Recientemente, el 4 de enero, se celebró, como cada año, el día del periodista. Sea dicha la verdad, esta fecha pasó casi inadvertida, y creo que esto es así porque, desafortunadamente, es poco reconocido y valorado el importante papel y labor que juegan los periodistas, para informar a la sociedad sobre el diario acontecer político, económico y cultural. Aquí hablo del periodismo serio, veraz, objetivo e imparcial, que escasea en estos tiempos, desafortunadamente. Información que le sirve al ciudadano de a pie para conocer la realidad social y económica en que se desenvuelve, y de esa manera pueda tomar decisiones para poder participar, de decidirse, en las soluciones de los grandes problemas nacionales que le afectan.
Pero, ¿por qué es poco valorado el papel del periodista? Es (no pienso descubrir el hilo negro ni mucho menos) porque muchos periodistas, con sus honrosas excepciones, claro está, en muchas ocasiones venden, trafican, la información, pues “la información es poder” y se ha convertido en mercancía. En muchas otras ocasiones tiene que seguir a pie juntillas el boletín oficial, aunque la realidad vaya en sentido contrario; en otras da la nota que se convierte en “periodicazo” a un político, a un candidato o a un personaje famoso al que se quiera dañar. El periodista no goza de independencia como se cree generalmente. No es dueño de las maquinas rotativas, del local o la materia prima con que se elabora el periódico; no es dueño del costoso medio televisivo o digital; el periodista es un simple asalariado más que sobrevive a duras penas con lo que percibe, y tiene que plasmar en sus trabajos periodísticos no un trabajo resultado de una investigación seria, profesional, de campo, que refleje lo más fielmente la realidad, sino lo que le dicta, la “línea” del periódico, es decir, lo que le dicta los intereses del dueño del periódico, y del grupo económico y político al que obedece, y que lo pondría de patitas en la calle de salirse un ápice de lo que quieren que se diga los dueños del medio de comunicación en cuestión. En su artículo “Prensa y Verdad” el ingeniero Aquiles Córdova, dice entre otras cosas en relación a fin de que el periodista sea más independiente en su labor: “… el periodista debe alcanzar un estatus social que le permita vivir con decoro y sin apremios, de su profesión, sin tener que vender la pluma o la conciencia para completar el gasto de la familia”.
Debemos decir que la inmensa mayoría de los medios de comunicación, sea prensa escrita, sea radio o sea televisión, y ahora medios digitales, dan la información a la sociedad civil (por ejemplo, cuando se habla de lo que sucede en Venezuela o Nicaragua, o, no vayamos tan lejos, lo que sucede, verdaderamente, con el fenómeno migratorio en nuestro país) de una manera sesgada, parcial, poco objetiva ¿Y por qué esto? Pues porque estos medios de comunicación privados, tienen y obedecen a sus intereses muy particulares, y a los intereses de grupos poderosos económica y políticamente a los que representan. Dentro de ellos está el mismo gobierno federal que controla muchos medios de comunicación mediante pagos de publicidad (el 52% del gasto en publicidad del gobierno se concentra en 10 medios en el 2020, Forbes, México). Estos grupos de poder no están interesados en que se dé a conocer la verdad sobre lo que acontece en el país, muy al contrario: están interesados en que se deforme la realidad, pues decirla, creen ellos soliviantaría al menesteroso, le abriría los ojos, le mostraría que la realidad tal cual y crearía inconformidad.
Ernesto “Che” Guevara, médico de profesión, quien fue un revolucionario a carta cabal y que junto con Fidel Castro encabezó la revolución cubana, triunfante el 1 de enero de 1959, fue un revolucionario ejemplar, hombre consecuente, comprometido con los pobres, y comprometido con la verdad; fundó en la Sierra Maestra no solo escuelas y clínicas para los campesinos sino también una emisora radial llamada Radio Rebelde, donde se informaba a los cubanos sobre lo que acontecía realmente en Cuba y el mundo, información que callaba la dictadura de Fulgencio Batista, sobre sus asesinatos, sobre su sumisión al imperialismo gringo... Ese es el ejemplo a seguir para el periodista: informar fielmente, con independencia, sobre la realidad para denunciar toda dictadura, como la que hoy se da en México, donde un solo hombre, Amlo, decide todo, ataca instituciones, organizaciones de la sociedad, decide el gasto social no sobre lo que requiere la sociedad sino para perpetuarse en el poder.
Sabemos que, en México, el periodismo serio, aquel que busca dar a conocer la verdad de los hechos, por crudos y grises que sean, muchas veces a riesgo de ser perseguido, es escaso como las pepitas de oro. Y esto no debe extrañar a nadie sabedores que vivimos en una sociedad profundamente injusta y dividida en clases sociales. La sociedad debe apoyar al periodismo serio y reconocer su valiente labor, porque éste será quien sea su caja de resonancia para hacerse oír ante las injusticias que se cometen.
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