desde entonces por la clase social económicamente dominante, es decir, la burguesía, representante de los potentados, dueños de todos los medios de producción, la conclusión científica de los genios ya citados era inevitable: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. La humanidad conoce ya los resultados.

El último de los atropellos de lesa humanidad cometido por los estados modernos burgueses, lo tenemos en el terrible genocidio cometido recientemente contra el pueblo palestino, sobre todo en lo que se conoce como la Franja de Gaza.

Pero la lucha de clases ha hecho lo suyo en el mundo. Y para fortuna de la humanidad, en 1917 con la Revolución rusa, y luego en 1949 con la Revolución china, por citar los movimientos más trascendentales y emblemáticos en el mundo, el proletariado mundial nos dio a los primeros Estados proletarios. Hoy, la balanza mundial nos dice que un mundo multipolar no sólo es posible, sino absolutamente necesario.

Hoy la balanza mundial nos dice que un mundo multipolar no sólo es posible, sino absolutamente necesario.

El humillante sometimiento impuesto por la burguesía en gran parte del mundo donde impera el modelo de producción capitalista, como es el caso de México, confunde, desalienta y desespera a la clase trabajadora y sus familias. ¿Cuándo va a cambiar la desesperante situación de pobreza y miseria que padecen? ¿Cuándo?

Tal desesperación espontánea ha llevado a los más desesperados a dejarse llevar por los cantos de sirena de partidos políticos autollamados de “izquierda”, que se dicen los nuevos redentores del proletariado, como es el caso de Morena en nuestro país.

Aquí es donde cobran relevancia casi urgente, si es que leemos y estudiamos con sumo cuidado, las reflexiones que Lenin hace en su folleto ya señalado, y que dejó ahí para la posteridad.

“En efecto, para nadie es un secreto que, en el seno de la socialdemocracia internacional contemporánea, se han formado dos tendencias cuya lucha ora se reaviva y levanta llamas, ora se calma y consume bajo las cenizas de impresionantes ‘resoluciones de armisticio’”; así dijo Lenin para los suyos en 1902, para definir a los partidarios de la revolución proletaria en su país, y sus enemigos. Y, mutatis mutandis, así digo yo hoy para los míos ahora. 

El genio organizador de la Revolución rusa denunció en su folleto a los “críticos rusos” que buscaban con medidas “economistas”, tendenciosas y falsamente “revisionistas”, trasplantadas de los reaccionarios europeos, por cierto, llevar al proletariado a convertir al partido que en ese momento se necesitaba a “…dejar de ser el partido de la revolución social para transformarse en un partido democrático de reformas sociales”. Nada más malicioso y traicionero para el momento que vivía en ese entonces el proletariado ruso.

Los “críticos rusos” buscaban detener la revolución en ciernes que ya se avizoraba, para dejar intacto al modelo capitalista de producción, salvo inocuas reformas seudo democráticas, y evitar así la llegada de un Estado y gobierno verdaderamente proletario. Pero para fortuna de la humanidad, ya conocemos el veredicto de la historia. 

Pues bien, yo denuncio desde ahora y con mi muy limitado y modesto entendimiento, que los partidos políticos de hoy, de derecha e izquierda, de arriba y de abajo y de todos los colores y discursos habidos y por haber, que nos han gobernado casi desde que somos una nación independiente, no son más que uno y lo mismo, es decir, modernos herederos a modo de grotesco remedo, del “economismo”, “revisionismo” y “reformismo”, que a Lenin tocara combatir en su tiempo.

Con su moderno discurso y políticas gubernamentales de dádivas monetarias por doquier, los partidos de ahora no buscan otra cosa sino reformar el neoliberalismo que hoy nos somete y empobrece, y, al mismo tiempo, desviar la verdadera tarea de los mexicanos pobres, es decir, la de construir una nueva alternativa política, un partido de nuevo tipo que sí represente en los hechos, los verdaderos y legítimos intereses de la clase trabajadora y sus familias.     

Pero el mundo ya está cambiando, y la humanidad más pobre junto con él. El pueblo de México no es la excepción. Por eso es que me era tan importante comenzar el trabajo de hoy tal como lo comencé.

Conocer la historia nos dará el entusiasmo, el empuje y la fuerza que necesitamos para construir entre todos los agraviados, la alternativa política que tanto hemos estado esperando. No desesperemos. La marcha de la historia también hace lo suyo.  

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