MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Francia pierde la elegancia

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Las noticias que llegan de Francia no dejan lugar a dudas: la situación nacional está cada vez peor. Dos millones de franceses se lanzaron a las calles el pasado 19 de enero a realizar enérgicas protestas en la huelga contra la política de su gobierno, como no sucedía desde hace décadas; las fotos de las multitudes en las calles de París son verdaderamente impresionantes. Se sabe que lo mismo pasó en 200 ciudades de ese país. Y ya tienen planificadas otras manifestaciones para el 31 de enero y el 7 y 8 de febrero, pero la efervescencia social y las declaraciones públicas de descontento ocurren diariamente. Por ningún lugar de Francia se nota la sociedad de paz, progreso y bienestar que se supone debía tener el mundo luego de la desaparición de la Unión Soviética y la supuesta derrota del comunismo. La clase obrera francesa nos está diciendo que tampoco en Francia, presunto ejemplo de país desarrollado, el dominio pleno del capitalismo compuso su situación, sino que la ha empeorado: a ello nos condujo realmente y no es el mundo deseable que los pueblos quieren. 

Conductores de trenes, camiones y autobuses, profesores de las escuelas, trabajadores de refinerías y centrales eléctricas nucleares, obreros de fábricas, empleados de todo tipo y hasta funcionarios públicos de base abandonaron sus puestos de trabajo para salir a luchar. Por primera vez desde 2010, todas, todas las organizaciones sindicales han formado un frente unitario —desde la moderada CFDT hasta las más combativas CGT y Sud-Solidaires— para rechazar la reforma al sistema de pensiones, impulsada por el sistema capitalista, encabezado por el gobierno del presidente Emmanuel Macron, que planea retrasar la edad de jubilación de 62 a 64 años y obligar a los trabajadores a trabajar 43 años para tener derecho a su pensión completa, entre otras reformas que golpean directamente los intereses de los trabajadores: un paraíso para los ricos, un infierno para los proletarios.

La huelga del día 19 logró la caída de la producción eléctrica y paralizó trenes, autobuses, camiones de carga, las entregas de las refinerías, frecuencia de vuelos, etc. Prácticamente todas las actividades productivas se vieron afectadas. Los paros también han tenido seguimiento en 11 de las 19 centrales nucleares francesas, según ha informado la CGT. Y se anuncian más terremotos sociales. Por toda la patria de Víctor Hugo surgen los inconvenientes, retrasos, la desesperación, largas colas, la torre Eiffel cerrada, los connatos de violencia, las amenazas entre las clases sociales adversarias y las de los gobiernos, las acciones vandálicas de los provocadores contratados para infiltrar marchas populares y los esquiroles en las huelgas obreras, en fin, todo lo que estas manifestaciones populares inevitablemente conllevan: la indignación generalizada, pues, en formas radicales que están lejos del refinamiento, buen gusto y distinguido estilo con que se relaciona siempre a Francia. La belle France a trébuché.

Los pésimos resultados del capitalismo francés son abrumadores: uno de cada tres franceses no puede procurarse las tres comidas al día, 32% de los franceses tiene dificultades para pagar la renta de la vivienda o el préstamo para su compra. La pandemia arrojó a nueve millones de personas bajo el umbral de pobreza en el país de 67.8 millones de habitantes. Según el FMI, el crecimiento del PBI en Francia durante 2021 fue de 6,7%, el más alto en medio siglo. Sin embargo, el barómetro de Ipsos y la ONG Secours Populaire muestra que, por segundo año consecutivo, la franja de la pobreza va sumando nuevos sectores. El capitalismo francés muestra el cobre. https://www.rfi.fr/es

