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Los murmullos detectados del universo en expansión

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Hace ya casi 5 años que el premio nobel de física, otorgado por la academia sueca, fue para tres científicos que han hecho aportaciones al estudio de las ondas gravitacionales. Ellos son los físicos teóricos Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne. 

El primero de ellos inventó la técnica de interferometría láser para detectar las ondas; el segundo, es líder del proyecto LIGO, observatorio pionero ubicado en los Estados Unidos (EE. UU.) que cuenta con dos detectores gemelos; y, el tercero, aportó los conocimientos matemáticos para interpretar las señales captadas por los detectores.

Así, después de varios años de espera y de mejora de la técnica en detección de ondas, la primera observación registrada por el LIGO fue el 14 de septiembre de 2015, tal observación se refiere a la fusión de dos hoyos negros con masas superiores, entre 29 y 39 veces, a la del sol, cuyo evento sucedió hace unos 1, 300 millones de años (Science, febrero de 2016). A partir de entonces son ya varios los registros de ondas que están en proceso de análisis e interpretación, lo que seguramente arrojará luz sobre los confines del universo.

¿Cuál es la importancia y trascendencia de estas investigaciones? En principio las ondas gravitacionales son deformaciones del espacio-tiempo, es decir, son cambios en la estructura del universo y se deben a la energía liberada por grandes masas celestes como el choque de dos agujeros negros, de estrellas binarias o bien explosiones de supernovas. Una manera gráfica de apreciar estas deformaciones es imaginar una cama elástica sobre la cual se pone una esfera muy pesada, y de inmediato lo que se percibiría es el hundimiento de la superficie, ese cambio en el espacio lineal es producto de la masa de la esfera; si se tratara de una esfera liviana, se mantendría la superficie en forma lineal y no pasaría lo descrito.  

Es sabido que A. Einstein, hace ya más de cien años, llamó la atención de la comunidad científica y predijo la existencia de tales ondas, cuando expuso su teoría de la relatividad general, una nueva interpretación de la fuerza de gravedad sobre la base de la velocidad constante de la luz. Entre otras cosas señaló que a grandes velocidades cercanas a la de la luz y en cuerpos de masas gigantes, el campo gravitatorio es mayor; es decir, aumenta proporcionalmente el poder de atracción en todo el espacio que rodea al cuerpo en cuestión. 

De esa hipótesis Einstein sacó la predicción de posibles choques entre cuerpos de enorme masa en movimiento, en el espacio intergaláctico, cuyo resultado sería la emisión de grandes cantidades de energía o sea de ondas gravitacionales. Y precisamente esas ondas son las deformadoras del espacio-tiempo, de nuevos pliegues en la estructura del universo.

Más allá de las ondas mecánicas y electromagnéticas, con la detección de las ondas gravitacionales se abre una nueva ventana para ver el universo, conocer mejor su naturaleza, origen y desarrollo. La gran ventaja de estas ondas es que no las absorben los cuerpos por las que pasan y así es como nos podemos remontar a millones de años atrás, y conocer la formación de cuerpos celestes o la destrucción de otros, fenómenos ya acontecidos pero que, por la lejanía de nuestra galaxia, apenas hoy nos llegan las señales de dichos eventos.

La nueva astronomía de ondas gravitacionales está llamada a explorar y explicar algunos de los grandes misterios vigentes en la física: la naturaleza de los hoyos negros, el alcance y límite de la relatividad general, el comportamiento de la materia a temperaturas extremas y presión en las estrellas, sobre todo aquellas formadas de neutrones y en las supernovas. En fin, todo un mundo por explorar en los intersticios del universo, desde ahí nos llegan ya los primeros murmullos detectados en clave gravitacional.

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