En nuestros días podemos observar como cualquier intento de organización por parte de los trabajadores es sinónimo de declararle la guerra al gobierno tanto estatal como al federal representado por Andrés Manuel López Obrador. La muestra es que, en Puebla, si algún grupo de trabajadores se organiza y protesta en defensa de sus derechos, no es bien visto por el gobernador del estado, Miguel Barbosa, quien no duda en ordenar a la fuerza pública que mantenga el orden.
Así ha pasado en las últimas protestas de maestros que se han asomado en la Secretaría de Educación del Estado para ser escuchados y atendidos por las autoridades administrativas que pueden dar una solución a quienes protestan, en lugar de una respuesta, encuentran a la fuerza pública lista para actuar quienes a pesar de ser trabajadores como los docentes, tienen que obedecer órdenes de quien les paga bajo la pena de ser despedidos en caso de incurrir en una desobediencia.
Los docentes, desde 1943, cuentan con un sindicato que,según sus estatutos, establece la defensa de los trabajadores, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), desde entonces ha jugado un papel fundamental para el aglutinamiento y organización de los maestros, pues uno de sus principios es velar por la mejora del Sistema Educativo Nacional, la calidad educativa que se ofrece a todos los niños de México y las adecuadas condiciones laborales de todos sus agremiados.
A 79 años de su fundación y de ser reconocido como uno de los sindicatos más grandes de América Latina se ha visto que hay disparidad entre lo que establece en sus estatutos y lo que se realiza en las aulas en las diversas regiones del estado. Los trabajadores de la educación tienen necesidad de organizarse y luchar por demandas que por años han estado presentes, destacan el pago de docentes frente a grupo, pago de horas en el nivel secundaria, mejora de la infraestructura escolar y equipamiento para mejorar la atención de los alumnos, además de pedir cursos con validez oficial y posgrados que garanticen empatar el sistema educativo mexicano con países cuyo desarrollo es notorio debido a la inversión que hacen sus gobiernos al rubro educación.
En México ocurre un fenómeno contrario, al presentar el Presupuesto de Egresos de la Federación 2023 (PEF) se observa que no se le aporta el recurso económico necesario para mejorar al sistema educativo, sino que se hacen recortes fuertes a temas como la investigación educativa y equipamiento escolar sobre todo en zonas rurales. Cierto es que la pandemia puso al descubierto la verdadera cara de los países, y aunqueben todos hubo atraso, en México se agudizó la deserción escolar y el ausentismo, el cual se encuentra entre el 15 y 20 por ciento. La llamada eficiencia terminal no se alcanza y la escolaridad del mexicano es apenas de educación secundaria, muy por debajo de otros países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de estos países México se encuentra entre los últimos.
Como sistema educativo mexicano, hemos pasado por tres reformas educativas en 20 años, cada gobierno federal le hace cambios y ajustes para alcanzar una educación de calidad, de excelencia y ahora humanista. En estos 20 años se han imitado modelos educativos como el finlandés, el japonés, el estadounidense, dadas las condiciones sociales y culturales de los mexicanos, ni uno ha funcionado, con ninguno de los cambios experimentados se ha alcanzado la meta planteada que es materializar el lema que tiene como meta la UNESCO para el 2030, “educación para todos, sin discriminación, incluyente y basada en los derechos humanos”, a ocho años de llegar a 2030, esta meta en nuestro país se ve muy lejana, no porque los maestros se nieguen a alcanzarla, sino porque no tienen los medios ni la confianza, por parte de las autoridades, para que se concrete esta meta mundial.
En tanto, los docentes estén divididos como gremio será difícil alcanzar las metas planteadas y, peor aún, no se aplica el lema del SNTE “Por la educación al servicio del Pueblo”, por una parte porque el contubernio oficial-sindical deja fuera la participación de muchos maestros que tienen la inquietud de lograr cambios en sus escuelas y de buscar la mejora educativa en las comunidades donde laboran.
Mientras los gobernantes vean a los maestros como revoltosos sin escucharlos y apoyarlos en la solución de sus demandas, será difícil lograr la excelencia que reza el artículo tercero constitucional. Para lograr el anhelado cambio no hay otro camino que organizarse, trabajar bajo la búsqueda del bien común y exigir que haya respeto hacia el gremio que puede hacer posible que las condiciones de nuestro país cambien, necesitamos que haya capacitación profesional que esté a la par de las exigencias mundiales y es necesario dejar de ser un sistema educativo en fase de experimentación permanente, es necesario y urgente que México le entre a competir con países que invierten el ocho por ciento de su producto interno bruto a educación, si todos los maestros sindicalizados comprenden la necesidad de trabajar bajo el mismo principio, compartirán con nosotros el sentir del pueblo rural, el que ha estado olvidado y solo es visto como fuerza de trabajo para servir a quienes hasta el día de hoy han manejado todos los aspectos de nuestro país, desde la información hasta el deporte, la cultura, la política, la economía y la educación.
Es necesario saber que los docentes rompan las cadenas ideológicas mediante la formación de un individuo consciente y atento a las necesidades de su pueblo, que esté politizado y que opine de temas de relevancia comunitaria, que sea consumidor de información útil para cambiar el rumbo de las condiciones sociales y que esté dispuesto a ser parte del agente de cambio que con la misma emoción que se grita gol en un partido de soccer, del mismo modo grita nuestro país clamando desarrollo.
Se vienen cambios en la sección sindical de Puebla, esperamos que quien tome las riendas de la Sección 23 sea alguien que vea en los maestros el potencial necesario para hacer este sistema educativo debilitado, la fuerza de empuje que requiere México para salir del atraso.
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