Para nadie es desconocido que en las pasadas administraciones se ha intensificado el apoyo social. El presupuesto asignado a los programas sociales ha subido considerablemente, y pareciera que es el remedio que va a acabar con la pobreza en nuestro país. La realidad es muy distinta, y este problema sólo se enraíza cada día más.
Los programas sociales son sólo un paliativo que no resuelve el problema de raíz, y sin cambios estructurales, la pobreza seguirá creciendo.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social (en los seis indicadores de rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias.
La pobreza afecta la existencia del que la padece, al grado de desvalorizarse a sí mismo, situación altamente preocupante, pues se sabe privado de derechos tan básicos como la educación, la buena salud, la alimentación necesaria y las esperanzas de un futuro mejor. Esto afecta su vida diaria, impidiéndole realizarse con plenitud, reduciendo su productividad y sus capacidades, y evitando que explote su potencial. Y aunque se escucha decir a los funcionarios de todos los niveles que en el combate a la pobreza vamos ganando, la realidad es que no solo no se ha disminuido, sino que en la pasada administración que encabezó el licenciado Andrés Manuel López Obrador la pobreza remontó.
Los gobiernos crean programas para combatir el problema, pero no se han obtenido los resultados adecuados, pues, por un lado, la pobreza se ataca desde el ingreso y, por otro, se consideran elementos adicionales, pero aún son incompletos para medir estas variables y dar una solución eficiente en el combate a esta terrible situación.
Sin embargo, existe una razón más de fondo: se toman los programas de combate a la pobreza como solución, cuando en realidad son un paliativo, un mero recurso para calmar los malestares de la pobreza sin extirparla de raíz.
Lo preocupante es que quienes implementan estos programas saben que no se está atacando el problema en serio; muchas veces lo hacen solo para tomarse la foto y aparentar ser los salvadores del pueblo.
A nuestras autoridades no les importa el impacto que están teniendo sus programas sociales en la economía, tampoco les interesa si se necesitan o no, ni si hay un padrón transparente de beneficiarios.
No hay metas más allá de que quien da más es mejor y de que, en la medida en que más hogares reciban estos beneficios, se está haciendo un gran bien a la sociedad.
Me parece que están equivocados: están haciendo un mal uso de los recursos y, lo más grave, creando una obligación permanente para el gobierno sin tener claridad sobre qué resultados debería generar este enorme gasto para poder, en su caso, modificarlo o rediseñarlo y tener la seguridad de que se está haciendo un buen uso de los recursos de los mexicanos.
Es difícil esperar mejores resultados en el bienestar de la población cuando se aplica más de lo mismo que no ha dado resultados positivos, especialmente para los segmentos de la población que presentan mayor marginación y que, por décadas, han esperado que se cumplan las promesas de tantos gobiernos que les han asegurado una vida digna.
Los programas sociales son un paliativo, nunca una solución. La pobreza se combate con mejor educación, mayores oportunidades, seguridad y salud para que las personas puedan obtener y desempeñar empleos productivos. Un gobierno exitoso debiera tener como meta que cada vez menos personas necesitaran el apoyo de los programas sociales.
Recordemos que los grandes cambios en la vida de los mexicanos han sido resultado de la lucha del pueblo. Todo lo logrado hasta ahora es producto de la valentía de quienes se han atrevido a exigir resultados, dejando de lado las migajas que se les reparten en forma de apoyos económicos para realmente hacer una transformación.
Considero que es tiempo de que el pueblo se decida a dar una verdadera lucha por una vida mejor. Para ello, es necesario que se organice, se eduque políticamente y forme un verdadero partido que nazca de las entrañas de la sociedad, un partido de obreros, campesinos, amas de casa, deportistas, estudiantes y jornaleros, que estructure un plan con conocimiento científico y aprovechando la rica historia mundial para que en verdad nos lleve a una sociedad más justa y equitativa para todos.
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