MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La inflación aumenta y la esperanza se acaba

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Todos los días la gente se levanta con optimismo, con la esperanza de que a partir de hoy las cosas mejoren para bien de todos. Por lo general, la mayoría tiene la costumbre de esperar que las autoridades encuentren una solución definitiva a los problemas del país y logren encaminarnos a la ruta del progreso y desarrollo nacional, donde podamos tener la certeza de que estamos avanzando por el camino correcto y vivir con la tranquilidad de que sólo hay que esperar un tiempo razonable para que las cosas cambien de fisonomía y nos encontremos por fin frente a un panorama cada vez más seguro y estable; donde la economía de nuestras familias pueda mejorar sensiblemente, mejorando también nuestro nivel de vida. Pero basta caminar unas cuadras fuera de casa para darnos cuenta, a la hora de comprar las cosas para el desayuno o la comida, que ya los precios han cambiado de un día para otro, y que lo que se gana con el trabajo diario alcanza cada vez para menos, a pesar de todo lo que se ha dicho en torno a los “históricos aumentos salariales”.

 Los precios han cambiado de un día para otro, y que lo que se gana con el trabajo diario alcanza cada vez para menos, a pesar de todo lo que se ha dicho en torno a los “históricos aumentos salariales”.

Con el caso de la inseguridad, cada quien guarda en lo más profundo de su ser la esperanza de que “mientras no me toque a mí, todo está bien; ahí la vamos llevando”; pero cuando se trata de la inflación, no hay forma de escaparse, porque para vivir hay que comer; y, por lo tanto, a la hora de comprar los alimentos, a todo mundo le llega su cuota de inflación, orillándolo a consumir cada vez menos cantidad de alimentos nutritivos y obligándole a sustituirlos con productos de más baja calidad; o de plano con comida chatarra como las sopas instantáneas y otros “alimentos” con alto contenido en grasas y azúcares que, como dijimos en una colaboración anterior, acarrea múltiples enfermedades como la obesidad, diabetes, hipertensión, etcétera. Hoy, por ejemplo, me entero por el periódico Tabasco Hoy, que la inflación en México se ubicó en la primera quincena de septiembre de este año en 4.66%, lo cual representa un incremento de 0.9% con respecto a la quincena anterior; y 0.22% comparado con el mismo periodo del año pasado, que fue de 4.44%.

Estos datos, tomados del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) que maneja el Inegi reflejan una desaceleración de la inflación, según los especialistas en la materia; atreviéndose algunos a asegurar que es una muestra clara de que las medidas que se implementaron por parte del gobierno están dando resultados. Sin embargo, si tomamos como base el año 2019, fecha en que este gobierno ya estaba funcionando en toda su plenitud, y que la inflación se ubicó en 2.99% nos daremos cuenta que el alza de los precios se ha mantenido de manera constante. Es decir, de 2019 a 2024, el incremento en los precios ha sido casi de dos puntos porcentuales; 1.67% para ser exactos. Pero vayamos a los números con los que todos estamos más familiarizados: a principios de este gobierno, un litro de aceite costaba 32 pesos, ahora cuesta 43 pesos; un kilo de arroz pasó de 22 a 37 pesos; el azúcar que antes costaba 14, ahora cuesta 23 pesos; el frijol de 21 a 42 pesos el kilo; la tortilla subió al doble al pasar de 12 a 24 pesos el kilo; mientras que la carne que costaba entre 90 y 120 pesos, ahora cuesta de 160 a 220 pesos el kilo. Sólo en estos ejemplos nos podemos dar cuenta que los precios de los alimentos -cuando menos de éstos que mencionamos-, se elevaron por encima del 74%, es decir que casi al 100 por ciento. Por lo tanto, la pregunta cabe ¿quiere decir que estamos en el rumbo correcto? Nosotros creemos que no. El mentado Paquete contra la inflación y la Carestía (PACIC) que anunció el gobierno federal en mayo de 2022 como un acuerdo entre el gobierno, productores, distribuidores y comerciantes para no subir los precios de los productos de la canasta básica sólo quedó en buenos deseos.

Decíamos al principio, que a todos nos gusta hacernos a la idea de que el gobierno en turno sí va a velar por los intereses de las grandes mayorías; que una vez que emitimos nuestro voto en las urnas ya sólo resta poner la hamaca y ponernos a esperar que el gobernante electo haga su trabajo. Que el pueblo es el mandante y el gobernante es el mandatario y por lo tanto se debe conducir conforme a los intereses del pueblo que lo eligió; pero ya estamos viendo que, aunque todo eso está por escrito en la ley, no siempre, o mas bien, nunca se cumple. Por lo tanto, debemos llegar a la conclusión de que hemos equivocado el camino; que ha llegado el momento de cambiar de estrategia.

Debemos recordar que, de acuerdo con la historia, los grandes cambios nunca han caído del cielo como la dádiva de un estadista bondadoso y de buen corazón que ha entendido las necesidades de la gente y las ha tomado como suyas, disponiéndose a satisfacerlas durante su encargo. No. Lo que vemos siempre en la vida de las sociedades, es que, en todos los casos, el pueblo es quien ha tenido que unirse como un solo hombre para levantarse a luchar por la conquista de sus derechos pisoteados; en todas las civilizaciones, han sido los sojuzgados quienes se han tenido que inconformar contra sus opresores y se han tenido que movilizar no solo para que sus intereses sean tomados en cuenta, sino para tomar ellos mismos las riendas del poder y conducir a las naciones a mejores destinos. Así sucedió en la guerra de Independencia cuyo 109 aniversario acabamos de conmemorar; así sucedió en la Revolución Mexicana para derrocar a don Porfirio Díaz y así tendrá que suceder si queremos propiciar una transformación verdadera en nuestros días.

 

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