MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Día Internacional del Trabajo, cuentas pendientes

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Fue en el congreso fundacional de la Segunda Internacional (1889) donde se discutió, por primera vez, la necesidad de establecer una fecha universal de protesta de los trabajadores contra la explotación capitalista, cuya bandera central sería la jornada laboral de ocho horas. Esta necesidad surgió después de varias experiencias de organización obrera en defensa de sus intereses económicos y políticos y como resultado de la orientación de la Primera Internacional de Carlos Marx que tuvo como principal objetivo crear una conciencia internacional de clase, el internacionalismo proletario. El día escogido, el 1° de mayo, respondió a esta necesidad, al mismo tiempo que conmemoró a Los Mártires de Chicago. 

El origen proletario de esta fecha y su naturaleza combativa ha sido prácticamente olvidado por los trabajadores mexicanos y conscientemente silenciado por los patrones; su lugar ha sido usurpado por un día conmemorativo nacional, un día declarado festivo, de descanso. Esta disociación refleja el debilitamiento de la organización obrera y de su conciencia de clase, pues todavía son demasiadas las reivindicaciones laborales que no se han conseguido. Los trabajadores mexicanos tienen las jornadas de trabajo más largas del mundo, trabajan 2 mil 124 horas al año, 26% más que el promedio de los países de la OCDE. En 2022, 18.7 millones de trabajadores ganaron hasta 1 salario mínimo (172 pesos diarios) o menos. Cuatro de cada diez mexicanos están en situación de pobreza laboral, esto es, su ingreso por trabajo es inferior al costo de la canasta alimentaria. Ocupamos, además, el primer lugar a nivel mundial en estrés laboral, 6 de cada 10 trabajadores lo sufren. Sin embargo, solo el 12.4% de los trabajadores subordinados remunerados está afiliado a un sindicato. Además de que son una pequeña minoría los trabajadores que se hayan sindicalizados, los sindicatos independientes de los poderes establecidos son prácticamente inexistentes y su lucha se limita a simuladas negociaciones salariales. 

La riqueza material de toda sociedad, independientemente de quien la posea, es fruto del esfuerzo físico y mental de los productores directos. Su actividad productiva hace posible la preservación y reproducción de la sociedad entera. Este papel fundamental que los trabajadores juegan en la sociedad les da el derecho legítimo de reclamar una mayor participación en la riqueza social producida por ellos. En la medida en que los trabajadores tomen conciencia de ello, en esa medida crecerá la inconformidad hacia todo intento por menoscabar este derecho. 

Sin embargo, la toma de conciencia por sí sola no modifica la realidad. Es necesario actuar sobre ella. Combatir el desempleo, la informalidad, la subocupación y demás padecimientos del mercado laboral significa limitar las posibilidades de los patrones para imponer sus condiciones. Significa, por tanto, aumentar la capacidad de negociación de los trabajadores, extender el terreno de los derechos laborales. Por otro lado, fortalecer la posición económica y social de las masas trabajadoras implica la defensa de un proyecto nacional que se comprometa generar empleos en suficiencia, productivos y bien remunerados. Esto como primer paso, luego, en circunstancias distintas, terminar de conquistar la justicia social. Por esta razón, los trabajadores tenemos que decidirnos a participar en la política, salir de nuestros centros de trabajo y exigir y apoyar un proyecto de nación centrado en el crecimiento económico y en la repartición justa de la riqueza.

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