La necesidad de una jornada laboral más justa, humana y pensada para los trabajadores es un tema de relevancia crucial actualmente.
Acabamos de vivir un proceso electoral vital para nuestro país y, recordemos que ninguno de los candidatos abordó el punto en sus propuestas, además de eventos, debates y propaganda, salvo Jorge Álvarez Máynez.
México, al igual que muchos otros países, enfrenta desafíos relacionados con las condiciones laborales y la calidad de vida de sus trabajadores. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el obrero mexicano es el que más horas labora, con 48 horas por semana, mientras que en Alemania solo laboran 34.5 horas semanales.
A los trabajadores siempre nos tocará luchar. Nuestra clase social tiene la responsabilidad de exigir mejores condiciones y así se ha hecho en el pasado.
Este Gobierno ha hablado de “resultados” en materia económica. El incremento del salario mínimo, que lo llevó de 88.40 pesos a 248.90 pesos diarios y que beneficia a la población que labora en empleos formales, es el mayor logro que tiene la 4T, así como el “fortalecimiento” del peso mexicano sobre el dólar estadounidense.
No sólo subieron el salario, la inflación trajo consigo el aumento del costo en la canasta básica, de mil 218 pesos a 3 mil 253 pesos de acuerdo con las cifras actualizadas del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), informó Proceso el 11 de marzo de 2024. Por lo que el chiste del incremento salarial se cuenta solo.
La demanda en la reducción de la jornada laboral tiene sus raíces en el seno de la clase obrera de nuestro país, pues las jornadas excesivas de 12 horas de lunes a viernes, continuar otras 8 o 12 horas el sábado para “meter” tiempo extra y descansar sólo el domingo, es una mutilación de la vida de los trabajadores, además de sobreexplotar a cada hombre y mujer que se encuentre en estas condiciones.
Hablando concretamente, del trabajo no pagado a los obreros, pues es innegable que los trabajadores producen cientos y miles de veces más de lo que se les paga. Ahí están los obreros de la construcción, que construyen grandes edificios pero no tienen casa propia; los obreros de la industria automotriz, que se trasladan en transporte público pues les es imposible adquirir un vehículo como el que producen; o los mineros que jamás podrán portar las joyas que extraen, entre muchos ejemplos más.
A los trabajadores siempre nos tocará luchar. Nuestra clase social tiene la responsabilidad de exigir mejores condiciones y así se ha hecho en el pasado: la revuelta de Haymarket en EUA en 1886; el movimiento obrero de 1905 en Rusia, que culminó en octubre de 1917 con la consagración de la Revolución Rusa encabezada por Lenin; Lula y los metalúrgicos brasileños en 1970; las llamadas revoluciones de mitad de siglo en 1848 en toda Europa, y muchas luchas más, han traído a nuestra sociedad los derechos que hoy podemos llamar por ejemplo, Ley Federal del Trabajo.
Reducir la jornada laboral es una necesidad, es una obligación y es el grito de millones de mexicanos. Los trabajadores de nuestro país merecen disfrutar de sus familias, de hacer actividades recreativas, descansar, divertirse, estudiar, ver a sus hijos crecer, pero sobre todo, no vivir con las presiones económicas, de tiempo y de hambre que viven ahora.
La participación de un bloque conformado por los millones de trabajadores de nuestro país es necesaria. La iniciativa ya está en la Cámara de Diputados.
Exijamos la modificación del Artículo 123 de nuestra Constitución y que se reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas por semana.
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