En una visita hecha a la comunidad de Agua Fría del municipio de Galeana, Nuevo León, una señora de avanzada edad me comentó que en la pasada temporada agrícola los campos produjeron muy poco, “hace mucho que no llueve como cuando levantábamos cosechas buenas”, me dijo. En su narración comentó que hace algunos años el gobierno los apoyaba con despensas cada dos meses y que eso les ayudaba mucho en temporadas de sequía pero que cuando inició el gobierno del Bronco la ayuda comenzó a escasearse hasta que definitivamente no les dieron nada, “curiosamente cuando más se necesita el apoyo del Gobierno, el Bronco nos lo quita”, reiteró; “y con esta pandemia que anda por ahí no puede uno ni salir a buscar trabajo, nos vamos a morir de hambre por temor a la enfermedad, pues”, y terminó su relato.
Los últimos años han sido crueles para los campesinos pues según recuerdan los que vivieron épocas de mayor bonanza, dicen que para estos días del año ya había llovido y ya habían comenzado a sembrar de modo que para agosto o septiembre podían asegurar una buena cosecha porque después, aunque llueva, las heladas acaban con la toda la producción. Platican los que saben que ahora que ha cambiado el clima, llueve en tiempos muy diferentes y que además las lluvias son escasas al grado de que a veces no alcanzan ni para producir forrajes. “Imagínese”, me dijo el marido de mi primera interlocutora, “sin cosechas, sin pastura, las mercancías cada vez más caras y sin ayuda del gobierno ¿a dónde iremos a parar?”.
Las quejas contra las políticas antipopulares del gobierno estatal y del gobierno federal las he escuchado en todas las localidades que he visitado de los municipios del sur del estado. “Aquí hay hambre”, me dijo una persona de Aramberri; “antes”, continuó, “el piñón valía más, nos alcanzaba para más y ahora los hombres se pasan semanas enteras y lo que obtienen nos alcanza para comer solamente unos días”. Narraciones como estas abundan por el sur de Nuevo León.
Además, ante la falta de lluvias los incendios están causando estragos; en Galeana fueron cuatro de los más destructores; siguieron en Santiago, luego en Montemorelos y ahora en Zaragoza. El panorama pinta desolador.
Pero la vida sigue su curso, ya se destaparon los candidatos de los diferentes partidos políticos quienes hacen sus mejores propuestas para ganarse al electorado. Ahora los campesinos, las amas de casa, las trabajadoras domésticas, los pequeños comerciantes, los obreros, los empleados y todos los trabajadores en general se han vuelto importantes de la noche a la mañana. Algunos dicen que siempre es lo mismo que campañas van y campañas vienen y puras promesas falsas, “nos abrazan, nos saludan, pero si ganan no regresan nunca”; hay quienes afirman que con un trabajo que les prometieron se conforman; otros más pragmáticos dicen “si no aprovechamos hoy que dan, nunca no agarraremos nada, hay que agarrar todo lo que te ofrezcan en estos días porque de aquí hasta que vuelvan otra vez las campañas volveremos a verlos”. ¿Y el hambre? ¿Y el campo? ¿Y los empleos?
Creo que la gente se ha decepcionado de la política y de los políticos. La última esperanza de 30 millones de mexicanos resultó una desgracia. Hay hambre, hay miseria, hay muchas enfermedades que no cuentan con tratamiento, ni con medicinas, ni con vacunas. Por eso la desesperanza se apodera de la gente común. Tratando de explicarles que los diputados federales son importantes para que aprueben leyes a favor de la gente honesta y trabajadora, me responden que a lo mejor en otro tiempo así era pero que ahora las leyes se hacen para proteger a los delincuentes; no confían en que los diputados vuelvan a aprobar recursos para apoyar proyectos en favor de la gente humilde como sucedía en sexenios anteriores. Ahora los diputados federales solo se preocupan por temas que no tienen nada que ver con las necesidades de la gente que trabaja en el campo, en la ciudad, en las fábricas y en las minas; dicen que la frase “primero los pobres” sólo fueron una frase de campaña para engañar incautos pues ahora es cuando menos se les ayuda y les quita hasta lo indispensable como las vacunas contra el cáncer.
Me comentaron algunos campesinos, que una llamita de esperanza recorre los caminos, las montañas y los jacales del sur de Nuevo León. Esa llama es Antorcha Campesina, una organización de gente humilde que, aunque son muy pobres ayudan a las comunidades marginadas a gestionar obras y servicios, incluso, algunas veces ayudan con medicinas y tratamientos médicos. Eso hacen sin ser gobierno y por lo mismo, sus dirigentes, el Ingeniero Érick Caín Castillo Rosales, dirigente municipal y el ingeniero Ramón Rosales Córdova, dirigente estatal, se van ganando la buena voluntad y la admiración de la gente humilde. A ver cuánto avanzan los pueblos del sur orientados por Antorcha.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario