MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La “justicia” de los poderosos

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Quien determina lo que está bien o mal en el mundo unipolar del modelo capitalista establece quién manda, y la sociedad debe entenderlo claramente, sin lugar a dudas. 

En la democracia burguesa, si alguien acusa a otro de ser un estafador o narcotraficante y recibe el apoyo de la alta burguesía, es seguro que sus aliados y seguidores también lo respaldarán. Hoy, en este orden social, la dignidad humana ha perdido relevancia, y los intereses económicos dictan las normas colectivas.

La inseguridad social ha generado incontables muertes, muchas de ellas vinculadas al tráfico y consumo de estupefacientes, una actividad que transforma y degrada la naturaleza del individuo y crea conflictos en la disputa por el control de mercados locales, nacionales e internacionales. La adicción que generan estas sustancias provoca un deterioro físico y mental que afecta profundamente al tejido social.

Hoy, el sistema capitalista entrelazado permite que sólo aquellos con vínculos de poder gestionen el tráfico de mercancías ilícitas.

¿Quiénes obtienen las ganancias del narcotráfico? ¿Por qué este fenómeno no desaparece? Los verdaderos beneficiarios no suelen ser los delincuentes comunes, sino aquellos que operan desde las altas esferas de poder.

México, por su ubicación geográfica, es un corredor obligado de mercancías, incluyendo drogas provenientes de Centroamérica y Sudamérica. 

Esta vasta región, con 35 países, se divide en América del Norte, América Central y América Insular, donde se destacan múltiples lenguas y culturas, pero también rutas de comercio que incluyen actividades ilícitas.

Las grandes corporaciones y transnacionales, en su afán de lucro, se benefician de este comercio ilegal en los países en desarrollo. El tráfico de drogas es sólo una forma más de obtener dinero fácil en un sistema capitalista interconectado, donde incluso los actores menores necesitan vínculos con los altos poderes para participar en este tipo de comercio.

Los poderosos dictan el destino de las personas y determinan su rol en el orden social, apoyados por sistemas judiciales que imponen sentencias inapelables. 

Muchas veces, aquellos que caen en las garras del sistema son víctimas de una maquinaria económica que no permite cuestionamientos, con un público manipulable que aplaude lo que dictan los poderes económicos y políticos.

Estados Unidos, en particular, actúa según sus intereses, imponiendo sanciones y tomando decisiones que afectan a otros países. Desde la Segunda Guerra Mundial, ha utilizado su poder económico y militar para subyugar a naciones, escudándose en causas como los derechos humanos o el terrorismo.

Sin embargo, documentos históricos revelan cómo este mismo país ha financiado regímenes represivos en distintas regiones del mundo, mostrando así la hipocresía de sus acciones. Un ejemplo claro es el bloqueo económico contra Cuba, una muestra del control y la opresión que ejerce sobre aquellos que desafían su hegemonía.

Frente a esta realidad, surge la necesidad de un cambio hacia un mundo multipolar que permita a los pueblos disponer de sus propios recursos y vivir sin las limitaciones impuestas por intereses extranjeros.

Tal transformación sólo será posible con una sociedad educada y organizada que busque una distribución equitativa de lo que produce y consume según sus propias necesidades.

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