MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La magia de los pueblos mágicos

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La Secretaría de Turismo (Sectur) es una de las 19 secretarías de Estado que, junto con la Consejería Jurídica del Gobierno federal, conforman el gabinete legal del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Es el despacho del Poder Ejecutivo federal encargado de diseñar, ejecutar y coordinar las políticas públicas en la materia. Sus facultades incluyen, realizar los planes, programas y proyectos vinculados al desarrollo de zonas turísticas, haciendo énfasis en el potencial económico que represente; coordinarse con las secretarías de Cultura y Medio Ambiente formulando estrategias para que las áreas y/o eventos bajo su administración adquieran un enfoque turístico; llevar el registro de prestadores de servicios turísticos y sus respectivas tarifas; fomentar la creación de organizaciones privadas promotoras del turismo; y coordinarse con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para la promoción del país como destino turístico en el extranjero.

Según datos históricos, fue en julio de 1929 cuando el entonces presidente, Emilio Portes Gil, ordenó publicar en el Diario Oficial de la Federación el acuerdo presidencial mediante el cual se creó la Comisión Mixta Pro-Turismo, organismo que fue evolucionando hasta convertirse en lo que hoy es la Secretaría de Turismo. Esta comisión surgió con el objetivo de fomentar e incrementar las corrientes de visitantes extranjeros hacia nuestro país. Con el objetivo de fortalecer los esfuerzos oficiales en la materia y cumplir con la misión que le fue encomendada, se incorporaron a la Comisión las empresas privadas.

Hablando de la actividad turística del país, en esta ocasión me llamó la atención sobremanera que México estrena 45 nuevos Pueblos Mágicos, que, sumados a la lista anterior (132), dan un total de 177 localidades que actualmente cuentan con el distintivo.

Pero ¿qué es un Pueblo Mágico? De acuerdo con la propia definición de la Sectur; un “Pueblo Mágico es una localidad que tiene atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin, magia que te emanan en cada una de sus manifestaciones socioculturales y que significan, hoy día, una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico. El Programa Pueblos Mágicos, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto, que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Los pueblos mágicos son lugares que muestran la identidad nacional, tanto en la arquitectura, como en sus paisajes; sus comidas, tradiciones y costumbres, música y demás expresiones que son una oportunidad para los turistas de conocer el país. Dichos sitios son un impulso para los establecimientos y alojamientos que pueden aprovechar para incrementar sus ingresos, pues son lugares capaces de atraer a cualquier tipo de turismo”.

Sin embargo, es necesario destacar el comentario que hace el titular de la Sectur, Miguel Torruco, en la conmemoración del 90 aniversario de la creación de la dependencia en cuestión, señaló que “… de este modo se cumple con la instrucción de hacer del turismo una herramienta de reconciliación social, capaz de generar desarrollo, crecimiento, progreso y bienestar a nuestras comunidades, mejorando su calidad de vida”. Es precisamente este comentario el que me motiva a escribir estas líneas porque, tal vez, como mexicano debería sentirme orgulloso de tener ahora 177 Pueblos Mágicos que visitar y recorrer.

Y justamente por eso me atrevo a opinar, porque he tenido la oportunidad de visitar, más por trabajo que por placer, algunos (muy pocos, eso es la verdad) pueblos mágicos, ante la vista de todos se ven maravillosos, la arquitectura, la historia, la artesanía, etcétera, pero lejos de dejarme llevar por el brillo del oro, lo que más me ha impactado e indignado es la situación de los habitantes originarios.

Porque no es verdad lo que dice la afirmación del señor funcionario citado más arriba, no es tal eso de “…reconciliación social, capaz de generar desarrollo, crecimiento, progreso y bienestar a nuestras comunidades, mejorando su calidad de vida.” Diversos estudios señalan, que en realidad, cuando un pueblo se convierte en “mágico”, comienza un proceso de turistificación que, poco a poco, desaparece a las poblaciones originarias y sus tradiciones.

Esta turistificación tiende a estandarizar los destinos elegidos como mágicos porque los visitantes exigen, para su comodidad, los mismos servicios que hay en otros lugares; por lo que se construyen hoteles de lujo, restaurantes, centros comerciales y atracciones instagramiales (una foto o una imagen que vale la pena publicarlo en Instagram) que poco a poco difuminan la identidad del lugar. También el paisaje así como los recursos naturales tienden a desaparecer por la sobreexplotación y la gran contaminación que genera la visita masiva de turistas.

