Sobre la duela del Instituto Tecnológico de Tecomatlán, doce equipos sostuvieron seis horas intensas de básquetbol y fraternidad
Pasaron más de seis horas para que “Las Petunias” y el equipo de 7.º “B” recibieran su premio. Ellos, al igual que los demás equipos que respondieron al llamado de las autoridades educativas del Instituto Tecnológico de Tecomatlán, se inscribieron en el torneo relámpago de básquetbol que organizó la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR).
Unos ganaban y otros perdían, pero siempre terminaban los encuentros con una sonrisa y un saludo fraterno, solidario, reconociendo la superioridad del rival que logró anotar más puntos.
El sol comenzaba a ceder, pero aún se sentía su fuerza. El aire era denso y casi no fluía; el piso de la cancha deportiva, aunque techada, reflejaba los rayos del sol, que cegaban al primer contacto. Aun así, los balones rebotaban con violencia en el piso, pasando de unas manos a otras y a otras… y a otras. Los tableros servían como tiro al blanco y rebotaban los balones que, tras golpearlos inmisericordes, atravesaban la red del aro.
Decenas de jóvenes calentaban, practicaban sus tiros antes de que comenzara el torneo. Corrían, iban y venían, unos más rápido y otros más lentos, pero no dejaban de moverse; la cancha, donde cada semana se reúnen más de 500 alumnos a realizar los honores a la bandera, parecía insuficiente para los doce equipos de deportistas jóvenes, hombres y mujeres, que llegaron para coronarse como los mejores, conquistando el primer lugar.
Mientras ellos hacían labor de reconocimiento en la cancha, muchos otros se apostaban en las inmediaciones, contentos, sonrientes, eufóricos gritaban consignas de apoyo a sus equipos, a sus compañeros, a sus amigos. En la cancha, era una algarabía total. La juventud imponía su empuje, se sentía en el aire la convivencia y la fraternidad con que practicaban, aun cuando no fueran del mismo equipo, de la misma carrera, del mismo grado o grupo.
Todos querían jugar básquetbol. Todos eran estudiantes. Todos respondieron al llamado de la Fnerrr y del Movimiento Antorchista. Todos estaban en Tecomatlán, “La Atenas de la Mixteca”.
Tecomatlán ha sido llamado así por el alto desarrollo que ha logrado en todos los aspectos, tanto social, como en educación, deporte, cultura, salud, infraestructura, por mencionar algunos. Cuenta con una cadena educativa que va desde la ludoteca hasta el nivel superior. Tiene una ludoteca, siete preescolares, cinco primarias, dos secundarias técnicas, dos telesecundarias, tres de nivel medio superior y dos de nivel superior, donde pueden profesionalizarse sin tener que salir del municipio.
Cuenta también con la amplia Unidad Deportiva “Wenceslao Victoria Soto”, donde toda la población puede practicar el deporte de su preferencia: fútbol soccer, fútbol siete, básquetbol, voleibol, béisbol, o incluso practicar natación en la alberca semiolímpica del balneario “Ixcóatl”.
No sólo eso; también existe una imponente casa de cultura donde se ofrecen talleres y actividades artísticas dirigidas a toda la población; un amplio auditorio municipal, el majestuoso Teatro “Aquiles Córdova Morán”, un Hospital Comunitario que brinda atención las 24 horas y todas las familias cuentan con los servicios básicos como agua potable, energía eléctrica, pavimentación, drenaje sanitario, alumbrado público, sin mencionar que es un municipio donde no existe la delincuencia, gracias al trabajo del gobierno municipal, del Movimiento Antorchista y de la propia población.
Justo antes de comenzar el torneo, los balones se detuvieron. La música se silenció y todos se congregaron en torno a los organizadores. Hubo un rápido acto protocolario en el que se presentó a las autoridades presentes, directivos y docentes, representantes de la FNERRR y el Movimiento Antorchista.
El deporte desarrolla habilidades como la capacidad de reaccionar a problemas concretos de forma inmediata y el trabajo en equipo; por eso tiene un papel fundamental en la vida de los integrantes de la FNERRR, además de fomentar la unidad, una educación integral y el desarrollo de sus habilidades, dijo Alejandro Rojas Romero, integrante de la Comisión Estudiantil de Antorcha.
