“No intentes entender a México desde la razón.
Tendrás más suerte desde lo absurdo.
México es el país más surrealista del mundo”.
André Breton.
Las encuestas ubican al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con una aceptación del 59 por ciento, hasta finales de marzo (Mitofsky), cifra que indica que realidad es que la convocatoria del presidente y de su partido tiene una tendencia a la baja que ya lo ubica muy lejos de los 30.1 millones de sufragios con los que obtuvo el triunfo en los comicios de 2018.
Tres años después, en la elección intermedia para renovar el Congreso, celebrada en 2021, el partido oficial solo obtuvo 16.7 millones de votos.
En la consulta organizada en agosto pasado, para saber si los ciudadanos deseaban que se llevara a juicio a los expresidentes, apenas lograron una votación menor a los 8 millones. Para la solicitud de la encuesta de revocación de mandato, Morena, con toda la estructura de gobierno y los recursos que ello significa, solo obtuvo poco más de 11 millones de firmas, de las cuales el Instituto Nacional Electoral (INE), descubrió en muestreo un 25 por ciento de rúbricas apócrifas.
Morena y el presidente saben que en la encuesta que se realizará el próximo domingo, por sí mismos, no podrán lograr que el 40 por ciento de quienes están inscritos en el padrón electoral, que equivalen a una unas 37. 3 millones de personas con credencial vigente, acudan a votar para darle validez a la encuesta. Morena ha perdido capacidad para convocar a la gente para que participe en elecciones, que son las verdaderas encuestas.
¿Qué ha ocurrido en los casi 4 años que han transcurrido desde la elección para que el apoyo al presidente haya caído de manera tan estrepitosa? Una sola palabra responde a ello: desencanto.
Y cómo no encontrar arrepentidos cuando cualquiera puede ver que no hay idea, no hay un plan de gobierno sino puras ocurrencias y caprichos personales que derivan en malos resultados.
¿Quién que haya perdido un familiar o un amigo por la covid-19, puede tomar en serio a este gobierno que se desentendió tan displicente y negligentemente de la pandemia? Más 320 mil muertos después de los detente, remedio surrealista promovido por la máxima autoridad del país, no domaron la curva de la pandemia.
Las promesas de campaña se volvieron humo en los ojos: La venta del avión presidencial era una bandera con la que se señalaba el desmedido dispendio de recursos públicos en lujos de los gobiernos anteriores; hasta la fecha no se ha vendido y la rifa que no rifaba el avión fue un fracaso que no pudieron disimular. La nueva propuesta del presidente, una ocurrencia que raya en lo cómico, es que se alquile para eventos sociales, bodas y XV años.
El absurdo como premisa de gobierno, esa fórmula de la solución ilógica, la contradicción cínica y la mentira flagrante para crear “adversarios” y desviar la atención de los problemas reales del país.
López Obrador llega a la encuesta con escándalos de corrupción evidenciada en la que varios miembros de su familia son protagonistas. Ante eso, lo institucional es que “no somos iguales. Son aportaciones. ¿Cuánto gana Loret?”.
Llega a la encuesta del próximo domingo con los más altos índices de violencia en la historia del país y lo institucional es “fuchi caca. Abrazos no balazos. Pórtense bien”.
López Obrador llega al 10 de abril, también con los más altos índices de desempleo desde 2014. Y su respuesta institucional es tomar como buena señal el aumento de las remesas. Si sus acciones de gobierno tuvieran un sentido social y no electoral, repartir dinero no sería la prioridad.
Por eso sería lógico que la ciudadanía no acuda a las casillas, en señal de rechazo a la administración lopezobradorista que considera que gobernar no tiene ciencia. Es muy probable que el resultado sea desfavorable para el presidente, de nada le servirá culpar a España o pelearse con el comediante Eugenio Derbez.
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