Según cifras oficiales, 6,022 hogares potosinos se han vestido de luto por causa de la covid-19, dato trágico que no contabiliza a muchos más que fallecen en casa porque no tienen los recursos económicos para atenderse en hospitales privados, les quitaron el Seguro Popular, y al Insabi, nunca lo conocieron; se registran alrededor de 1,000 contagios y de 12 a 15 decesos diarios, estamos entrando al semáforo rojo y ocupamos el séptimo lugar nacional en contagios. Están falleciendo porque las vacunas son escasas, de mala calidad y se aplican con retraso, sobre todo, mueren porque la producción económica y la comercialización al servicio de los grandes capitalistas, no se detiene. Veamos lo que se percibe en el ambiente.
En la capital potosina existen los mayores índices de contagios y de muertes y, a pesar de que los médicos y enfermeros hacen un gran esfuerzo, los fatales focos de infección siguen siendo las grandes fábricas, las maquiladoras de la industria automotriz, que no dejan de aportar jugosas ganancias a unos cuantos multimillonarios estadounidenses. En esta ciudad, y en Soledad de Graciano Sánchez, los hospitales están repletos y no tendrán capacidad, si la crisis de salud se agudiza.
En el altiplano potosino, el hospital general de Matehuala ya está al tope. Apenas inició la aplicación de la segunda dosis tiempo después de la primera, y con meses de retraso: Pfizer, la estadounidense, soporta un plazo entre dosis de solo 28 días, pues pierde su eficacia, de por sí, ya bastante baja -42%-, ante la variante Delta. En las escuelas no hay condiciones para el regreso a clases, les suspendieron los servicios de luz y agua potable que se pagaban con cuotas de los padres de familia, muchas más fueron vandalizadas.
En la zona media, el hospital general de Rioverde también está al máximo y los centros de salud carecen de medicinas, de material preventivo mínimo, de sanitizantes, de todo; el escaso personal médico que labora debe invertir parte de su salario en su propia protección.
En la huasteca, el IMSS Coplamar de Tamazunchale y el hospital general de Ciudad Valles, están saturados, los enfermos permanecen en sus domicilios y muchos, son jóvenes y niños, poquísimos tienen oxígeno. En las instituciones de todos los niveles, los jefes de familia, los héroes de siempre, firmaron actas de acuerdo e hicieron faena de limpieza previa al regreso a clases, pero no mandarán a sus hijos a una muerte segura, como pretendía el gobierno federal. Continuarán como están, porque estudiar “en línea” tampoco se puede, a falta de computadora e internet.
Los diputados federales antorchistas nos opusimos a la desaparición del Seguro Popular, sabíamos que tal iniciativa del Gobierno federal no estaba debidamente fundamentada, ni estructurada ni presupuestada en beneficio de los mexicanos; sin embargo, los de morena, con su aplanadora, se impusieron.
Votamos en contra de la Ley del Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal del 2019 y 2020, ya que el recurso destinado a la salud, al campo, a la educación, la ciencia y la tecnología, como al de otros muchos rubros importantes, era del todo escaso y orientado a ganar el voto ciudadano, más no para resolver los grandes problemas nacionales. El tiempo nos dio la razón.
Se desprende de lo expuesto que López Obrador no está resolviendo los problemas del país; no solo no ha aplanado la curva, ni detenido la delincuencia y las muertes originadas por ambas causas, sino que, además, infama y calumnia a los mexicanos, ya sean antorchistas o no, sino a todo aquel que se pare enfrente. Este híper presidencialismo es ya un poder absoluto, que debe terminarse para el bien de todos.
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