MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

In terra pax

Manuel José Othón
Declama: Oficina de prensa del Movimiento Antorchista Nacional

Yo, como el gran poeta, ante el despojo
del hombre de virtud sencillo y fuerte,
no estéril grito de piedad arrojo;

ni a los hadas maldigo, ni a la suerte,
sino que siento en mí brotar un canto
de glorificaci6n para la muerte.

¡Oh, noble amigo! para ti no el llanto
correrá de mis ojos, aunque siento
transido el corazón por el quebranto.

Vuela rumbo hacia atrás mi pensamiento,
a la región que, generosa y buena,
fue de tu vida y tu labor asiento.

Aun me parece verte, el alma llena
de reposo viril, franco el semblante,
bajo la ardiente atm6sfera serena:

allí, de pie, con la mirada errante
por el ancho horizonte que limita
de tu heredad el término distante,

y sin otra ambición que la infinita
ansia del bien para los hombres, pasa
tu vida humilde que al trabajo invita.

-Hacer el bien sin término y sin tasa
y hallar por premio la quietud que ofrecen
la arada tierra y la modesta casa;

son ideales que jamás perecen
cual los fantasmas de mentida gloria
que al irlos a tocar, se desvanecen;

que es preferible a fatigar la historia
cumplir con el deber, vivir honrado
y reputar la muerte por victoria.-

Tu justo anhelo se miró colmado:
comiste el pan, alegre y satisfecho,
con sudor de tu rostro fecundado,

y se ensanchaba tu robusto pecho
con sencilla fruición ante la tierra,
ya en blonda mies, ya en árido barbecho.

Ella, la madre que en la dura guerra
con el dolor, nos nutre, nos abriga
y en su seno amoroso nos encierra,

fue para ti consoladora amiga,
fue más aún: idolatrada amante
que los halagos de su amor prodiga ...

¡Cuál fijabas los ojos anhelante
en el pomposo y verde sembradío,
gala de tu comarca exuberante!

¡Cómo, al perderte en el maizal sombrío,
tu frente, ardida por el sol, bañaba
con sus trémulas gotas el rocío!

Y al recorrer la inaccesible y brava
fragosa sierra, de la cumbre al tajo,
¡cómo tu corazón se dilataba!

¡Oh, qué jubilo el tuyo cuando trajo
el siglo hasta tus fértiles regiones
la abundancia y la paz con el trabajo!

Crecieron los hogares, en montones
se alzó el rubio maíz, y donde quiera
Ceres vertió la lluvia de sus dones.

Tú apercibías la dorada era
al suelo noble, enérgico y valiente
donde el sol te alumbró por vez primera,

y en la serenidad resplandeciente
de aquellas noches rústicas, hundías
en el azul tus ojos y tu mente.

¡Qué ingenuas cuanto breves alegrías
las que llenaron con su esencia pura
algunos, ay, de tus fugaces días!

Mas por labrar de extraños la ventura
desdeñaste tus dichas ... y las viste
de las eras huir con la verdura,

y en ajenos hogares depusiste
tu ya roto bordón de peregrino
que se recuesta fatigado y triste.

Si alguna vez en medio del camino
llegaste a desmayar, pobre viajero,
por desfallecimiento repentino,

al punto, fijo en el deber austero,
a proseguir volviste la jornada
con alma fuerte y corazón entero.

Así llamaste a la postrer morada,
el reposo buscando en el regazo
de la tierra feraz, por ti labrada.

Ceñido en tierno y amoroso abrazo,
a su seno prolífico te estrecha
y te aprisiona con eterno lazo.

Allí te aguarda la última cosecha
de sus fecundas y modestas palmas;
que los que honrados mueren en la brecha,
más honrados perduran en las almas.