MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿La muerte tiene permiso?

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En 1955 ve la luz La muerte tiene permiso, cuento del escritor mexicano Edmundo Valadez, quien fue un promotor de la microficción en América Latina. Este cuento aparece encabezando a otros dieciocho más, en un solo volumen, publicado por el Fondo de Cultura Económica.

La trama del cuento versa sobre el pueblo San Juan de las Manzanas, comunidad campesina que ha llegado al hartazgo por los abusos y atropellos de que son objeto por parte del presidente municipal, pues han acudido ante todas las instancias para reclamar justicia y han encontrado siempre oídos sordos y puertas cerradas.

Hace casi setenta años, Edmundo Valadez planteó el hartazgo de una sociedad que vive en medio de la injusticia, donde los abusos de los poderosos no serán castigados y son el pan de cada día.

Los ingenieros que presidirán una asamblea ejidal, junto con el presidente del ejido, hablan de francachelas y banalidades, aunque también tienen controversias sobre lo que ha significado la Reforma Agraria para los campesinos después de la Revolución Mexicana: se les “ha dado la tierra, pero no se les ha proveído de la maquinaria para explotar la tierra eficazmente”, “no se les otorgan créditos”, “se les está civilizando, enseñándoles a ser limpios por fuera, pero sucios por dentro”, entre otros puntos que describen la corrupción imperante y la nula voluntad política de hacer justicia a los campesinos, verdaderos artífices de la Revolución.

Finalmente, la asamblea da comienzo. Los campesinos convocados a la asamblea de ejidatarios, presidida por los ingenieros y el presidente del comisariado, hablan de riegos, de cosechas, de solicitudes de créditos.

Entre ellos están los de San Juan de las Manzanas que deciden, por enésima vez, realizar la denuncia de los actos del presidente municipal que les ha robado sus tierras, que retuvo el agua malogrando buena parte de sus cultivos, que con una banda de maleantes violaron a dos jovencitas de la comunidad, que mandó matar al hijo de Sacramento, campesino que tomó la palabra para relatar lo que sucede en su comunidad.

Todo esto dicho por Sacramento con aparente calma, que apenas muestra el dolor que le ha significado la muerte de su hijo y el ultraje a las muchachas del pueblo. Sin embargo, en su relato describe la indignación que priva entre los habitantes de San Juan, del alboroto que se ha armado por los abusos y del odio que ha concitado el presidente municipal por la ruindad de sus acciones; describe también el ansia de justicia por la negativa de todas las autoridades a su exigencia de que el munícipe sea castigado. 

Por todo ello, los campesinos dicen, a través de Sacramento, a quien se le escucha ya un dejo de indignación y odio, manifiesto en su voz que comienza a vibrar:

“Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y pos no sabemos dónde andará la justicia, queremos tomar aquí providencias. A ustedes que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para hacernos justicia por nuestra propia mano…”.

La solicitud genera estupor y confusión entre los que presiden la reunión. Por una parte, “tenemos instituciones…”, “Sería justificar la barbarie, los actos fuera de la ley…”, y por otra, “¿Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian?…”

Finalmente, se plantea que una votación decida la suerte del presidente municipal: “Todos los brazos se tienden a lo alto…”, “También los de los ingenieros…”. “Cada dedo señala la muerte inmediata, directa…”

Ante tal aprobación, en un final inesperado de la narración, Sacramento expresa: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.

Hace casi setenta años, Edmundo Valadez planteó el hartazgo de una sociedad que vive en medio de la injusticia, en donde los abusos de los poderosos no serán castigados y son el pan de cada día, en medio de la pobreza en que vivía el pueblo y que se acrecentó conforme los ricos se redujeron en número, y sus fortunas se hicieron cada vez más grandes.

Sin embargo, su reflexión nos llama a desentrañar las causas profundas de un fenómeno como el que presenta San Juan de las Manzanas, y que está perfectamente vigente en la época que vivimos, pues la violencia, la inseguridad, el narcotráfico, entre muchos otros flagelos, se han convertido en un problema cotidiano que afecta a todos los mexicanos, que padecen siempre la incertidumbre de si encontrarán a sus hijos al regresar a casa, si al viajar en las carreteras del país, llegarán con bien a su destino; todo ello en medio de la falta de salud, la carencia de vivienda y de educación, y de una pobreza que aprieta fuertemente al pueblo con sus garras.

El problema es el sistema socioeconómico en que vivimos, es el modelo neoliberal que se nos ha impuesto en este mundo globalizado. No, no basta con que el pueblo pida o se tome el permiso de matar a un presidente municipal, debe tomar el poder político y hacer que la justicia sea una realidad, signifique mejoría para todo el pueblo, signifique un mundo mejor, signifique que “el pueblo viva feliz, aunque no tenga permiso”, como dice la poesía. A organizarnos, a educarnos y a tomar el poder político. Esa es la tarea.

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