La educación es un derecho constitucional que tienen todos los niños, niñas y adolescentes; sin embargo, desde el 23 de marzo como medida de prevención por el Covid-19 el gobierno federal determinó abandonar las aulas y cerrar las escuelas para que los hogares se transformaran en lugares donde los alumnos de todos los niveles educativos se mantuvieran en confinamiento y al mismo tiempo continuarán con sus estudios para no perder el ciclo escolar. Para ello, se instrumentó el famoso "aprende en casa" estrategia educativa implementada por la Secretaría de Educación Pública (SEP), cuyas herramientas serán la radio y la televisión básicamente. En donde los alumnos teniendo a la mano estos medios pudieran tomar sus clases y reenviar las actividades por medio del Internet como evidencia del avance de sus conocimientos.
Hasta aquí la medida suena optimista partiendo de la idea de que todos los alumnos tienen radio, televisión, computadora e Internet; sin embargo, la realidad es otra. La pandemia ha dejado al desnudo, ha exhibido el verdadero rostro de la precaria situación del sistema educativo mexicano y de la miseria en la que viven millones de mexicanos en nuestro país. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en los hogares mexicanos solo el 53 por ciento tienen acceso a Internet y el 44.9 por ciento tiene computadora, por lo tanto esta iniciativa gubernamental de "aprende en casa" es un verdadero disparate de las autoridades educativas del país, ya que no es justa ni igualitaria para todos los estudiantes mexicanos, pues esta medida solo cubre el 50 por ciento de la comunidad estudiantil, en el mejor de los casos, si se cumpliera con el objetivo y los alumnos atendieran en tiempo y forma las clases de manera virtual.
Pero, los resultados que arroja esta estrategia hasta en estos momentos es de un total fracaso, pues hay rezago educativo en los alumnos que no pudieron cumplir ni en tiempo ni en forma con sus compromisos académicos, por no contar con los medios digitales para tal efecto, simplemente es imposible medir y evaluar sus conocimientos. Y si a esto le sumamos los otros daños colaterales que la pandemia ha provocado en la economía de las familias más vulnerables, la situación se complica aún más. Hay padres de familia que se quedaron sin el sustento diario, al ser despedidos de su trabajo al quedar prohibido vender sus productos en las calles o en los mercados populares, así como en las fábricas que se cerraron por indicación gubernamental, ante esta situación los padres o madres de familias se enfrentan a la disyuntiva de comprar los alimentos básicos o pagar los servicios de Internet. El gobierno adoptó el confinamiento como medida preventiva para evitar el contagio masivo de las personas, pero sin ningún plan de distribución alimentario o apoyos económicos para hacer frente al coronavirus. Esta cruda realidad nos golpea a todos, principalmente a los hijos de la clase trabajadora; aquellos que a duras penas pueden realizar algún estudio en sus localidades, tal es el caso de los municipios de Libres, San Salvador El Seco y Amozoc de Mota que están considerados entre los más pobres del estado, en donde se respira un ambiente de estrés y preocupación por cumplir con las tareas escolares.
De un universo del 100 por ciento del estudiantado nacional, la estadística nos dice que solo el 60 por ciento cumplió con la entrega de evidencias puntualmente; el resto, es decir el 40 por ciento faltante pasarán a las filas del rezago educativo del país. No por falta de ganas y deseos de estudiar sino por falta de los medios necesarios para cumplir con sus actividades. Sin duda, los docentes también fueron afectados con estas medidas, muchos de ellos tampoco tienen condiciones óptimas para ayudar a sus educandos, en algunos casos se dieron a la tarea de ingeniar e implementar algún otro tipo de estrategias para estimular a sus alumnos, por ejemplo, el seguimiento personalizado a la población estudiantil más vulnerable y rezagada, arriesgando su salud para ir a buscar a los alumnos a sus casas o citándolos en la misma institución, tomando las medidas sanitarias correspondientes. Es claro que esta situación nos exhibe y nos dice que carecemos de un sistema educativo de calidad y eficaz para este tipo de emergencias, pues las medidas que se implementaron polarizan más al sector estudiantil, las condiciones de clase entre los dos grupos son totalmente opuestas. También exhibe la incapacidad de la estructura magisterial para adaptarse a este tipo de coyunturas y las demás que seguramente vendrán al regresar a las aulas con la tan cacareada "nueva normalidad", que pondrá más en claro los resultados finales del famoso "aprende en casa".
La Secretaría de Educación Pública federal ya dio fecha para el regreso a clases con toda una serie de medidas, sin importarle que el semáforo de contagios está en su punto máximo, esperemos que la curva de contagios para ese entonces ya se haya aplanado, pues si de por sí atender a cuarenta alumnos en una sola aula o hasta setenta alumnos en un solo espacio es anti pedagógico, ahora con esta nueva realidad será más difícil, sin mencionar que algunas instituciones no cuentan con la estructura educativa adecuada, tanto en infraestructura como en personal académico completo, algunas otras ni agua potable tienen, tarea difícil a la que nos enfrentaremos como docentes, alumnos y sociedad.
Por eso cuesta trabajo asimilar la actitud del presidente de la república y del secretario de educación pública, de tanto desdén hacia nuestra juventud. Es imposible no criticar estas conductas irracionales e inhumanas, hoy más que nunca necesitamos unirnos como sociedad y como gremio para formar un solo frente y así exigir a nuestras autoridades su inmediata intervención para solucionar la falta de infraestructura, de plazas y horas, de adeudos a los docentes entre otras necesidades básicas que el presidente de la república se comprometió a resolver y que hasta le fecha no hemos tenido ninguna respuesta favorable. Solo así, tendremos la tranquilidad de regresar a las aulas con las condiciones necesarias tanto en infraestructura como en salubridad, para el buen desempeño en ambas partes. Ya que el número de muertos va a en aumento y no se sabe para cuándo se controlará la pandemia, aunque López Obrador sostiene que esta domada. De tal suerte que el regreso a clases es incierto y tenebroso. La UNESCO advierte que, tras la crisis que atraviesa el mundo entero, es muy probable que haya mayor deserción escolar, pues muchos de nuestros alumnos tendrán que insertarse irremediablemente en el campo laboral. Pero esta advertencia no le importa a López Obrador, pues lo urgente para él es recorrer la república mexicana en campaña política abierta, en busca de votos para su partido. Dejando los problemas elementales de subsistencia y de educación como última prioridad.
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