El gobierno francés se queja de que no tiene suficientes recursos para pagar las pensiones, y dice que con sus medidas se va a lograr un equilibrio social que evitará que Francia colapse. Los líderes obreros responden que eso no es lo justo, que hay que poner impuestos mejores y diferentes. "Las desigualdades no son inevitables, son el resultado de opciones políticas. Y cuando ponemos en marcha medidas para atajar la concentración de riqueza de los multimillonarios, en particular medidas fiscales, tenemos los medios para atajar las desigualdades” (entornointeligente.com). Los sindicatos sostienen que hay otras formas de garantizar la viabilidad del sistema de pensiones, como gravar a los superricos o aumentar las cotizaciones de los empresarios o de los pensionistas acomodados. “Este problema puede resolverse de otra manera, a través de los impuestos. Los trabajadores no deberían pagar el déficit del sector público”, declaró Laurent Berger, líder de la CFDT, el mayor sindicato francés.

Por su parte la OXFAM dice al respecto: “Tenemos un gobierno que pone en marcha una reforma de las pensiones cuando sólo haría falta el 2% de la riqueza de los multimillonarios franceses para pagar el llamado déficit incontrolable del sistema de pensiones". La solución que proponen los sectores progresistas desde hace décadas, pues, se coloca universalmente como la única racional: el reparto justo y equitativo de la riqueza mediante una reforma fiscal progresiva.

Estamos ante una lucha de clases de enormes dimensiones, no hay duda, que ha venido creciendo. Ya el 29 de septiembre pasado había habido otra huelga, con manifestaciones en 140 ciudades. Luego hubo otra el 18 de octubre, con 300 mil manifestantes que exigieron aumento de los salarios, de las pensiones y de los subsidios sociales y la mejora de las condiciones de vida y de estudios, piden desbloquear el salario y parar la inflación.

Pero la lucha tiene otros antecedentes recientes. Previendo las reacciones obreras, los ricos capitalistas decidieron prohibir en 2007 que los trabajadores franceses pudieran hacer huelgas “salvajes” —como las de estos días— y pusieron restricciones a las huelgas “para garantizar los servicios públicos mínimos”, es decir, para que sus mercancías y la mercancía fuerza de trabajo sigan circulando y no se detenga la generación de sus ganancias. Ello ha limitado la capacidad de los sindicatos para desgastar las ambiciones reformistas de los gobiernos burgueses y librarse o al menos disminuir la opresión.

Además, los obreros franceses están metidos en un grave problema porque no acuden organizadamente a votar, han dejado que las clases ricas gobiernen a su antojo. Hace cincuenta años participaba en política el 80 % de los franceses, hoy es menos del 50 % (Thierry Meyssan, Red Voltaire). En la elección presidencial de abril pasado salió a votar sólo el 47 % del electorado, y el actual presidente, Macron, fue reelecto con 58.55% de los que votaron, que equivale solo al 38 % real de los electores. Hoy, la clase obrera francesa está pagando caro su abandono de la lucha política: su burguesía le está ganando la batalla, la está desinflando y aprovecha para robarle sus pensiones (apetito insano que ya hace relamerse los labios a López Obrador y compinches). 

Saludamos desde estas humildes páginas la lucha de la clase obrera francesa y le deseamos éxito. Nos aleccionan otra vez: el capitalismo no es la mejor opción para el mundo, no tiene nada positivo que proponer a la humanidad, como no sea generar más riqueza para seguir concentrándose en unos cuantos. En estos días responderán sus enemigos, seguramente aprobando la injusta medida propuesta por el gobierno de Macron. Y nuevas luchas vendrán. Ojalá el resultado sea favorable y al menos su nivel de organización política se eleve. Las movilizaciones de hoy son una esperanza de que las cosas se reviertan y la clase obrera francesa retome el camino de su participación consciente y organizada en la política, el mejor camino para evitar que le vuelvan a hacer esas canalladas. Deben hacerlo pronto, porque los imperialistas de su patria están prestos a lanzar de nuevo a los pueblos a la guerra: ellos ayudan a los nazis de Ucrania y, por lo que se ve, no dudarán en sacrificar a la clase obrera francesa una vez más

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