Los socialistas que forman la corriente ecosocialista adquieren el prefijo “eco” como distinción de aquellos movimientos y partidos socialistas que han desestimado la cuestión ecológica en su lucha económica y política, que han ignorado o desplazado los planteamientos materialistas de Carlos Marx y Federico Engels respecto a la determinación humana dentro del mundo natural. Desde su punto de vista, cualquier socialismo no ecológico es imposible.
Los partidarios del ecosocialismo rescatan los planteamientos materialistas de Federico Engels y Carlos Marx, que reconocen la pertenencia de los seres humanos a la naturaleza y que descubren cómo la dinámica y las necesidades del capital terminaron por fracturar la relación de los humanos con la naturaleza.[1] El pensamiento de Marx, dice Matthew Huber: “es intrínsecamente ecológico: la ecología es, a final de cuentas, el estudio de la vida en todas sus relaciones. La ecuación ecológica fundamental para cualquier especie es cómo esta especie sobrevive a través de su consumo de energía y producción de residuos”.[2]
Para los ecosocialistas, los marxistas tradicionales se han propuesto abolir una forma específica de dominación entre humanos, pero ahora es muy claro como el capital amenaza no solo a la naturaleza humana, sino también a las condiciones naturales no humanas de las que depende la sobrevivencia humana. Así, los ecosocialistas puntualizan que el socialismo debe tener en cuenta que un crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas en un planeta finito es imposible. Discuten con particular énfasis el “productivismo”, un término que designa cualquier metabolismo social que no respete los límites de la sostenibilidad ecológica porque considera que la especie humana puede permitirse explotar a voluntad y sin límites los recursos naturales.[3]
A diferencia del marxismo tradicional, los ecosocialistas argumentan que no es suficiente transformar las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, sino que al mismo tiempo se deben frenar y transformar radicalmente varias fuerzas productivas que están contribuyendo al desequilibrio del sistema de la Tierra. En este sentido, es necesaria una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas; revolucionar el aparato productivo, transformar radicalmente su naturaleza.[4] Esto significa desaparecer algunas ramas productivas, por ejemplo, la pesca de arrastre, una técnica de pesca intensiva responsable de la casi extinción de numerosas especies marinas, la tala total de las selvas tropicales, entre otras.
El ecosocialismo propone una sociedad completamente distinta: con otras bases y objetivos productivos y distributivos, que nos liberen de las ideas y prácticas colonialistas, extractivistas, dominadoras y explotadoras. Para combatir la crisis ecológica y su componente climático desde la raíz, la crítica cultural al consumismo individual es necesaria, pero es insuficiente. Es necesario, dicen, ir más allá de la esfera de la circulación y consumo de las mercancías; es necesario ir a la raíz del problema, aventurarse en las “moradas ocultas” de la esfera de la producción de mercancías dentro del capitalismo: hay que centrar la atención en el qué, cómo, cuánto, dónde y para qué se produce. Esta corriente está lejos de ser homogénea en sus planteamientos concretos, pero que tiene como objetivo común una sociedad en la que se reemplace la microrracionalidad de la ganancia por una macrorracionalidad social y ecológica.
Sin embargo, partiendo de la urgencia de la emergencia climática, los ecosocialistas reconocen que no podemos esperar a una revolución socialista para comenzar a tomar medidas: “dado el estado de la izquierda a nivel global […] alcanzar el socialismo tomará demasiado tiempo. Así, la lucha por la adaptación y mitigación del cambio climático no puede esperar a la revolución”.[5] Por ello, proponen transitar mediante una democracia anti combustibles fósiles, una política climática para las mayorías, compuestas de la clase trabajadora.[6] Pero ¿quién forma la clase trabajadora en la actualidad? Matthew Huber sugiere una definición ecológica de clase trabajadora: “aquella clase social alienada de la naturaleza y obligada a sobrevivir a través del mercado”. Esta definición incluye también a los indígenas, amas de casa, campesinos y trabajadores del sector informal.
A grandes rasgos, esta transición tendrá que construirse de abajo hacia arriba; es decir, mediante el poder electoral que tienen las masas en la actualidad para elegir a sus representantes en las cámaras de diputados, senadores o en los parlamentos, no mediante una insurrección armada. Toda la clase trabajadora debe ser central para el desarrollo de una política social y ecológica justa. Sin su movilización será muy complicado exigir reformas estructurales en lo que transitamos a una sociedad con un modo de producción distinto; sin su participación los proyectos serán insuficientes y continuarán sometidos a los intereses del mercado, dentro de la misma lógica del capitalismo.
Para garantizar la participación social en esta transición se necesita generar una conciencia ecológica entre la clase trabajadora. Generar esa conciencia exige que las soluciones propuestas por los movimientos ecologistas vayan aparejadas de mejoras en la vida cotidiana de los trabajadores, no como una medida manipuladora para atraer su simpatía, sino porque en los hechos, “los intereses materiales de la clase trabajadora son intereses ecológicos, con raíces en la alienación de los medios de vida ecológicos: alimento, hogar, energía y más”.[7] Crear una conciencia ecológica implica también combatir la ideología que las clases dominantes han sembrado en nuestro pensamiento sobre el dominio e independencia de los seres humanos respecto a la naturaleza.
¿Cómo transitar a una democracia anticombustibles fósiles?¿qué se puede hacer en el corto y mediano plazo?, los ecosocialistas proponen una serie de planteamientos concretos que abordaré en otra ocasión.
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