Y, por supuesto, la llegada de migrantes con mayor poder adquisitivo aumenta el coste de vida, lo que genera “gentrificación” (proceso de rehabilitación urbanística y social que provoca un desplazamiento paulatino de los vecinos empobrecidos del barrio por otros de un nivel social y económico más alto.) y desplaza a los locales. A pesar de estos problemas y aunque hay lugares como Sisal, en Mérida, donde los habitantes rechazan la denominación, recientemente el gobierno anunció la incorporación de 45 nuevos Pueblos Mágicos para llegar a un total de 177.

¿De verdad estos proyectos benefician a los habitantes? ¿A los habitantes originarios les cambia la calidad de vida, experimentando a la vez la “magia” de la denominación? Como ustedes pueden darse cuenta, nada de eso sucede para los oriundos, lejos de eso, son vistos y tratados como extraños en su propia casa, por turistas mexicanos y extranjeros, sus artesanías son regateadas a más no poder, a su vez, las empresas establecidas echan de las banquetas a los artesanos ambulantes para que no les afeen su negocio y no les compitan en la ventas.

Interesante sería recopilar testimonios y realizar una investigación a fondo del beneficio que conllevan las denominaciones de pueblos mágicos porque los recursos que llegan en los municipios por la distinción, no se ve en dónde se invierten, desaparecen mágicamente, tan mágico es el lugar que los habitantes originarios son desplazados de sus propiedades, se apropian de sus ríos, lagunas, selvas, etcétera, es la magia que experimentan.


La verdadera magia que proporcionan los pueblos mágicos, son a los grandes caciques que hacen su agosto en la venta de tierras a precios exorbitantes, la magia es para los socios empresarios de la iniciativa privada que lucran con los recursos naturales, antes de los pueblos originarios, ahora en manos del gran capital que a su paso transforma todo y no precisamente para bien, porque a su paso todo se vende y todo se compra, eso de que hay derrame económico y de que el sol sale para todos, es una metáfora y nada más, la magia (hacer dinero)  de los pueblos mágicos, es para los señores del dinero, impulsados y protegidos por los compadres y padrinos políticos de antes y de ahora, pero se escucha bonito la adulación “primero los pobres” o “primero el pueblo”, bella ilusión pero lejos de la realidad, los pueblos mágicos son pan con navaja adentro, ¡cuidado!

La Secretaría de Turismo (Sectur) es una de las 19 secretarías de Estado que, junto con la Consejería Jurídica del Gobierno federal, conforman el gabinete legal del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Es el despacho del Poder Ejecutivo federal encargado de diseñar, ejecutar y coordinar las políticas públicas en la materia. Sus facultades incluyen, realizar los planes, programas y proyectos vinculados al desarrollo de zonas turísticas, haciendo énfasis en el potencial económico que represente; coordinarse con las secretarías de Cultura y Medio Ambiente formulando estrategias para que las áreas y/o eventos bajo su administración adquieran un enfoque turístico; llevar el registro de prestadores de servicios turísticos y sus respectivas tarifas; fomentar la creación de organizaciones privadas promotoras del turismo; y coordinarse con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para la promoción del país como destino turístico en el extranjero.

Según datos históricos, fue en julio de 1929 cuando el entonces presidente, Emilio Portes Gil, ordenó publicar en el Diario Oficial de la Federación el acuerdo presidencial mediante el cual se creó la Comisión Mixta Pro-Turismo, organismo que fue evolucionando hasta convertirse en lo que hoy es la Secretaría de Turismo. Esta comisión surgió con el objetivo de fomentar e incrementar las corrientes de visitantes extranjeros hacia nuestro país. Con el objetivo de fortalecer los esfuerzos oficiales en la materia y cumplir con la misión que le fue encomendada, se incorporaron a la Comisión las empresas privadas.

Hablando de la actividad turística del país, en esta ocasión me llamó la atención sobremanera que México estrena 45 nuevos Pueblos Mágicos, que, sumados a la lista anterior (132), dan un total de 177 localidades que actualmente cuentan con el distintivo.

Pero ¿qué es un Pueblo Mágico? De acuerdo con la propia definición de la Sectur; un “Pueblo Mágico es una localidad que tiene atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin, magia que te emanan en cada una de sus manifestaciones socioculturales y que significan, hoy día, una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico. El Programa Pueblos Mágicos, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto, que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Los pueblos mágicos son lugares que muestran la identidad nacional, tanto en la arquitectura, como en sus paisajes; sus comidas, tradiciones y costumbres, música y demás expresiones que son una oportunidad para los turistas de conocer el país. Dichos sitios son un impulso para los establecimientos y alojamientos que pueden aprovechar para incrementar sus ingresos, pues son lugares capaces de atraer a cualquier tipo de turismo”.

