En los últimos años, desde que la pandemia sacudió lo que hasta el momento conocíamos como cotidianidad, ciertos acontecimientos han dejado de ser tan preocupantes para la sociedad, sin embargo, otros han tomado más importancia de la que merecen. La rapidez con la que hoy se vive ha tapado un hoyo y destapado otro, temas como la inseguridad, la falta de justicia, el mal desarrollo económico, la poca atención en el sector salud, la deficiente calidad educativa, en conjunto, la mala calidad de vida en México parece haber sido cubierta por la manta de la beatitud.
Por lo visto, esto podría ser el pequeño fruto de la cosecha del convencimiento fuertemente sustentada por el gobierno morenista. Luego de haber tenido un gobierno desaprobado, múltiples marchas, impunidad y desigualdad social, la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia con una amplia victoria electoral parecía traer algo de calma a la realidad política del país. Sin embargo, su lúcida propuesta para el cambio en México parece aún no estar vigente. A tres años de tener en el poder político a un gobierno “del pueblo” parece ser que la realidad cada vez se contrapone con mayor intensidad a la ficción que hoy define nuestra historia.
El año 2018 parecía con la llegada de Morena al poder político se convertiría en el ejemplo de la verdadera política, pero desplantes como ese han aumentando con el paso del tiempo. Ejemplos hay de sobra, pero el caso en particular de Puebla con Miguel Barbosa, ha dado mal ejemplo, pero ejemplo finalmente de lo que no debe hacerse cuando pregonar la justicia social, no se trata de rivalidades políticas que se han creado con otros partidos, sino que provienen del seno del mismo gobierno.
Desde la llegada de Miguel Barbosa a la gubernatura de Puebla, el mandatario no ha hecho más que coronar con exclusivas declaraciones como la que dio al perder las elecciones el 1º de julio de 2018: “Yo gané las elecciones, me la robaron, pero Dios los castigó”, haciendo referencia a la gobernadora y al senador fallecidos. Pero, hacer una lista de las veces que la realidad ha superado a la ficción es quedar corta en palabras, pues nadie podría imaginar que esos errores se profundizaron tan pronto y se visualizarán con tanta intensidad, como el resultado que ha colocado al mandatario en el lugar 29 (83.7) en el ranking nacional de desaprobación.
Pero para los poblanos de buena memoria es imposible no reconocer que se trata de los peores días que se viven desde el gobierno de Mario Marín, con un autoritarismo rampante, la compra descarada de la prensa local, el insaciable sentido de autoridad que aumenta con el hostigamiento al sector privado así como a las organizaciones sociales, el caso de la UDLAP, caso de Tadeo, el bebé hallado muerto en el penal del estado, la insensibilidad por la desaparición de mujeres y su declaración de “no todas son reales, la mayoría son encontradas con el novio” o “el coronavirus no le da a los pobres, es una enfermedad de ricos” solo han demostrado la desfachatez y el esfuerzo por engañar a los poblanos.
No es coincidencia que los resultados sean el reflejo del gobernador que hoy se tiene en Puebla, pero se trata pues de un ejemplo del fracaso del morenismo en México, la realidad, la verdad de la situación en la que se encuentran los poblanos es solo una bomba de tiempo para demostrar que las condiciones de las familias no es como se han esforzado en convencernos.
Engañar y ocultar la verdad no hará menos duro el golpe de realidad hacía dónde nos dirigimos, y cómo el término de “El gobierno Invisible de Edward Bernays” quien dijo: “Aquellos que manipulan este elemento invisible de [la democracia moderna] constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder gobernante de nuestro país... Somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar”. El objetivo de este gobierno invisible es conquistar nuestra conciencia política, nuestro sentido del mundo, nuestra capacidad de pensar de forma independiente, de separar la verdad de la mentira.
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