Si la esencia de la educación es la transformación del hombre; entonces, el docente, inevitablemente, es un agente de cambio.
En los tiempos más remotos, la función de la docencia fue la transmisión de los conocimientos imprescindibles para la supervivencia del hombre, como la caza y la pesca, por lo que los encargados de la misma eran los más experimentados, los que tenían más edad, empíricamente maestros. Posteriormente, en las sociedades primitivas, lo que fue necesario enseñar, fueron las tradiciones y la religión, por lo que los maestros eran parte del clérigo. Más tarde, la enseñanza de la lectura y escritura. Después enseñar oficios; luego instruir la personalidad de los menores.
Y llegado el siglo XX, la enseñanza para la paz fue su labor, y en el siglo XXI, su papel es fundamental para crear sociedades más libres.
Es claro por el apretado y mal hecho resumen de la historia de la docencia y la tarea del docente que me atreví a hacer aquí, que el papel del docente en la transformación de la sociedad es innegable, que ha sido una pieza clave en el desarrollo histórico de la sociedad. Siempre generando el progreso,
Por lo que, la historia nos enseña que el docente ha tenido características fundamentales, su carácter de servicio, el contacto cercano con el pueblo que educa, la vanguardia intelectual, y que su función y tareas concretas marchan al ritmo de la historia.
Es por eso importante analizar qué sociedad tenemos actualmente para distinguir cuál es el papel actual del docente. Y por lo que vemos, no es tan difícil darse cuenta que al solo existir dos clases sociales, existen dominadores y dominados, y los primeros deciden las condiciones de los otros, generándose así una tremenda injusticia social, porque mientras unos pasan su vida trabajando y generando riqueza, los otros pasan su vida apropiándose de la mayor parte de esas riquezas.
Este modelo económico, que no es eterno, ha generado que, en nuestro país, tan abundante en riquezas naturales, 55 millones 700 mil habitantes padezcan pobreza, lo que equivale a un 43.7%, casi la mitad de la población (Inegi). Que en pleno siglo XXI, 37.5 millones de mexicanos no cuenten con acceso a los servicios de salud pública. Que los muertos por covid-19, asciendan a 454 mil 509 personas, más de lo que las cifras oficiales manejan, y que aún no se tenga el control de la enfermedad, pues los contagios no se han detenido, sino disminuido, además de no darle seguimiento a las fatales consecuencias que asesto en la salud de los mexicanos, como ansiedad, depresión, dificultades respiratorias, entre otras.
Otro dato, muy grave, es el de la violencia pública, pues hemos alcanzado porcentajes exagerados, como por ejemplo en feminicidios, con 17mil 776 mujeres asesinadas desde 2018, más de 3.500 cada año, 300 al mes, 10 al día (El País). En cuanto a homicidios dolosos, en este año tan solo en los dos primeros meses, sumaron 4 mil 192 muertes, la mayor cifra en los últimos dos sexenios. (Infobae) En cuestiones económicas, fundamentales para la superación para el país, estamos también en gravedad, pues la inflación ha llegado ya al 7.91% en el mes de febrero, la población está sufriendo terribles consecuencias por ello, pues lo que más afecta este fenómeno es la alimentación, vital para todos. No alcanzan los salarios para comer dignamente, no se completa para la canasta básica de alimentos.
En educación, el daño no es menor, pues a pesar del avance tecnológico todavía existen cuatro millones 456 mil 431 de personas que no saben leer ni escribir. Lo más trágico de este panorama es que todos estos porcentajes y sus consecuencias se han normalizado tanto, que ya a nadie escandalizan, y mucho menos, hay interés por cambiarlo, pues se cree que así es y así será porque sí, sin encontrar razones lógicas y convincentes de lo contrario.
Con este panorama, es claro que nuestra sociedad está enferma, y existen razones profundas para entender por qué, y creo que ahí es donde está la función primordial del docente como agente de cambio.
Así como en el pasado, es el docente quien debe sembrar en el pueblo, los conocimientos que requiere para su progreso, y si en el pasado , fueron conocimientos básicos para la supervivencia, después para asentar la ideología social, y luego para generar oficios y conductas de la personalidad ; hoy vemos que lo urgente y necesario es educar para libertad, para liberar a todos los que hundidos en la ignorancia, creen que nuestra sociedad sufre porque es natural, porque no conocen las raíces del problema, porque no saben de la leyes que rigen el movimiento social, pero no porque carezcan de inteligencia ni habilidades, sino porque así lo ha decidido ya la clase que nos domina.
Entonces, el maestro de hoy en día no puede estar separado del pueblo al que va a educar, no debe sentirse ajeno a él, sino por el contrario, ser parte importante, sentirse y saberse parte del grupo desprotegido, para unirlo, organizarlo en beneficio de su progreso.
El maestro de hoy tiene la tarea histórica de transformar la sociedad, de crear al hombre nuevo. Según Freire, la educación debe partir de la realidad, lo que implica aceptar el reto de su transformación en razón del bien común y no de intereses egoístas. Esa es la magistral tarea, transformar, con bases sólidas, con argumentos y con las leyes que prueban el movimiento de la sociedad.
Es, pues, el maestro y su tarea, la diferencia entre ignorancia y conocimiento, entre opresión y libertad. Es el maestro de un valor social imprescindible.
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