MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La igualdad se logrará con un nuevo sistema económico y social

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“… el grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”

En estos días y con motivo del día internacional de la mujer, aceptado desde 1975 por la Organización de las Naciones Unidas para el 8 de marzo, en México y en el mundo (casi) entero, decenas de miles de mujeres de colectivos femeninos o a título personal salieron a las calles y se sumaron a la exigencia general de respeto a los derechos de las mujeres, a su vida y seguridad. Algunas defienden demandas más concretas, como las madres y colectivos que exigen la aparición de sus hijas o buscan justicia contra crímenes de género cometidos en contra de ellas y que a su juicio han quedado impunes. 

Esta jornada mundial de lucha lo es a pesar de que muchos líderes políticos la han querido convertir en “celebración” o “festejo”, pero es la terca realidad la que vuelve a pones las cosas en su sitio. No todo mundo, ni todas ellas, saben que el día internacional de la mujer encuentra sus orígenes en las manifestaciones de las mujeres trabajadoras de todo el mundo, destacadamente las de Estados Unidos, Europa y Rusia, quienes de manera espontánea y acuciadas por la explotación laboral de que eran objeto y por la falta de derechos formales con respecto a los varones, reclamaban a comienzos del siglo XX el derecho al voto, mejores condiciones de trabajo y la igualdad entre los sexos; ni que dicho evento y la fecha la propusieron las organizaciones socialistas femeninas; ni que la “celebración” siempre estuvo cargada de claros objetivos políticos, como un día de lucha internacional para las mujeres de todo el mundo en defensa de esas reivindicaciones.

No es casualidad ni deben las mujeres de hoy renegar del origen del 8M, hoy la explotación y la segregación de la mujer no es menor a la de hace 150 años y la urgencia de luchar por sus derechos tampoco, sobre todo porque nunca deben olvidar que los pocos avances que se han alcanzado y los que vengan no han sido ni serán fruto de la buena voluntad de los patriarcas que dirigen a la sociedad, sino de la lucha de las mujeres en defensa de esas reivindicaciones. Si de la voluntad y el deseo de los poderosos dependiera, ellos tendrían a las mujeres (y a los niños y a todos los trabajadores) trabajando a cambio de nada, hasta donde sus fuerzas le permitan, para luego desecharlos como carne descompuesta, como desperdicio; no es exageración, cuando los buitres capitalistas pudieron hacerlo, que fue en la época del dominio de los ultranacionalistas mundiales, llámense fascistas o nazis o como se le antoje, los empresarios usaron trabajo esclavo ni más ni menos que de ese modo: no tenían que pagar ningún salario, ni siquiera darles de comer, pues se trataba solamente de explotarlos hasta que se murieran de hambre, cansancio y dolor, mientras las ganancias de ellos se elevaban como nunca antes; así fue con empresas como Kodak, Bayer, Coca Cola, Nestlé, IBM, BMW, Adidas, Volkswagen, Ford, Hugo Boss entre otras, las cuales financiaron y apoyaron al régimen nazi antes y durante la Segunda Guerra Mundial con la complicidad de los países aliados.

Pero las relaciones de dominio patriarcal que han dado origen a semejante infierno, no encuentran su verdadera raíz en el dominio de género, así lo han demostrado los estudios antropológicos, arqueológicos, filológicos y sociales de los más grandes pensadores, quienes han demostrado, por lo menos, que es la aparición de la propiedad privada y la separación de los seres humanos entre ricos y pobres, las que produjeron un cambio en el rol de la mujer y su sometimiento al hombre, poseedor de las riquezas, el establecimiento de la monogamia, no como demanda del amor verdadero sino del patriarca que quiere asegurar que heredará sus bienes a un hijo efectivamente suyo, y es con la aparición de la producción capitalista, ávida de trabajo humano, no necesariamente varonil, que se sometió a los más débiles entre los débiles, a la mujer (la “esclava del esclavo”) y a los niños al trabajo asalariado. 

En ese entonces, “… este poderoso sustituto de trabajo y de obreros se transformó inmediatamente en un medio para aumentar el número de asalariados, colocando a todos los miembros de la familia obrera, sin distinción de sexo ni edad, bajo el dominio inmediato del capital. El trabajo forzado al servicio del capitalista usurpó no sólo el lugar de los juegos infantiles, sino también el trabajo libre dentro de la esfera doméstica, dentro de los límites morales, para la propia familia”. Pero eso sí, siempre pagando infinitamente menos a mujeres y niños, al grado que el hombre de esa época ya no encontraba trabajo y él se quedaba en casa a remendar las calcetas mientras la mujer y los hijos iban a trabajar.

Hoy, “… en promedio, las mujeres gozan apenas del 77 % de los mismos derechos que tienen los hombres ante la ley” (Banco Mundial, La Mujer, la Empresa y el Derecho, 2023)

El problema no es, pues, un problema de género, de machismo o feminismo sino de lucha de clases y es en este cuadrilátero en el que realmente se va a definir, en el que las mujeres deben ganar, ellas y sus hermanos hombres, que lo son de sangre, de explotación y de causa, la justa exigencia de igualdad plena de las mujeres respecto a los hombres.

En medio de las protestas en el país, y la actitud de los gobiernos, incluido el actual que respondió a las justas demandas de las organizadoras blindando el palacio nacional, como si estuviera asediado por un ejército enemigo, negándose en redondo a recibirlas y escucharlas, conviene que las y los antorchistas nos solidaricemos con la causa de los colectivos feministas, pues, como dijo el Maestro Aquiles Córdova Morán, nuestro dirigente nacional, “nuestra solidaridad es la solidaridad que nace espontáneamente entre quienes comparten un destino, un sufrimiento y un enemigo común, en este caso la misma sociedad desigual e inequitativa que nos oprime y maltrata a ambos movimientos de lucha popular.

Dicho lo anterior, ahora sí podemos poner entera la cita con la que comencé esta colaboración, y presentarla como manifiesto y compromiso con las y los mexicanos:

“Los progresos sociales y los cambios de periodos se operan en razón directa del progreso de las mujeres hacia la libertad y las decadencias de orden social se operan en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres... porque aquí, en la relación de hombres y mujeres, del débil y el fuerte, la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad, es más evidente. El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general” (C. Marx y F. Engels, La sagrada familia).

Dicho de otro modo, la emancipación femenina será resultado y consecuencia de la emancipación general; las causas de los colectivos feministas, justas y necesarias, solamente se alcanzarán si primero se ataca y supera las causas que las generan, si se acaba el sistema económico que permite a unos cuantos privilegiados explotar a las clases trabajadoras; acabemos con el sistema de explotación y todas las injusticias y desigualdades terminarán.

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