Mientras los jóvenes reunidos escuchaban atentos el mensaje, Rojas Romero ahondaba en uno de los graves problemas que ha traído consigo el capitalismo para la clase trabajadora: “ha vuelto al hombre unilateral en el proceso de creación, el hombre se ha ido parcializando, por lo tanto, el ser humano ya no es potencialmente creador”, fenómeno que se replica no sólo en el trabajo, sino también en la educación.
Antes el ser humano partía de la concepción de la filosofía, que es la madre de todas las ciencias, y eso hacía que el ser humano conociera de todo, sobre política, derecho, medicina, etcétera, pero ahora no las saben porque así los ha educado el sistema.
De ahí la tarea de la FNERRR —continuó— que organiza a los estudiantes y los politiza, porque la política no es otra cosa que aplicar lo aprendido de la ciencia en la transformación de la realidad inmediata. Por eso queremos que ustedes, jóvenes, practiquen deporte y las artes; por eso este torneo, porque queremos hacer de ustedes mejores hombres en una formación integral.
Tras escuchar el mensaje, el presídium invitado inauguró el torneo de los estudiantes. Un tiro libre por cada uno. Después, los equipos se apartaron de la cancha; al centro quedaron cinco contra cinco; en medio de ellos, el árbitro sostenía el balón y, mientras pitaba, lanzaba el balón al aire. Comenzó el torneo.
Mientras las horas avanzaban en el reloj, los equipos lo hacían en la tabla de posiciones. Caían las canastas de tres, dos y un punto. Una tras otra. No había tiempo para descansar, un equipo tras otro iba pisando la cancha; hombres y mujeres daban lo mejor de sí; corrían, gritaban, saltaban, fallaban, unos ganaban y otros perdían, pero siempre terminaban los encuentros con una sonrisa y un saludo fraterno, solidario, reconociendo la superioridad del rival que logró anotar más puntos.
Pasaron una, dos, tres horas, y la luna se había hecho presente; atrás quedó el sol, que, en su andar, abandonó esta tierra. La noche cubría el recinto, sólo unos cuantos reflectores iluminaban la cancha, lo suficiente para continuar jugando.
Las porras habían cesado; ya no se coreaban consignas ni había risas. Ahora se escuchaba gritar indicaciones: ¡pasa el balón!, ¡cúbrelo!, ¡no te quedes parado!, ¡tira, tira!
Uno a uno, los equipos iban siendo eliminados, al igual que sus esperanzas de llegar al podio. Se veían rostros serios recorrer la cancha, voces fuertes que decían lo que cada uno debía hacer, regaños y felicitaciones. La tensión se sentía con cada tiro al tablero, con cada pase interceptado, con cada drible. Las únicas risas que se escuchaban eran las de los comentaristas, quienes, con gracia, intentaban describir lo que se vivía en la cancha.
Las horas siguieron pasando, cuatro, cinco. Llegó el momento ansiado. El único momento. La hora de la verdad. Se dio paso a la esperada final; hombres y mujeres, agotados, cansados, tensos, bañados en sudor, buscando agua y más agua para hidratarse, jadeando, con el cuerpo cansado, pero el espíritu intacto, disputaron la gran final. Por fin sabrían quién avanzaría al primer lugar de la rama varonil y femenil.
Al transcurrir la sexta hora, ya se sabía quiénes eran los ganadores. En la rama varonil, el equipo de 7.º “B” había conquistado el primer lugar, seguido de los “Protozoos” y “Los amigos del guapo”; en tanto, por parte de las féminas, “Las Petunias” se colocaron en la primera posición y, detrás de ellas, los equipos de 9.º “B” y 5.º “B”.
Pasaron seis horas, de un partido al otro, superando dificultades, robando el balón, recuperándolo, encestando… y al final ganaron. Todos se marcharon como llegaron, riendo, abrazándose, conviviendo como compañeros, como hermanos.
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