MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La fuerza del pueblo lo puede todo

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La historia de la humanidad se puede dividir en dos grandes periodos: hubo una época en la que los hombres trabajaban todos en beneficio de todos, tiempo en el que no existía “lo tuyo y lo mío”, tiempo en el que no existía la explotación del hombre por el hombre. 

Esa etapa de la historia de la humanidad fue sustituida por una sociedad en la que aparecieron dos clases sociales, a saber, la clase dueña de la riqueza y la clase que, si no trabaja, no puede vivir. Este hecho trajo consigo todo tipo de desgracias que han tenido que padecer los hombres sujetos a la explotación.

Hubo un tiempo en el que un grupo amplio de seres humanos era propiedad de unos cuantos; los hombres eran objetos. Según Aristóteles, los hombres eran herramientas parlantes y eran tratados como animales, como bestias, los hombres eran esclavos.

Tal situación duró cientos y cientos de años; sin embargo, llegó el momento en el que fue insoportable la explotación y comenzó la rebelión de los esclavos, y fue en el seno del imperio más poderoso que hasta entonces había conocido la humanidad, el imperio romano.

Fue en el primer siglo antes de Cristo cuando un esclavo amenazó el poderío de Roma: Espartaco fue el líder (o posiblemente uno de varios líderes) de la masiva insurrección esclava conocida como “Tercera Guerra Servil”. 

Espartaco lideró a sus hermanos de clase en su búsqueda de la libertad y de una vida mejor; él y sus compañeros demostraron que era posible luchar y vencer. Culminada esta etapa de la historia humana, la explotación del hombre por el hombre continuó.

En su búsqueda por la libertad, miles y miles de campesinos de la Edad Media buscaron sacudirse la opresión que ejercían sobre ellos nobles y clérigos. Y es que en este tiempo los también llamados siervos, aunque tenían el estatus de hombres libres, en realidad no lo eran.

Federico Engels describe con claridad la situación de los siervos: durante la mayor parte del tiempo debían trabajar en las fincas del señor; con lo que ganaban en sus ratos libres tenían que pagar los diezmos, censos, pechos, tributos de guerra e impuestos regionales e imperiales. No podían casarse ni morir sin que cobrase algo su señor.

Además de los servicios regulares, tenían que recoger paja, fresas, bayas, conchas de caracol, ayudar en la caza, cortar leña, etcétera, todo para el señor. La pesca y la caza pertenecían al señor; el campesino tenía que callar y resignarse mientras que la caza del amo destruía su cosecha.

Los señores se habían apropiado de casi todos los montes comunales, pertenecientes a los campesinos. Lo mismo que de la propiedad, el señor disponía arbitrariamente de la persona del campesino y de la de su mujer e hijas.

Naturalmente, los campesinos no aguantaron tanta injusticia y, una vez más, los hombres se lanzaron contra sus explotadores y protagonizaron gestas heroicas en su búsqueda por una vida digna.

En México, Felipe Carrillo Puerto se enfrentó a los dueños del henequén, quienes, para satisfacer su sed de ganancia, explotaban a los campesinos mayas. Carrillo Puerto logró más que devolverles la tierra a los campesinos.

Suku´un Felipe, amigo Felipe, así le llamaban los mayas, organizó a campesinos y obreros y se hicieron del gobierno de Yucatán, y con el gobierno en la mano llevaron educación, salud y trabajo a todos los yucatecos.

Hemos citado dos de entre muchos momentos de la historia en que los pueblos, hartos de la explotación, se organizan y se levantan contra quienes les arrebatan la posibilidad de una vida digna. Es justo en este marco en el que se puede entender la existencia de una organización social como el Movimiento Antorchista Nacional.

Hace 50 años, un grupo de estudiantes, profesores y campesinos encabezados por el ingeniero Aquiles Córdova Morán se organizaron para luchar contra las injusticias de las que eran víctimas los habitantes de una de las zonas más marginadas de la mixteca poblana.

Gracias a la lucha de aquellos soñadores, los habitantes de Tecomatlán lograron mejorar sustancialmente su calidad de vida. Hoy Tecomatlán es uno de los municipios del país con mejores condiciones de vida. 

Este hecho por sí mismo merece toda clase de reconocimientos; sin embargo, Tecomatlán sólo es el punto de partida para que se fundara Antorcha Revolucionaria, que desde que nació se propuso acabar con la pobreza en México.

El maestro Aquiles, así conocido, querido y respetado por miles y miles de trabajadores, campesinos, estudiantes, profesionistas, amas de casa, etcétera, y los fundadores de esta gran organización con presencia en toda la geografía nacional hicieron un análisis científico de la realidad del país y concluyeron que a México le hace falta una transformación profunda y, para lograrla, es menester educar y organizar al pueblo.

En nuestro país, a pesar de las gestas emprendidas por hombres de la talla del generalísimo Morelos o Francisco Villa, las clases trabajadoras siguen padeciendo hambre, ignorancia, insalubridad, etcétera.

Sabedores de esto, los antorchistas llevamos 50 años luchando para construir un país con oportunidades para todo el pueblo. Para lograrlo, es condición fundamental avanzar en la construcción de la organización del pueblo mexicano, para que podamos alcanzar el poder público del país y así impulsar un modelo de desarrollo económico y social en el que todos tengan trabajo, un salario digno y cada mexicano disfrute de todos los bienes y servicios que le generen una vida placentera.

En otras palabras, Antorcha se ha propuesto que la riqueza que producen los trabajadores del campo y la ciudad la disfruten ellos y no vaya a parar a manos de unos cuantos que vivan en medio del lujo y el despilfarro. Esto es perfectamente posible si nos concientizamos pues, al hacerlo, sabremos que la fuerza organizada de un pueblo es capaz de cambiarlo todo.

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