Hace un mes, precisamente el 5 de marzo, los antorchistas de Córdoba instalaron un plantón frente al Palacio Municipal de esta ciudad, un acto de protesta legítima y pacífica que fue resultado de la insensibilidad del alcalde Juan Martínez Flores y de la mayor parte de su comuna, quienes por tres años consecutivos dejaron fuera del presupuesto público una serie de obras y servicios básicos que miles de colonos y estudiantes humildes necesitan urgentemente en sus colonias y en sus escuelas, mismas que les fueron planteadas por escrito tan pronto asumieron el poder municipal.
Los antorchistas, aunque humildes y modestos, saben muy bien que cuentan con derechos fundamentales garantizados por la Constitución General de la República, la máxima ley del país, mismos que fueron conquistados a través de las armas por los mexicanos de otras épocas y también saben muy bien que las autoridades, como simples funcionarios públicos que son, están obligadas a respetar y garantizar el ejercicio de tales derechos.
El plantón antorchista no persigue fines ocultos: brotó de la necesidad concreta y se mantiene por el respaldo que le brindan las clases trabajadoras y humildes.
Tienen claro, por ejemplo, que el artículo 4º de la Constitución General les otorga el derecho a contar con un lugar donde construir una vivienda y también el derecho de que en sus colonias existan los servicios básicos y la infraestructura urbana necesaria para que cuenten con una vida digna. Ninguna autoridad puede conculcar estos derechos.
Además, los antorchistas también tienen plena conciencia de que gozan de los derechos de petición, organización y protesta pública, consagrados en los artículos 8º y 9º constitucionales, y que, por tanto, al estar plantados un mes frente al palacio municipal no cometen ninguna acción ilegal.
Nuestros compañeros también sostienen su protesta pública amparados en el hecho de que son mexicanos trabajadores y honrados que cumplen con su obligación de aportar al presupuesto público pagando los impuestos necesarios y, particularmente, las obligaciones fiscales que les impone el Gobierno municipal: predial, pago de agua, recolección de basura, etcétera.
Y así podríamos continuar, dando argumentos para demostrar que no cometemos falta alguna y que es obligación de las autoridades resolver las peticiones de la gente.
Juan Martínez y compañía no tiene manera de probar que no tenemos la razón; por ello, él y sus compinches han hecho de todo para deslegitimar el plantón por las malas, pues este goza de la sobrada simpatía de la opinión pública.
El alcalde y la síndica se han pasado un mes entero denostando y calumniando a los antorchistas pagando a pseudo “periodistas” que venden su pluma al mejor postor, obligando a los trabajadores del ayuntamiento a crear perfiles falsos en las redes para difundir mentiras, fabricando falsas agresiones a funcionarios y demandando judicialmente a los dirigentes antorchistas.
A pesar de todo, esta sucia campaña les ha dado pocos resultados: ni los antorchistas se han desmoralizado ni la opinión pública ha volteado su apoyo a favor del alcalde y sus secuaces.
Esta actitud ya permite ver que la cerrazón de las autoridades municipales se mantendrá largo tiempo y aún con las dificultades que ello implique, también nuestros compañeros se disponen a mantener el plantón por el tiempo que fuere necesario.
Es una actitud valiente y digna, que debe ser reconocida por toda la clase trabajadora de Veracruz y del país, una actitud que dejará una gran lección al pueblo de Córdoba, víctima principal del mal gobierno de Juan Martínez y la camarilla de ineficaces y ambiciosos que lo rodean. Conforme más pase el tiempo, el plantón antorchista se convertirá en un símbolo de que en Córdoba se gobierna mal y, tarde o temprano, le cobrará seria factura al alcalde y a su partido político.
Nada de lo que denunciamos los antorchistas es una mentira o una exageración. No es mentira que las calles de la ciudad de Córdoba se encuentran destruidas y que las autoridades no las arreglan; tampoco es un invento de los antorchistas que existe una profunda crisis por falta de agua potable en el municipio, donde existen comunidades en la sierra a las que el vital líquido deja de llegar por más de dos meses.
No es falso que Córdoba sea, bajo la administración de Juan Martínez, una de las ciudades más inseguras y violentas del estado y que, en el colmo de la ineficacia, el dinero etiquetado para atender estos y otros problemas no se utilice, sino que se regrese al Gobierno federal. Tan solo en el año 2022, el Gobierno municipal devolvió 90 millones que bien se pudieron utilizar para resolver algunas carencias de los cordobeses.
Por si fuera poco, al alcalde de Córdoba y a sus colaboradores cercanos se les acusa, no por los antorchistas, sino por la opinión pública, de estar robándose el dinero para financiar sus aspiraciones políticas y, en el caso de Juan Martínez, para acrecentar su cadena de hospitales y clínicas privadas en la región.
Es irónico, por cierto, que mientras el negocio privado de la salud crece lucrativamente para favorecer a Juan Martínez, se acaba de informar en los medios de comunicación que el IMSS no construirá el hospital pediátrico y oncológico que se tenía proyectado desde hace algunos años en Córdoba, porque el Gobierno municipal no donó un terreno adecuado para edificar el nosocomio.
Se trataba de una inversión de más de mil 200 millones de pesos, cuyo destino ahora es totalmente incierto. Una verdadera pena para los cordobeses.
Así pues, el plantón antorchista no es resultado del capricho personal de nadie y tampoco persigue fines ocultos: brotó de la necesidad concreta y se mantiene por el respaldo que le brindan las clases trabajadoras y humildes de Córdoba, mismas que en su mayoría se encuentran en descontento contra el mal gobierno de Juan Martínez y los morenistas.
En estos días ya se están intensificando las acciones de protesta; se están realizando pequeñas marchas en la ciudad de forma diaria, como preparativo de una próxima movilización multitudinaria.
Seguramente esto provoca algunas afectaciones inevitables a la ciudadanía, a quienes ofrecemos, por tanto, una disculpa sincera, pero al mismo tiempo queremos que entiendan la gran lección que queremos darles los antorchistas: sólo el pueblo organizado y consciente puede poner freno a los abusos y a la ambición desmedida de los poderosos; sólo las clases trabajadoras organizadas y en lucha podrán construir una patria mejor para todos.
Si muchos más cordobeses humildes comprenden esta gran verdad, los antorchistas habremos ganado mucho con nuestro plantón.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario