MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La brecha económica cada vez es mayor entre pobres y ricos

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Las manifestaciones objetivas de las consecuencias de la desigual distribución de la riqueza en los últimos sexenios se han hecho evidentes en la mayoría de los bolsillos de la población.

Los explotadores y su aparato estatal no han sido capaces de asegurar la existencia de sus explotados, dejándolos tan desposeídos que han tenido que ser mantenidos con programas sociales y transferencias monetarias directas.

Necesitamos un modelo económico altamente productivo, distributivo y eficiente que permita que todas las personas disfruten de una parte de la riqueza que ellas mismas producen.

Este fracaso del neoliberalismo no es exclusivo de México, sino que ha hecho crisis en muchos países. No es cierto que el crecimiento de las empresas y la economía, por sí solo y siguiendo las leyes del mercado, garantice desarrollo para todos.

Aunque la economía ha crecido, los salarios no lo han hecho; por el contrario, han perdido poder adquisitivo. La distancia entre el bienestar de la clase trabajadora y las clases poseedoras del capital se ha ampliado, y la brecha entre los desposeídos y los acaparadores de riqueza crece cada día más.

La libre empresa y la competencia desigual inevitablemente conducen a la concentración del capital y a la monopolización de las fuerzas productivas. Es un hecho indiscutible que el proceso de concentración del capital, previsto por Marx, se está dando y ha alcanzado niveles sin precedentes en los últimos 50 años.

El proceso de centralización y concentración del capital ha llegado a proporciones nunca vistas. En los últimos años, la desigualdad aumentó aceleradamente, casi duplicándose la fortuna de catorce multimillonarios mexicanos en los últimos cuatro años. 

Carlos Slim aumentó su fortuna a 100 mil millones de dólares y Germán Larrea a 30 mil millones, con un crecimiento del 70 % en este mismo periodo. La fortuna de Slim equivale a la mitad de la riqueza de los mexicanos más pobres, que suman 65.5 millones de personas, concentrando uno de cada 20 pesos de la riqueza del país. 

Por ello, es cierto que en el actual sexenio "ningún empresario ha fracasado; todos tienen utilidades y han aumentado sus fortunas".

Los catorce ultrarricos concentran 8.18 pesos de cada 100 de la riqueza privada nacional, equivalente a casi 180 mil millones de dólares. La riqueza de los ultrarricos ha crecido un 58 % en términos reales, acumulando tanto como la mitad de los mexicanos más pobres, alrededor de 63.8 millones de personas.

Las fortunas de Slim y Larrea son equivalentes a la riqueza de la mitad de la población más pobre de América Latina y el Caribe, unos 334 millones de personas. Mientras tanto, 11 millones de personas en México despiertan y duermen con hambre, 30 millones de trabajadores tienen empleo informal, 14 millones de familias carecen de vivienda o de una vivienda digna, y millones no tienen acceso a educación o atención médica. Este es el México polarizado en el que vivimos, con unos pudriéndose en dinero y otros en la miseria.

Es urgente que los mexicanos comprendamos la necesidad de construir una nueva forma de distribuir la riqueza en el país. No se trata sólo de repartir dinero como lo está haciendo el actual gobierno. 

Repartir la riqueza significa crear empleos bien remunerados, invertir en educación de calidad en todos los niveles y regiones del país, fortalecer las instituciones, combatir la corrupción y la inseguridad, y desarrollar otros factores que hagan a México más productivo y competitivo a nivel mundial, fortaleciendo el mercado interno.

Necesitamos un país próspero, rico y competitivo. Para salir de este aparente laberinto, los gobiernos que están al servicio de los ricos, aunque se presenten como defensores de los pobres, nunca tocarán a los potentados.

Por el contrario, impondrán más impuestos al bolsillo de los pobres y reducirán el gasto público, pero jamás aplicarán una política fiscal progresiva donde pague más el que más tiene. Los problemas sociales, la carencia de infraestructura y los servicios básicos siguen siendo galopantes, y los gobiernos, de todos los niveles, proponen "recortar el gasto público".

Estos son rasgos comunes a todos los gobiernos en México, sean de derecha, falsa izquierda o de "tutifruti". Esta es una manifestación real de la crisis del sistema económico neoliberal.

Podemos afirmar desde ahora que la gran desigualdad social en la que está sumergida la sociedad mexicana tampoco se resolverá en el próximo sexenio, simplemente porque no se ha diagnosticado bien la totalidad de sus causas y, por lo tanto, no se han propuesto soluciones efectivas. 

Actualmente, estamos atrapados en un circo político cuyo objetivo es centralizar el poder en un solo partido, y pronto veremos las consecuencias negativas. Sólo tenemos una alternativa para resolver este problema complejo y agudo que nos está llevando al colapso económico: optar por un modelo económico altamente productivo, distributivo y eficiente, que permita que todas las personas disfruten de una parte de la riqueza que ellas mismas producen.

Los productores de riqueza, es decir, los trabajadores de todos los sectores productivos, deben unirse y formar un partido dirigido por una vanguardia surgida del propio sector trabajador, que tome el poder político para gobernar en beneficio de las mayorías.

Aunque esto implique enfrentar grandes dificultades ante la oposición encabezada por la gran burguesía, los grandes medios y sus ideólogos y defensores jurídicos adiestrados, necesitamos una gran revolución que elimine todo lo que deba ser eliminado y cambie las cosas desde la raíz. Esto requiere que el pueblo trabajador se eduque y se organice.

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