Sin embargo, es necesario destacar el comentario que hace el titular de la Sectur, Miguel Torruco, en la conmemoración del 90 aniversario de la creación de la dependencia en cuestión, señaló que “… de este modo se cumple con la instrucción de hacer del turismo una herramienta de reconciliación social, capaz de generar desarrollo, crecimiento, progreso y bienestar a nuestras comunidades, mejorando su calidad de vida”. Es precisamente este comentario el que me motiva a escribir estas líneas porque, tal vez, como mexicano debería sentirme orgulloso de tener ahora 177 Pueblos Mágicos que visitar y recorrer.

Y justamente por eso me atrevo a opinar, porque he tenido la oportunidad de visitar, más por trabajo que por placer, algunos (muy pocos, eso es la verdad) pueblos mágicos, ante la vista de todos se ven maravillosos, la arquitectura, la historia, la artesanía, etcétera, pero lejos de dejarme llevar por el brillo del oro, lo que más me ha impactado e indignado es la situación de los habitantes originarios.

Porque no es verdad lo que dice la afirmación del señor funcionario citado más arriba, no es tal eso de “…reconciliación social, capaz de generar desarrollo, crecimiento, progreso y bienestar a nuestras comunidades, mejorando su calidad de vida.” Diversos estudios señalan, que en realidad, cuando un pueblo se convierte en “mágico”, comienza un proceso de turistificación que, poco a poco, desaparece a las poblaciones originarias y sus tradiciones.

Esta turistificación tiende a estandarizar los destinos elegidos como mágicos porque los visitantes exigen, para su comodidad, los mismos servicios que hay en otros lugares; por lo que se construyen hoteles de lujo, restaurantes, centros comerciales y atracciones instagramiales (una foto o una imagen que vale la pena publicarlo en Instagram) que poco a poco difuminan la identidad del lugar. También el paisaje así como los recursos naturales tienden a desaparecer por la sobreexplotación y la gran contaminación que genera la visita masiva de turistas.

Y, por supuesto, la llegada de migrantes con mayor poder adquisitivo aumenta el coste de vida, lo que genera “gentrificación” (proceso de rehabilitación urbanística y social que provoca un desplazamiento paulatino de los vecinos empobrecidos del barrio por otros de un nivel social y económico más alto.) y desplaza a los locales. A pesar de estos problemas y aunque hay lugares como Sisal, en Mérida, donde los habitantes rechazan la denominación, recientemente el gobierno anunció la incorporación de 45 nuevos Pueblos Mágicos para llegar a un total de 177.

¿De verdad estos proyectos benefician a los habitantes? ¿A los habitantes originarios les cambia la calidad de vida, experimentando a la vez la “magia” de la denominación? Como ustedes pueden darse cuenta, nada de eso sucede para los oriundos, lejos de eso, son vistos y tratados como extraños en su propia casa, por turistas mexicanos y extranjeros, sus artesanías son regateadas a más no poder, a su vez, las empresas establecidas echan de las banquetas a los artesanos ambulantes para que no les afeen su negocio y no les compitan en la ventas.

Interesante sería recopilar testimonios y realizar una investigación a fondo del beneficio que conllevan las denominaciones de pueblos mágicos porque los recursos que llegan en los municipios por la distinción, no se ve en dónde se invierten, desaparecen mágicamente, tan mágico es el lugar que los habitantes originarios son desplazados de sus propiedades, se apropian de sus ríos, lagunas, selvas, etcétera, es la magia que experimentan.

La verdadera magia que proporcionan los pueblos mágicos, son a los grandes caciques que hacen su agosto en la venta de tierras a precios exorbitantes, la magia es para los socios empresarios de la iniciativa privada que lucran con los recursos naturales, antes de los pueblos originarios, ahora en manos del gran capital que a su paso transforma todo y no precisamente para bien, porque a su paso todo se vende y todo se compra, eso de que hay derrame económico y de que el sol sale para todos, es una metáfora y nada más, la magia (hacer dinero)  de los pueblos mágicos, es para los señores del dinero, impulsados y protegidos por los compadres y padrinos políticos de antes y de ahora, pero se escucha bonito la adulación “primero los pobres” o “primero el pueblo”, bella ilusión pero lejos de la realidad, los pueblos mágicos son pan con navaja adentro, ¡cuidado!

 

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