El infierno que vive la franja de Gaza y en general el pueblo palestino, no es de apenas hace unas semanas y no es, por solo eso, una “respuesta proporcional” al ataque que perpetró el grupo armado extremista Hamás el pasado sábado 7 de octubre, sino que es la continuidad de un conflicto en el que una nación invasora, moderna y fuertemente armada, despoja y desplaza a un pueblo desarmado ante la mirada impotente del mundo entero, pero sí existe el peligro de que, según las declaraciones del Gobierno de Binyamin Netanyahu, pretenderían que fuera la solución final, y arrasar completa y definitivamente con el pueblo palestino.
Aunque recientemente se haya radicalizado, ya son 75 años desde el final de la Segunda Guerra mundial, cuando la cúpula de líderes sionistas implementó sus pretensiones de crear un “estado judío”. El sionismo es una ideología y un movimiento político nacionalista que propuso el establecimiento de un “Estado para el pueblo judío”, ? en la antigua Tierra de Israel.?? Dicho movimiento fue el promotor y responsable en gran medida de la fundación del Estado de Israel. Así, el sionismo es distinto tanto al judaísmo como a los mismos israelíes.
Para lograr la creación de su estado, este movimiento tenía de desplazar al pueblo palestino que ya está habitando esas tierras que “les prometió dios”, por lo que, amparados en su carácter de víctimas del holocausto y el intento de exterminio por parte de otro movimiento nacionalista, el nazismo alemán, no encontraron oposición sólida en su invasión y han ido despojando cada vez más a los palestinos de sus tierras y creando ese estado judío.
Un “estado judío” no es ni puede ser una democracia al modo como la conocemos, es decir una nación para todos los ciudadanos, sino un sistema de privilegios y de apartheid en el que solamente los judíos, en este caso, son ciudadanos y tienen derechos. Así sucedió, por ejemplo, con la vieja democracia romana, en la que eran ciudadanos con derechos políticos solamente los miembros de las gens originarias, mientras que los demás pobladores de las ciudades no eran ciudadanos ni tenían ningún derecho político. Era la democracia para los amos y la esclavitud para el pueblo.
El símil no es audaz, pues está conocido y documentado que los palestinos no tienen derechos en su propia tierra, que no son “ciudadanos” y ni siquiera humanos (son animales humanos, dijo el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant), son solamente carne de producción y como tal son tratados, casi como esclavos modernos en su propia tierra.
De esta manera. Y después de muchas otras acciones bélicas, con matanzas de miles de palestinos en cada ocasión, hoy el pueblo de palestina está reducido al hacinamiento en puntos aislados y discontinuos en lo que se llama Cisjordania y en la franja de Gaza, que se ha designado como la cárcel al aire libre más grande del mundo, solo tiene una superficie de 365 kilómetros cuadrados (ni la tercera parte de la superficie de la ciudad de México), amurallados y vigilados por militares armados hasta los dientes, en donde viven más de 2.3 millones de palestinos, y en dónde el estado israelí decide qué y quiénes entran o salen y bajo qué condiciones.
Por eso, ha podido ejecutar su inhumana decisión de cortar el suministro de energía eléctrica, agua y combustible, así como los alimentos y todo lo necesario para la vida. Por eso hay quienes han calificado esta campaña de Israel como un asedio similar al que aplicaron los nazis a la ciudad de Leningrado, como declaró el presidente de Rusia Vladimir Putin. La crisis humanitaria es inédita y los crímenes en contra del pueblo (ojo, no en contra de los extremistas de Hamás) es una carnicería criminal que no respeta nada.
Han sido muchos años y muchas ocasiones en las que el ejército israelí ha agredido a los palestinos, bombardeado sus casas, hospitales, escuelas y son muchas las víctimas de civiles, mujeres, niños, ancianos, personal de salud, voluntarios humanitarios, periodistas y demás víctimas inocentes, inconcebibles aún en una guerra, porque hasta la guerra tiene sus reglas.
Pero esta no es una guerra, no se enfrentan dos ejércitos regulares, es una invasión de un ejército poderoso en contra de campesinos, amas de casa y niños. Solo ahora hay una respuesta de una parte radical de los agredidos, de este grupo extremista responde a un inevitable anhelo de justicia del mismo pueblo palestino, a su modo y con armas casi caseras, y que muchos califican de resistencia, aunque otros aseguran que Hamás fue creado y patrocinado por el mismo Netanyahu para dividir al pueblo palestino.
Pero cualquiera que sea la verdad, el intento de arrasar con todo un pueblo, con toda una cultura, se llama genocidio (El genocidio es el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, es considerado como delito internacional). Y así lo ha declarado el Gobierno israelí, cuyos líderes políticos y militares han tildado a la población palestina de la Franja de Gaza de "animales humanos" y han recalcado que "sólo habrá destrucción" tras la ofensiva lanzada el sábado por el Movimiento de Resistencia Islámica: "Queríais un infierno y tendréis un infierno".
Los hechos no han desestimado las declaraciones y hay ya más de 4 mil víctimas entre la población civil después de un brutal bombardeo con toneladas de misiles sobre conjuntos habitacionales, escuelas y hospitales y más de la mitad son mujeres y niños.
La campaña monstruosa y criminal del gobierno de Netanyahu ha provocado la protesta internacional y prácticamente Israel se ha quedado solo, con Estados unidos a su lado, por supuesto, mientras que el mundo entero clama por detener el genocidio, un alto al fuego inmediato y la búsqueda de una solución pacífica al problema, pero al Goliat israelí parece no importarle y se prepara para la invasión terrestre y la solución final, que significa aplastar y desaparecer al pueblo palestino.
Bo lo deberíamos permitir, hay ya unidad internacional para condenar las acciones de Israel y su aliado el Imperio Yanqui y todos los mexicanos debemos entender que es necesario unirnos a la condena y a la exigencia de una solución pacífica. Lo primero es detener la masacre, la hecatombe, la carnicería que representa la acción bélica de Israel.
Y a este ente poderoso y arrogante solamente lo podría detener esa misma unidad de los pueblos del mundo, pero convertida en fuerza que le someta. Hoy la ONU y todos los organizamos internacionales están a prueba, y me parece que no la van a pasar, como no la han pasado en otras ocasiones similares, demostrando así lo que Antorcha Campesina siempre ha sostenido: la guerra y el exterminio solamente las pueden detener los pueblos unidos, organizados y en lucha. Ojalá estemos a tiempo de detener este nuevo Holocausto.
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