MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hitler en Ucrania

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Mucho antes de que Rusia tomara la decisión de enviar tropas al territorio de Ucrania, para evitar la instalación de nuevas bases militares que apuntaran contra las ciudades rusas y para detener los crímenes cometidos desde hace 8 años por el gobierno golpista y pro nazi de Ucrania contra la población de origen ruso ubicada en la región del Donbás, ya estaba en marcha una enorme y costosa operación mediática de Estados Unidos y la OTAN para convencer al mundo de que la responsable de que se desataran las hostilidades, cualquiera que fuera el escenario, sería Rusia. Me explico:

1)Si Rusia hubiera esperado inmóvil a que avanzara el plan de EE. UU. de incorporar a Ucrania a la OTAN e instalar bases militares con ojivas nucleares apuntándole desde ese país vecino, los rusos estarían perdidos sin remedio: esas bases se sumarían a las más de 40 que ya rodean su territorio. Los medios serviles a EE. UU simplemente hubieran dicho que eso se hizo “con base en el irrestricto derecho de los países a defenderse” (derecho que Estados Unidos no le reconoce a ningún país que intente instalar armas nucleares cerca del territorio estadounidense, pues es el único con armamento nuclear en nuestro continente). Una Rusia totalmente a merced de las armas nucleares de la OTAN sería algo catastrófico para toda la humanidad, pues sería sometida a EE. UU., una potencia que ha invadido otros países en más de 300 ocasiones.

2)Si Rusia colocaba sus tropas en la la frontera con Ucrania, como lo hizo, para intentar disuadir la acción militar de la OTAN, todo el coro mediático gritaría que se preparaba una invasión de los rusos. La gritería se desató y los planes occidentales de sitiar a Rusia no se detuvieron.

3)Y si, finalmente, Rusia tomaba la decisión de avanzar sus tropas hacia Ucrania, como ocurrió el 23 de febrero, el gobierno y el pueblo rusos serían sometidos a una campaña mundial de linchamiento, que incluye bloqueos económico, cultural, deportivo y turístico y una campaña mundial de xenofobia anti rusa. Es lo que estamos presenciando en nuestros días, pero esta respuesta es la única que le quedaba a Rusia si no quería ser sometida al irreversible control nuclear y político de la OTAN y EE. UU.

Los mismos medios de comunicación que ahora se enredan en la bandera de la defensa de la libertad y atacan a Rusia por movilizarse militarmente para evitar que la aniquilen, apoyaron o guardaron silencio cuando Estados Unidos invadió alevosamente Afganistán, Irak y Libia, entre otros territorios. “La historia ha llamado a la acción de EE.UU. y nuestros aliados, nuestra responsabilidad y nuestro privilegio es librar la lucha de la libertad”, dijo con todo cinismo el expresidente estadounidense George Bush al ordenar en el 2003 cientos de bombardeos aéreos contra ciudades de Irak, incluida Bagdad, la capital, poblada por más de 8 millones de personas, al tiempo que las cadenas de noticias de EE.UU. y sus filiales en todo el mundo justificaban la embestida contra esa nación a la que tropas estadounidenses y británicas violentaron durante años, asesinaron a más de un millón de personas, hicieron trizas su economía y ahorcaron a su presidente, sin que jamás fueran encontradas las armas de destrucción masiva que dijeron que ahí se estaban fabricando.

La misma actitud cómplice mantuvieron los grandes medios cuando los EE. UU y la OTAN destrozaron a bombazos Libia en 2011, en ese entonces el país con más alto desarrollo humano de África, y cuando años atrás bombardearon e hicieron añicos a Yugoslavia y Afganistán, país del que hace poco salieron después de provocar muerte y devastación. ¿Acaso hubo alguien de esos cínicos con micrófono, pluma y poder que propusiera entorpecer los negocios de los Estados Unidos y bloquearlo del sistema internacional de comercio interbancario? ¿Alguien sacó del aire en medio planeta a las cadenas noticiosas norteamericanas o les colocó una ignominiosa etiqueta en las redes sociales donde dijera que son agencias al servicio del gobierno de EE. UU.? ¿Se bloqueó y escarneció acaso a sus atletas, artistas, escritores, diplomáticos, periodistas, agricultores, profesionistas y turistas impidiéndoles el libre ejercicio de sus profesiones y actividades sin someterlos a una abusiva y racista persecución? Nada de eso ocurrió y ahora salen los gobernantes de las potencias agresoras y sus contlapaches mediáticos, tan campantes a pregonar el respeto a la vida y los derechos humanos y condenar “enérgicamente” la guerra desatada, cuyo diseño es responsabilidad de los propios guerreristas de los Estados Unidos y la OTAN, que padecen un apetito insaciable por controlar el mundo.

