Pareciera envanecimiento o ingenuidad plantearse este problema, sobre todo si nos quedamos con la creencia de que los grupos de poder, los partidos y los grandes líderes políticos actuales son unas chuchas cuereras en eso de hacer política, dirigir el Estado y ganarse el “apoyo” de la gente. Como dijera mi abuela (QEPD), no le vas a leer las cartas a la gitana.
Pero en realidad, hace falta mucho por escribir en esto de hacer política. Hoy, los políticos parecen no preocuparse por hacerse de un proyecto sólido de estado (o de municipio o de Nación), basado en el conocimiento profundo de la situación real del mismo, de las carencias o problemas existentes y proponerse metas precisas a mediano y largo plazo para lograr lo que todo mundo divide en dos grandes aglomerados: crecimiento y desarrollo, siendo el primero el incremento cuantitativo de la riqueza global del estado, de todos los ciudadanos en conjunto, y el segundo que ese crecimiento se traduzca en mejores condiciones de vida para la gente, que esa riqueza que ahora es mayor se reparta también de una manera más equitativa. Es buscar el “más” y el “mejor” pensando en el bienestar, el progreso general y el avance de nuestro colectivo. Pero no, hoy basta con aparentar lo mejor posible eso, y todo se reduce a lograr mantener una imagen de eficiencia, trabajo, honradez, benevolencia y resultados, para que los ciudadanos a la hora de hacer valer su calidad, en las urnas les brinden su confianza y los lleven al poder con su siempre bienintencionado y esperanzado voto.
Para muchos políticos hechos a esta escuela de la marrullería electoral, les basta y sobra con ingeniárselas para engañar de manera eficiente cada período al electorado y lograr su voto; no saben otra cosa que hacer campaña, viven para hacer campaña, esa es su vida verdadera. Ya estando en el poder, si lo logran, muchos desaprovechan la oportunidad para buscar y lograr ese crecimiento con desarrollo, se olvidan de sus promesas, que solamente eran una simulación para llegar al poder.
No digo que todos los políticos sean así, México no sería la gran nación que es (si con muchas deficiencias e injusticias todavía) si no hubiese tenido más que arribistas y oportunistas por gobernantes, pero soy de la idea de que no somos más como nación debido a que quienes nos han gobernado no han sabido o no han querido usar los instrumentos del poder para desarrollar al país en beneficio de todos. Los mexicanos hemos confiado en los políticos que han prometido transformar a México y ellos nos han fallado o nos han engañado.
No pretendo abundar en ejemplos de una u otra cosa, que sobran, sino en insistir en la siguiente idea: con el poder se puede hacer mucho más, y lo que está haciendo falta son verdaderas ganas de hacerlo. Por eso insisto en que lo que deben hacer quienes tienen la oportunidad de “gobernar” es aprovecharla para lograr esos resultados que tanta falta nos hacen, y si no lo hacen es porque realmente no quisieron y su promesa era engaño. Esos políticos sobreviven gracias a que sobrevive el engaño y su ingenio se reduce a un juego perverso de movimientos políticos para permanecer en el poder que nunca han merecido.
En cambio, los grandes estadistas que han impulsado a nuestra Nación, han quedado en la memoria del pueblo como próceres, como héroes nacionales, ejemplo de virtud para las siguientes generaciones (el marrullero siempre los va a tener como estandarte, pero nunca se va a parecer a ellos) y ese respeto nunca lo van a perder. En resumen, la tarea de los gobernantes es gobernar bien, con resultados, y si lo hacen jamás van a perder el respeto y el apoyo de la gente.
Pero, por el contrario, si sus resultados no los avalan, tarde o temprano, el pueblo se da cuenta y con esa misma contundencia con que llegó al poder se habrá de ganar su lugar en el desprecio o en el olvido de la gente; serán una mancha en los libros de la historia. Tal vez tarde, pero eso es seguro.
Hoy estamos a punto de vivir en muchos puntos del país, y en Campeche también, el inicio de un nuevo gobierno que asciende al poder gracias a esto precisamente: supieron ganarse la esperanza de la gente. Sean quienes sean y del partido que sean, tendrán la oportunidad de mostrar su verdadera naturaleza, estatura e intenciones, eso nadie se los va a quitar. Tienen carta abierta, para hacerlo y sería un atrevimiento innecesario adelantar pronósticos, pero, no nos engañemos, los milagros no existen e independientemente de quienes son en cada caso, son lo que son y nada va a cambiar en cuanto tomen el poder; ya lo han tenido, ya demostraron lo que son, y no va a ser diferente en esta nueva oportunidad, por muchas promesas que hayan hecho, pues, repito, los milagros no existen en política. Pero la oportunidad nadie se las va a quitar, sino ellos mismos.
¿Y los que se van?... igual, se van con el prestigio y credenciales de sus resultados, si los tuvieron, si hicieron bien las cosas y la gente lo sintió en su día a día, si cumplieron sus compromisos, o no. Los políticos que hoy pierden el poder no son como los expresidentes, que abandonan definitivamente la vida política y se dedican a vivir de sus puestos en empresa privadas o de sus jugosas rentas para nunca más aparecer en política, como si ya hubiesen alcanzado la meta máxima después de la cual no hay más… ¿y el país?, ¿y el estado?, ¿y la gente? Ahí es donde se ve que solamente medraron con el poder.
En cambio, el verdadero estadista, el auténtico humanista, el nacionalista, jamás deja de pensar en su país ni en el modo de ayudarlo. Para ellos no existe la muerte política, su compromiso no es de trienio o sexenio, sino de toda la vida. Los que están por irse deberían preguntarse seriamente si creen que hicieron bien las cosas y si creen que merecen nuevas oportunidades para seguir actuando en el crecimiento y desarrollo del país o del estado o del municipio y si pueden aspirar o no, o más bien si merecen aspirar o no a mejores y más elevadas oportunidades. No deberían olvidar que el pueblo es el que nunca olvida.
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