MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Fracaso en seguridad, amenaza política en Oaxaca

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Todos somos testigos de que el problema de la inseguridad es uno de los temas que abarcan las portadas de los medios informativos e inundan las redes sociales porque es una realidad y no un invento. Por tanto, no debieran echarlo en saco roto quienes nos gobiernan. Sin embargo, esto último no sucede, como detallo líneas abajo.

La inseguridad que aqueja hoy al territorio nacional da cuenta, según algunas informaciones, de lo grave y complejo que se ha vuelto en los últimos días. Antes, por ejemplo, era muy común escuchar sobre asesinatos, robos y violencia contra personas comunes y corrientes; sin embargo, ahora la escalada de violencia se ha incrustado en sectores políticos. Veámoslo.

Las cifras de feminicidios y desapariciones en Oaxaca reflejan el fracaso de la política de seguridad implementada en el estado.

Según datos de organismos especializados, incluidas dependencias gubernamentales, no hay duda de que el Plan Nacional de Paz y Seguridad del Gobierno de la Cuarta Transformación fracasó con los “abrazos; no balazos” porque quedó como una frase romántica y de los deseos de López Obrador.

Y como quedarnos en el pasado sería un error, tenemos la necesidad de visualizar o proyectar qué se viene, y esto es lo que preocupa.

Después de que Morena volvió a ganar la Presidencia de la república con Claudia Sheinbaum, todo apunta a que, en el aspecto de la inseguridad, nada cambiará. 

En más de una ocasión, ante las interrogantes sobre cómo gobernará y cuál es su proyecto de nación, la presidenta ha respondido que “será la constructora del segundo piso de la transformación”. Entonces, ¿lo que compete a la seguridad será igual que con su antecesor?

Aunque no podemos dar una respuesta de tajo, lo cierto es que, a pesar de que nuestro país cada día se pinta más de rojo, lejos de ver a una presidenta con una alternativa de país que de verdad vele por sus gobernados, repite el circo, maroma y teatro en cuanto al tema de seguridad, al igual que su antecesor, López Obrador.

Las cifras que salen a la luz cada día son más espantosas. Por ejemplo, el periódico El Universal, el 15 de octubre, tituló su nota: “Gobierno de la 4T acumula más de 200 mil asesinatos en casi seis años; un promedio de 93 muertes al día”, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) y del reporte preliminar de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).

En Oaxaca, las cosas también se están complicando con la Primavera Oaxaqueña, puesto que la situación no es distinta en dicho ámbito.

De acuerdo con cifras también del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el miércoles 16 de octubre se registraron en la entidad oaxaqueña tres homicidios dolosos, con lo cual la cifra de personas ultimadas durante el mes en curso es de 51 y de mil 620 en lo que va de la administración del gobernador Salomón Jara Cruz.

A esto hay que sumar que, desde el Encuentro Regional de Defensoras “Bordando resiliencias desde el Sur”, mujeres, activistas, defensoras de derechos humanos y periodistas de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz informaron que, “en Oaxaca, desde la llegada del gobernador Salomón Jara Cruz, que está por concluir su segundo año, documentaron 655 desapariciones de mujeres, mientras que 195 mujeres fueron víctimas de feminicidio, con lo que la 4T le queda a deber a las mujeres”.

De esto último, resaltan dos ejemplos de cómo la falta de un plan de seguridad está bañando de sangre y desapariciones nuestro estado.

Primero, la desaparición de Sandra Estéfana Domínguez Martínez, activista y abogada, 

cuyo paradero desconocemos, junto con el de su esposo, Alexander Hernández. Sandra era conocida por su denuncia de violencia de género y feminicidios, y había sido una de las voces más destacadas en los casos relacionados con los polémicos chats Sierra XXX y Mega Peda, donde funcionarios públicos estaban involucrados en la cosificación de mujeres.

Este caso ha generado una gran preocupación y críticas hacia el Gobierno de Oaxaca porque, a pesar de haber recibido amenazas y de haber presentado múltiples denuncias ante la fiscalía estatal, las medidas de protección solicitadas en cinco ocasiones no fueron suficientes para prevenir su desaparición.

Por otra parte, lo que hoy desconcierta al pueblo oaxaqueño es que hace unos días se dio a conocer que, en el vecino estado de Guerrero, tras escasos seis días de tomar el cargo de presidente municipal en Chilpancingo, Alejandro Arcos fue decapitado.

Días después, el 15 de octubre de los corrientes, pero ahora en Oaxaca, esta situación se repite con Román Ruiz Bohórquez, alcalde de Candelaria Loxicha, quien fue asesinado.

Según el informe policial, el profesor se encontraba en el barrio El Calvario cuando un sujeto solitario lo hirió con arma blanca. El edil alcanzó a pedir ayuda alrededor de las 11:30 de la noche y fue en el barrio San Martín que falleció cuando iba rumbo al hospital.

Estos hechos han generado consternación entre el pueblo oaxaqueño, y no es para menos, pues no sólo se trata de estadísticas sobre asesinatos y desapariciones, sino de vidas humanas que cada día suman a más como ejemplos de que el “plan” de seguridad de la 4T no está funcionando y que, lejos del bienestar y la felicidad que le prometieron al pueblo mexicano, lo que están dejando es un país que sufre, sin esperanza de un próximo final, de un espeluznante baño de sangre que, con su repetición casi diaria, está a punto de volvernos cínicos e insensibles al dolor y la tragedia ajenos.

Por eso no debe quedar duda de que la culpa de este desastre es esa ingenuidad sin nombre de la política “abrazos no balazos”, sostenida por el creador de la 4T, que lejos de acabar con el crimen, ha resultado una especie eficaz y nutriente del mismo, que lo hace florecer y prosperar como nunca antes.

Hay que frenar esto, hay que ponerle un alto definitivo al inaceptable desvío de la “justicia de cuarta”, que persigue con saña inaudita a enemigos y disidentes, mientras al crimen sólo le prodiga elogios y paternales consejos, llamándolos a “portarse bien” en recuerdo de su “mamacita”, pero sin tocarles un pelo.

¡Tenemos que despertar ya! Convencernos de una vez por todas de que la política de la 4T no es lo que el país necesita. Tenemos que resolvernos a librar una lucha firme, inquebrantable e incorruptible; una lucha de metas y principios que no se venda a cambio de dádivas; legal, democrática, constitucional, pero verdadera, al fin y al cabo, si queremos hallar y aplicar el remedio verdadero que nuestros males requieren. 

“¡Organízate y lucha!”, decía el gran revolucionario Lenin a las masas rusas. “¡Organízate y lucha!”, sugiero yo respetuosamente a todos los oaxaqueños.

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