René Descartes inauguró una nueva era en la filosofía, expuso que el conocimiento adquirido a través de la filosofía podía ser usado para dominar la naturaleza y proporcionar una base racional para entender el mundo. Este enfoque confiaba en la obtención de leyes universales para establecer verdades necesarias. Desde esta perspectiva, Descartes señaló la importancia de la búsqueda de verdades claras y distintas para obtener un conocimiento sólido que llevase a la toma de decisiones correctas. Sin embargo, Descartes reconocía que los sentidos pueden ser engañosos, lo que lleva a dudar de los deseos y percepciones que se originan de ellos.
Al respecto, el filósofo propuso una “moral provisional”, que consistía en un conjunto de principios para guiar la acción mientras se busca un conocimiento más sólido. Esta moral provisional exige del ser humano una personalidad resuelta que se mantenga constante, aun cuando las decisiones tomadas se basen en fundamentos cuestionables. Descartes creía que actuar con firmeza y determinación es crucial para navegar por la incertidumbre, a pesar de no tener certeza absoluta sobre los conocimientos generales del mundo.
Para Descartes el sentido común está repartido equitativamente pero esto no debe alegrarnos de modo tan sencillo, pues también tiene un lado trágico
La propuesta cartesiana subraya la importancia del sentido común como la base para actuar correctamente. Aunque el sentido común es equitativamente repartido, no todos lo usan de la misma manera, lo que lleva a bifurcaciones en el camino de la vida y frecuentes errores. Los juicios correctos deben basarse en la reflexión y la experiencia histórica para elegir el mejor camino, aunque quepa la posibilidad de que éste sea más largo.
La propuesta moral cartesiana es una alternativa para hacer frente a nuestra ignorancia, más que describir el modo en el que el ser humano virtuoso debe vivir; no contiene, pues, reglas estoicas o algo por el estilo. O sea que la forma de vida que Descartes propone es ad hoc esencialmente a nuestra ignorancia y a su vez es nuestro modo de combatir la misma. Buscamos lo que creemos bueno y somos hostiles ante lo que consideramos que es malo. No podemos detener el deseo que nos impele a lo que es bueno; cuando percibimos clara y distintamente algo que para nosotros es bueno, vamos tras de aquello: lo claro y lo distinto es la mejor razón para desearlo, y actuamos de acuerdo con eso, según las declaraciones de Descartes:no habría podido limitar mis deseos y estar contento si no hubiera seguido un camino por el cual pensaba, no sólo estar seguro de adquirir todos los conocimientos de que fuere capaz, sino también todos los verdaderos bienes; pues no determinándose nuestra voluntad a seguir o evitar cosa alguna, sino porque nuestro entendimiento se la representa como buena o mala, basta juzgar bien para obrar bien, y juzgar lo mejor posible para hacer también lo mejor, es decir, para adquirir todas las virtudes y juntamente con ellas todos los bienes que puedan adquirir; y cuando uno tiene la certidumbre de que ello es así, no puede dejar de estar contento. (René Descartes, Discurso del método, Tercera parte, p. 116)
Descartes, sin embargo, duda de esos deseos, pues son percibidos por nuestros sentidos y nuestros sentidos nos engañan, ¿por qué no podríamos esperar que nuestros deseos también nos engañen? La única manera de salvarnos de esta ignorancia está propuesta en la segunda máxima de su moral provisional: ser tan resuelto como sea posible y estar en acción constantemente una vez que se ha tomado una decisión, incluso si ésta tiene fundamentos cuestionables, incluso estando ciertos de que nunca tendremos una verdad definitiva, pues “nuestra virtud es la firmeza de esa resolución.”
En un primer momento podemos creer que hemos llegado o que podemos llegar a un conocimiento claro y distinto del bien, sin embargo, si así fuera, “éste conferiría orden a nuestra acción. Como carecemos de este conocimiento sólo la firme determinación de la voluntad para ser constante puede crear el orden.” Tras estas características, a partir de nuestra reflexión para elegir lo que nos parezca claro y distinto, no tendremos remordimientos ni nada que reprocharnos. La moral provisional es necesaria para vivir mientras se construye un método nuevo que sí busca verdades, al encontrar verdades podremos juzgar bien, y al juzgar bien, obrar bien.
El obrar bien, pues, está precedido necesariamente por un buen juicio. Para Descartes el sentido común está repartido equitativamente pero esto no debe alegrarnos de modo tan sencillo, pues también tiene un lado trágico: no todos lo utilizan de la misma forma, contribuye a que la vida de cada ser humano se bifurque en tantos puntos y a que se yerre con frecuencia.
Los juicios que hagamos deben partir de nuestra historia, de la reflexión que hagamos acerca de cada camino que podemos tomar: se debe “aplicar bien el sentido común, identificar camino seguro –sin importar que sea el más largo- para moverse en el mundo, constituye, pues, la indicación de una tarea, pero comprende a la vez un juicio histórico.” Aquí cobra sentido lo que expone al principio este texto: no hay una exclusión histórica pese a que el texto cartesiano es metafísico. La provisionalidad práctica incluye una profunda reflexión subjetiva, “la experiencia histórica no cierra, sino que abre el camino a un discurso sobre el ser.” La experiencia histórica demuestra que se requiere un nuevo método, una nueva reflexión.
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