MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Justicia para Lupita

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Chiapas nuevamente está de luto; una familia llora la pérdida de un ser querido, mientras la injusticia y la impunidad siguen marcando el destino. La tarde del miércoles 23 de octubre, las redes sociales difundieron el hallazgo del cuerpo de una niña en el patio de una casa en Tuxtla Gutiérrez, un suceso que pronto conmocionó a toda la población. ¿Qué bestia tan vil habría cometido semejante crimen?

Durante las investigaciones, la Fiscalía General del Estado (FGE) informó que se trataba de una menor de doce años encontrada con signos de violencia en el patio de una vivienda en el barrio Colón de Tuxtla Gutiérrez. Sin embargo, fueron los propios familiares de la menor quienes confirmaron ante los medios que el cuerpo correspondía a Liliana Guadalupe.

Lili vendía dulces tradicionales y frituras; viajaba desde el municipio de Berriozábal hasta Tuxtla Gutiérrez para ofrecer sus productos, pero desde el 19 de octubre no regresó a casa. 

Lili vendía dulces tradicionales y frituras; viajaba desde el municipio de Berriozábal hasta Tuxtla Gutiérrez para ofrecer sus productos, pero desde el 19 de octubre no regresó a casa. Desde entonces, su familia la buscó sin descanso hasta que fueron ellos mismos quienes la localizaron.

Hoy, es aún más indignante saber que los propios dolientes hallaron a Lili y no las autoridades responsables de proteger a los chiapanecos. 

Hoy me uno a la exigencia de justicia para Lupita y, además, exijo que el Estado mexicano proteja los derechos humanos de la niñez, como establece nuestra Constitución en el artículo 4°.

Los niños y las niñas tienen derecho a que el Estado asegure su bienestar, alimentación, salud, educación y sano esparcimiento. Hoy, a una niña le arrebataron esos derechos y, luego, la vida misma. El Estado no la protegió ni garantizó su seguridad.

No critico el esfuerzo de la familia al permitir que una pequeña venda algunos productos para ayudar en casa, pero repruebo que vivamos en un país y un estado con altos índices de desigualdad que mantienen a millones de familias en situación de pobreza extrema. 

Las autoridades no han tomado medidas eficaces para cambiar esta realidad. Lili no tenía las condiciones para un buen desarrollo, lo que la llevó a enfrentarse a una situación que atentó contra su vida.

Los niños merecen estar en la escuela o en casa realizando sus actividades escolares, con buena alimentación, servicios médicos y todas sus necesidades básicas cubiertas.

A su vez, los padres necesitan empleos bien remunerados que les permitan brindar esa seguridad y protección a sus familias. Si esto se lograra, no habría necesidad de que una niña saliera a vender para llevar el pan de cada día.

Basta ya de desigualdad; los niños no deben estar en la calle, sino seguros en sus hogares.

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