MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Las mentiras de Morena no conocen límites

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Andrés Manuel López Obrador llegó al poder con la promesa de erradicar la corrupción, “No somos iguales”, repetía en cada mitin, en cada entrevista, en cada mañanera. El símbolo de su “pureza” política lo encarnó aquel famoso pañuelo blanco que, con un aire mesiánico, agitaba frente a las cámaras para asegurar que en su gobierno la corrupción ya no existía.

Pero con el paso de los años, esa imagen se ha desmoronado. Hoy es evidente que lo dicho por el presidente fue una mentira, una puesta en escena diseñada para engañar a millones de mexicanos que confiaron en él.

La supuesta lucha contra el huachicol se convirtió en un botín político: contratos amañados, operaciones opacas en Pemex y redes de protección desde dentro de la propia empresa productiva del Estado.

El huachicol, esa práctica criminal de ordeñar ductos y comercializar combustible robado, es la mejor prueba de que Morena no erradicó nada. Por el contrario, lo ha protegido y, en algunos casos, lo ha impulsado con la complicidad de funcionarios morenistas que han convertido el combate al robo de combustibles en un simple espectáculo mediático.

Apenas iniciado el sexenio, López Obrador anunció con bombo y platillo un plan nacional contra el huachicol. Se cerraron ductos, se desplegó al Ejército y se dijo que el país estaba al borde de una crisis, pero que todo era por una buena causa: acabar con las mafias del robo de combustible. La población, esperanzada, aceptó las incomodidades, las largas filas en las gasolineras y el desabasto.

El presidente insistió en que el sacrificio valía la pena porque el país se ahorraría miles de millones de pesos y se cortaría de raíz el saqueo de Pemex. Incluso habló de una “limpieza” histórica en la que su administración marcaría un antes y un después. El pañuelo blanco apareció entonces como símbolo de que la corrupción había terminado.

La gran mentira del pañuelo blanco se confirma al observar cómo varios funcionarios cercanos al partido en el poder han sido señalados por su relación con el huachicol. No se trata de rumores: hay investigaciones, denuncias y evidencias que muestran cómo algunos morenistas han hecho negocios al amparo del combustible robado.

Y no se trata sólo de funcionarios locales, la complicidad alcanza a niveles federales. La supuesta lucha contra el huachicol se convirtió en un botín político: contratos amañados, operaciones opacas en Pemex y redes de protección desde dentro de la propia empresa productiva del Estado. Todo esto mientras el presidente seguía sacudiendo su pañuelo blanco, como si el gesto pudiera borrar la podredumbre.

El combate al huachicol no sólo fue una mentira política, también resultó un desastre económico y social. En su afán de mostrar fuerza, el gobierno cerró ductos y desató un desabasto que golpeó a millones de mexicanos, especialmente en el centro del país. Empresas, transportistas y ciudadanos comunes enfrentaron pérdidas millonarias. El sacrificio, se nos dijo, era necesario.

Lo más indignante de este episodio es el cinismo con que se maneja el discurso oficial. Morena insiste en que no son iguales, en que representan la honestidad frente a la corrupción del pasado. Pero la evidencia muestra lo contrario: son exactamente iguales, sólo que envueltos en una narrativa moralista que pretende ocultar la realidad.

Ante este escenario, la responsabilidad recae en el pueblo mexicano. No podemos seguir creyendo en símbolos huecos ni en promesas que se rompen apenas se encienden las cámaras. La ciudadanía debe entender que Morena no representa la solución, sino la continuidad de un sistema corrupto que se disfraza de “transformación”.

La verdadera transformación sólo será posible cuando la sociedad exija rendición de cuentas real, cuando los funcionarios corruptos, sean del partido que sean, enfrenten la justicia, y cuando la gente deje de depositar toda su fe en un caudillo que promete salvar al país con un pañuelo en la mano.

México necesita un despertar ciudadano que supere las farsas y apueste por un cambio auténtico. El huachicol seguirá existiendo mientras haya complicidad desde el poder. Y ese poder hoy tiene nombre y apellido: Morena.

El episodio del pañuelo blanco pasará a la historia como una de las mentiras más descaradas de un presidente mexicano. López Obrador prometió acabar con la corrupción, pero su gobierno está plagado de casos que demuestran lo contrario. En el tema del huachicol, lo que vimos no fue un combate real, sino un espectáculo diseñado para engañar.

La corrupción no terminó; se recicló bajo nuevas banderas. Morena no representa un cambio, sino una simulación. Y el pueblo mexicano debe entenderlo de una vez por todas: si queremos un país distinto, debemos dejar de creer en farsas y exigir un verdadero rumbo para nuestra nación.

El pañuelo blanco de López Obrador no fue símbolo de pureza. Fue el estandarte de una gran mentira que la historia no perdonará.

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