Los que crean que la avasalladora respuesta mediática contra Rusia es espontánea u obedece a razones estrictamente morales y de elevados principios en defensa de la libertad de los pueblos, están muy equivocados. Desde hace décadas, los Estados Unidos invierten miles de millones de dólares en sostener y expandir una red de medios de alcance mundial que justifique sus operaciones militares y proteja sus intereses. Además de los contratos y acuerdos con los grandes medios, como las cadenas Fox, CNN y otras cuyos dueños forman parte de las grandes élites adineradas y de por sí interesadas en la expansión de los negocios norteamericanos, se ha creado una estructura mediática financiada con dinero de los estadounidenses. Un ejemplo de esto es la Agencia de Medios Globales de los Estados Unidos (USAGM), que presume tener la misión de “informar, involucrar y conectar a personas de todo el mundo en apoyo de la libertad y la democracia”, pero que en la práctica es promotora incondicional de las ideas supremacistas de los EE. UU, de la cual dependen medios como la Voice of América, Radio Free Europe, Radio Martí, y otros igualmente pro yanquis, mediante los cuales bombardean de propaganda a millones de personas en todo el mundo. De esa matriz surgió Alhurra un influyente medio que transmite en árabe, estación “descrita por el Washington Post, como «el esfuerzo más grande y costoso del gobierno de los Estados Unidos para lograr cambiar la opinión pública internacional a través de las ondas hertziana desde la creación de la Voz de Estados Unidos en 1942” (rebelion.org). En toda ese entramado para controlar la opinión pública mundial ocupan un lugar central las plataformas digitales, propiedad de los hombres más ricos del planeta, que se han convertido en canales eficaces para colocar noticias falsas y moldear la percepción de millones de personas, destrozar la buena fama de cualquiera que se les oponga y callar la boca a individuos o países enteros, como lo estamos viendo en estos días en donde se han erigido en jueces supremos de la verdad, desconectando a medios de comunicación serios y con millones de seguidores, como Russia Today, Sputnik y otros, y etiquetando a cualquiera que desafíe este veto e intente compartir alguna nota de esas agencias, con un ofensivo letrero que advierte: “esta noticia procede de un medio afiliado al gobierno de Rusia”, una insignia similar en su ominoso significado a la estrella amarilla que los nazis colocaban a los judios para estigmatizarlos.

Hay mucho de nazismo en esta operación y casi nadie se ocupa de hacer un análisis histórico y científico de los hechos para juzgar equilibradamente la actuación de Rusia y los Estados Unidos y señalar la responsabilidad central de este último país en el estallamiento de la guerra, sino que gana terreno la campaña de odio contra Rusia y su presidente. Esto ya ha ocurrido antes en la historia y todos sabemos en qué abismos cayó la humanidad:  “El público que comenzó a acudir en masa en 1919 y 1920 a escuchar los discursos de Hitler no estaba motivado por teorías refinadas. Lo que funcionaba con ellos eran las consignas sencillas que avivaban la ira, el resentimiento y el odio”, escribió Ian Kershaw, el mejor biógrafo de Hitler. Un efecto similar se busca ahora, una consigna para linchar a los rusos y convertir su reacción de legítima defensa en algo despreciable y agresivo; se ha lanzado una consigna sencilla aunque sea falsa, repetida muchas veces, como hacía Hitler, pero ahora repetida miles de millones de veces por las redes sociales, que además han censurado casi totalmente a quienes piensan distinto. Por el bien de la humanidad, opongámonos al neonazismo.

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