MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En Hermosillo, otra vez las viejas tácticas

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En su largo peregrinar tocando puertas en busca de encontrar soluciones a sus carencias, desde hace muchos años los humildes organizados han encontrado que una respuesta preferida de muchos funcionarios insensibles es la de aparentar desconocimiento de los asuntos planteados por los solicitantes, aun cuando sí los conozcan y tengan todos los elementos y antecedentes para estar bien enterados. Fingir ignorancia es una estrategia de “atención” política muy antigua que los antorchistas más viejos conocen perfectamente porque han recibido ese tratamiento incluso desde antes de que muchos funcionarios actuales nacieran: decenas de políticos han respondido así a los antorchistas a lo largo de nuestra existencia y ello ha mostrado a muchos ciudadanos que asisten a las gestiones antorchistas el verdadero carácter de varios gobiernos.

El esquema básico de la treta es el mismo: el funcionario designado para atendernos se presenta frente a nosotros diciendo que tiene un mundo de tareas que resolver, pero que ante nuestra insistencia —vencer la negativa a recibirnos es otro asunto que no es materia del presente escrito— ha tenido la gracia de darse un espacio de su tiempo para atendernos y, aparentando inocencia y candidez, pide que le hagamos el favor de enterarlo de nuestro asunto. No importa en ese momento que los solicitantes hayan ingresado su petición hace meses, que tenga el sello de recibido, que hayan ido cientos de personas y comisionados a entregar dicho documento, que su jefe principal lo haya recibido en un evento público y publicado por la prensa que promete soluciones, que diversas comisiones de vecinos hayan ido varias veces previamente a las oficinas del funcionario designado a preguntar cómo va su asunto, que se haya vuelto a enterar a la prensa de los supuestos avances, que diversos funcionarios menores hayan dado pormenores de los mismos, incluso de instrucciones precisas de cómo resolver, etc. Nada de eso vale ni cuenta: con sangre fría, a veces con una sonrisa de pasta dental y a veces con evidente enfado, el funcionario designado para torear a los humildes inicia por poner sobre la mesa de las negociaciones el desprecio y el desdén hacia los asuntos populares.

Pero el objetivo que hay detrás de esta actitud es político: se trata de debilitar la actividad de los grupos solicitantes, de restarles fuerza para que su reclamo sea más débil. Se trata de poner a los humildes —que se atreven a organizarse y a reclamar unidos la desatención a sus demandas— en un juego ya jugado. Como si a un equipo de futbol que ya ganó todas las eliminatorias, en lugar de jugar la final lo pusieran a competir desde el principio otra vez. Es natural que tamaña ofensa cause indignación y el funcionario torero espera pacientemente que los solicitantes se desesperen, que respondan ofuscados a la trampa que les tiende para provocarlos y al más mínimo reclamo el político provocador responda “ofendido” y dé por terminado el diálogo o sus respuestas sean igualmente provocadoras para que el grupo de ciudadanos decida levantarse de la mesa para acusarlo de radical y no querer “dialogar”. Así, el grupo peticionario tiene que ir a quejarse con el funcionario superior. Pero muchas veces el superior fue quien dio la orden de torear así a los peticionarios y, en ese caso, comprobamos que todo fue un montaje, una forma muy cuestionable de decir no. Ante esto el peregrinar de los grupos populares se reinicia o bien se llega al punto en que la protesta tiene que salir de la mesa de las negociaciones a la calle. Más o menos, así sucede con frecuencia a los grupos populares a los que no les queda a veces más arma que la que nos heredaron los constituyentes de 1917: la protesta y la manifestación públicas, así como la denuncia.

Una variante de este tratamiento nos acaba de dar en el Ayuntamiento de Hermosillo el pasado 11 de febrero. Astarté Corro Ruiz, responsable de la Coordinación de Infraestructura, Desarrollo Urbano y Ecología (CIDUE), acompañada de su director de Obra, en una reunión con representantes antorchistas para ver cuál sería la respuesta de Ayuntamiento a las numerosas peticiones de construir obras necesarias para muchas comunidades hermosillenses que presentaron su pliego petitorio el pasado mes de octubre, llegó a pedir a las comisiones antorchistas que se le dijera qué querían. Ni siquiera llevaba a la reunión los temas planteados, ni una copia del documento ingresado y sellado en hacía cuatro meses. Nada, como si no hubiera antecedentes que tuviera la obligación de conocer. La reunión era para que la funcionaria respondiera y llevara propuestas de obra que CIDUE contemplara para este año 2022, para que precisara con todo detalle a los peticionarios cuántas y cuáles de las obras solicitadas podría el ayuntamiento comprometerse a realizar. No era una reunión para solicitar, eso ya se había hecho, pero Corro Ruiz cambió la jugada y llegó argumentando que desconocía totalmente del tema.

Ya los ciudadanos habíamos acudido a sus oficinas en los meses de octubre, noviembre y diciembre a hacer recordatorios y a tratar de acelerar los procesos pues las necesidades son reales. Con tiempo suficiente habíamos solicitado que, en la elaboración de sus planes de gobierno, el Ayuntamiento contemplara para 2022 también las necesidades plenamente justificadas de los colectivos organizados en nuestro Movimiento: obras para introducir agua potable, drenajes, electrificaciones, pavimentaciones, caminos, reparaciones y mobiliarios de escuelas, de espacios de atención a la salud, rehabilitación de parques, y un largo etcétera. Había suficientes antecedentes como para que la coordinadora de CIDUE supiera de qué se trataba, pero evadió toda responsabilidad. Nos quedó claro de inmediato que a la señora funcionaria le había tocado el triste papel de fingir desconocimiento, pues no era ni es creíble que desconociera de nuestros asuntos. Entendimos que, en los hechos, esta no respuesta es la respuesta. Y es negativa.

Finalmente, ante el estancamiento del diálogo, el secretario Florencio Díaz Armenta, también presente en el diálogo, propuso que se hiciera otra, otra, reunión de trabajo el próximo jueves 17 de febrero para llevar sus propuestas, a lo que atendimos naturalmente, con el ánimo de contribuir y seguir el camino propositivo y de búsqueda de soluciones que beneficien a nuestros compañeros, todos habitantes de los sectores más desprotegidos y olvidados de Hermosillo.

Y en esas estamos. Sólo tenemos la duda de si Astarté Corro actuó por sí misma, si es la orden de otros funcionarios superiores o si la respuesta es en realidad la postura oficial del Ayuntamiento, cosa de pronto deberá esclarecerse con la lucha tenaz y constante de los hermosillenses vulnerados por la crisis económica y de salud. Acudiremos a la cita, como lo hemos hecho y comprobaremos o desecharemos nuestras suposiciones. Lo que no pueden permitirse los antorchistas y todos los ciudadanos enterados, es no darle seguimiento a este asunto y descuidarse o aflojar el paso. La necesidad obliga a estar enterados y seguir adelante, bien dispuestos.

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