Había una vez un pueblo muy lejano, conocido por todos como Querétaro, una provincia próspera y bien situada, pues conectaba el norte con el centro del reino, paso obligado para comerciantes, viajeros y todo aquel que deseara buscar nuevas tierras donde el futuro fuese mejor.
Aunque Querétaro parecía un lugar muy ameno para vivir, contaba con un gran problema: sus autoridades. Estas, encargadas de llevarlo por un camino lleno de fortuna y prosperidad, en lugar de esto, sólo se preocupaban por sus bolsillos, su estatus y su porvenir, olvidando durante muchos años a la gente del pueblo, que muy decepcionada ya se encontraba.
Cada tres y seis años era la misma historia: llegaba alguien nuevo que todo prometía: mejores transportes, mejores salarios, más vivienda, crecimiento de la economía, y todo lo que en sus campañas se les ocurría. Una vez en el poder, de todo esto se olvidaban, comenzaban a trabajar para ellos y para la gente que les rodeaba, y algunos de los gobernantes, al pueblo reprimían, encarcelaban y golpeaban.
Francisco Garrido Patrón es claro ejemplo de lo que aquí se habla. Transformando el centro del pueblo de forma muy estética, con bonitas calles, mucha limpieza y luces blancas para variar, engañaban al reino entero, pintando a Querétaro como el mejor destino para llegar.
Desgraciadamente, en su periferia vivía la verdad: casitas humildes sin luz eléctrica, agua potable, drenajes o calles pavimentadas. En Corregidora, El Marqués, Huimilpan y Pedro Escobedo lo podemos constatar, delegaciones enteras que durante muchos años han estado en el olvido, que son visitadas únicamente cuando se anda pidiendo el voto, y nunca más vueltas a ver cuando el nuevo gobernante ya se ha elegido.
La educación para los estudiantes es de pésima calidad, los empleos para sus padres, arduos y mal pagados, los precios de la comida rozan el cielo, y de la gente de la Sierra Gorda ni hablar: Landa, Pinal y Jalpan en olvido total; Cadereyta, Tolimán, Colón y Peñamiller, sin agua para beber.
Este crudo cuento es pura realidad, y ahora en 2024, lo piensan replicar: alcaldías y diputaciones se piensan postular, nuevamente las promesas al pueblo van a llegar, una vez más, cual canto bello que te hace suspirar, se convencerá al pueblo para que salga a votar.
Tarea importante tenemos ahora los que este cuento hemos leído: evitar a toda costa que la historia se repita, no caer en cantos de sirena como en el pasado hemos hecho, sino luchar a contracorriente para que todo lo malo de Querétaro podamos cambiar.
Querido lector, hablo con total franqueza, y aunque todo lo que intentamos explicar aquí parece cosa de gracia y que a los queretanos no nos debe preocupar, la realidad nos dice que sí debemos tomar total seriedad ante la situación en la que nos encontramos.
En el estado, se vive y casi llega a su fin un proceso electoral muy importante pues, muchos cargos públicos se volverán a elegir, por lo que nuestra participación será de suma importancia.
Aquí me dirijo a todos los antorchistas, pero también a los ciudadanos que no están afiliados a nuestro movimiento, y es que nuestra entidad sí podría ser mucho mejor si el principal interés de nuestros gobiernos fueran los ciudadanos.
Es nuestra tarea trabajar desde hoy para que los próximos gobiernos y gobernantes sean verdaderos ciudadanos de nuestro estado, la gente que entiende el sufrimiento; lograr poner un gobierno que no descanse hasta resolver todos los problemas de Querétaro.
A esto los llamo yo: a cerrar filas y convertir nuestra tierra en una mucho mejor, a punta de trabajo arduo e incansable, de la mano del Movimiento Antorchista.
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