El pasado 6 de junio del presente año, vivimos las elecciones más grandes de la historia de nuestro país; en las 32 entidades federativas se realizaron elecciones locales concurrentes con la federal, donde debieron participar 92.4 millones de ciudadanas y ciudadanos. En todo el territorio nacional, se instalaron más de 163 mil casillas que requirió la participación de más de 1.4 millones de ciudadanos y la contratación de casi 7 mil supervisores electorales y 41 mil capacitadores electorales
Aunque aún no conozco la cifra oficial del total de mexicanos que se abstuvieron de ejercer este derecho civil y político -que en 1997 fue del 42.33 por ciento de un padrón de casi 53 millones de electores, en el 2009 el abstencionismo rondó el 55 por ciento y en el 2015 se ubicó en un 52 por ciento-, algunos analistas proyectaron un abstencionismo del 50 por ciento a nivel nacional.
Si fueron las elecciones más grandes de la historia de nuestro país, ese grado de abstencionismo revela el hartazgo que la ciudadanía siente por este tipo de procesos, y aunque el árbitro nacional haya declarado de manera triunfalista que “La democracia mexicana no es, no ha sido, ni será una víctima más de la pandemia, ésta, además, será una de las elecciones más vigiladas de los tiempos recientes”; no podemos dejar de observar nuevamente el fracaso del sistema político -que necesariamente está relacionado con el fracaso del sistema económico actual-, existente en nuestro país.
Nuevamente, la mitad de la población está cansada de observar las pasarelas de candidatos y candidatas, de los 12 partidos políticos que participaron y quienes se desviven dirigiendo discursos elocuentes a sus seguidores donde prometen la luna y las estrellas y más, si son favorecidos con los votos de la ciudadanía, abrazan y apapachan a sus entusiasmadas audiencias; pero que cuando llegan al ansiado puesto de poder, ya no regresan a las casas, calles y lugares públicos que recorrieron durante su campaña.
La otra parte, quizás la más preocupante, es que ese 50 por ciento de la población, que sí participó, lo hizo, en una buena parte, sin reflexionar, sin analizar, a quién le otorgaba su voto.
A pesar de que varios o muchos medios de comunicación, revistas de análisis político, con alto grado de objetividad -Buzos de la noticia, Radio ABC, diario Reforma, y muchos más-, advirtieron a la población del peligro de seguir votando por Morena y sus partidos aliados o satélites (PT, PVEM, PES, RSP, Fuerza por México, etc.), pues corremos el gran riesgo de consolidar una dictadura encabezada por Andrés Manuel López Obrador o algún sucesor suyo, quien ha hecho lo posible por controlar a los otros 2 poderes federales de nuestra nación: al poder judicial influyendo directamente en la designación de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que apoyen las principales decisiones jurídicas que le den sustento y respaldo a las reformas constitucionales que empezó a realizar para consolidar un poder unipersonal; con la misma finalidad, controlar la mayoría calificada en el Poder Legislativo federal, que equivale a tener controlada a las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, el 66.6 por ciento de 500 diputados; es decir, 333 diputados; para poder proponer y aprobar todas las leyes y reformas a nuestra constitución que le permitan tener ese control absoluto del poder político de nuestro país, para consolidar el modelo económico neoliberal.
Esto es, garantizar y consolidar las condiciones para que el sistema, que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, existente en nuestro país, se perpetúe por muchos años más en México.
Éste es el verdadero peligro y el gran reto que se deriva de esto, la verdadera tarea que se impone a quienes anhelamos lograr una sociedad más justa y equitativa, no de ahora, sino desde hace varias décadas, pero sí con mayor urgencia en los días que corren; es trabajar y luchar con mayor ahínco, con mayor inteligencia y abnegación, para despertar y liberar la conciencia de los más de 50 millones de mexicanos que están atrapados en la apatía, en la desesperanza y en la enajenación en la que se encuentran sometidos, por la influencia de los medios de información que apoyan la actuación gubernamental -por ejemplo, la mañanera de AMLO, los “análisis” y comentarios de los “youtubers”, columnistas, etc.,- que apoyan a la actual administración federal.
A groso modo, esto más el uso indiscriminado de los programas asistencialistas de apoyo a las personas de la tercera edad, a los “ninis” -jóvenes que ni estudian ni trabajan, pero que sí votan-, apoyo a campesinos con el programa de sembrando vida, créditos a la palabra, apoyos con vivienda con un valor hasta de 90 mil pesos, entre los más conocidos. Sin dejar de mencionar la compra descarada de votos y el turismo electoral y demás triquiñuelas que criticaban al PRI y al PAN, que, al lado de Morena, se ven ahora como verdaderos aprendices.
A pesar de lo anterior, afortunadamente, a Morena no le alcanzó para tener la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, no obtuvo más que 20 millones de votos aproximadamente, de los 30 millones de votos obtenidos en la elección presidencial pasada, es decir, solo obtuvo las 2/3 partes de la votación anterior.
Esto quiere decir, que no todo está perdido y que existe una verdadera esperanza de desenmascarar al falso mesías, al dizque redentor de los pobres, para que muestre su verdadera esencia, que es, el de ser un alfil más del ajedrez del poder, donde las reinas y reyes, son los empresarios más encumbrados de este país junto con sus aliados extranjeros, principalmente estadounidenses.
Es posible que la desesperación que debe estar experimentando AMLO y sus aliados, al no tener una aplastante victoria en estos recientes comicios, al perder la mitad de las alcaldías de la ciudad de México, su principal bastión político, los lleven a iniciar procesos de represión y de cacería de brujas a sus principales opositores políticos y competidores económicos para tratar de revertir este proceso de debacle en la que ya se encuentra la mal llamada 4T.
La mejor manera de enfrentar estas posibles embestidas es seguir organizando, informando y concientizando, cada vez, con mayor eficacia y amplitud, a los grandes sectores sociales que constituyen la fuerza laboral que producen la riqueza de este país y que participan en la actividad económica de este país.
Debido a lo anterior, los antorchistas de Quintana Roo, nos preparamos y aprestamos a reiniciar la lucha por las demandas pendientes de resolver, que fueron planteadas y acordadas directamente con el gobernador del estado, contador público Carlos Joaquín González.
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