Los grupos políticos, religiosos o económicos tienen entre sus objetivos principales el control de la masa, que es más fácil que el control del individuo. La manipulación comienza por una relación emocional, un estado en el que parece que se comparten ideas políticas, religiosa, intereses culturales, económicos o sociales. En esta relación de manipulación, existen tres partes principales: la parte activa (manipulador), la parte pasiva (la masa) y el medio.
No todos los ambientes son propicios para ejercer la manipulación y lograr los objetivos propuestos, por lo que la psicología de masas tiene en consideración que el individuo es de naturaleza social, que tiene tendencia a reproducir las acciones del resto del grupo y es débil ante una idea o situación dominante. Por ello, la función básica de los medios de comunicación es desarrollar falsas necesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones que convierten al individuo en esclavo del consumo y la pasividad política.
El sistema liberal, que gobierna gran parte de Occidente, asumió en el pasado la idea religiosa del libre albedrío porque, entre otras cuestiones, de lo contrario habría sido absurdo siquiera, plantear la implementación de sistemas democráticos. ¿Para qué votar si no somos libres? Un mito esencial para construir un sistema que no pretendía que todos los ciudadanos pudieran elegir, sino que uno dejara de hacerlo.
Pero, si hasta hace unos siglos ser libre era una quimera, en las últimas décadas la cuestión no ha gravitado tanto alrededor de la amenaza de la libertad individual como de la esclavitud colectiva. Una esclavitud masiva íntimamente relacionada con las redes sociales y, por tanto, con las empresas tecnológicas capaces de hackearnos el cerebro y conducirnos allá donde desean.
Estas empresas tecnológicas como Facebook, WhatsApp, Instagram, Google y YouTube saben cómo controlarnos, no solo con fines mercantiles, sino también políticos, ya que poseen cientos de millones de usuarios al día fácilmente manipulables. Por ejemplo, basta con realizar una búsqueda en Google, Facebook o YouTube sobre un tipo de comida, zapatos, coches o libros para que los siguientes anuncios tengan esta temática. Pero también basta que conozcan nuestros gustos, miedos y debilidades para que nos envíen las noticias falsas que nos conduzcan a votar a un candidato determinado. Un candidato que, convertido en presidente, decidirá los impuestos que deben pagar y la legislación a la que deben someterse.
Pero ahora, las grandes empresas tecnológicas quieren llevar esta manipulación al extremo, de tal manera que puedan meterse, literalmente, en la mente de los individuos como propone el nuevo proyecto de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook.
Este nuevo proyecto, llamado “metaverso” que se presenta como un gran paso hacia la realidad virtual es, en el fondo, un paso más en el control de masas mediante el hackeo de miles de millones de mentes.
Entonces ¿Es la comunicación un bien común, un servicio público, el derecho de cada uno y cada una a expresarse y crear sentidos comunes con otros? ¿O es simplemente un negocio para grandes grupos mediáticos y una forma de control de los significados y sentidos de la existencia?
No cabe duda que las técnicas del control de masas han evolucionado, pero no son muy distintas a las empleadas por antiguos regímenes fascistas para la manipulación de los individuos masificados haciendo ver al disidente que él es la minoría en un entorno estratégicamente controlado por los elementos manipuladores.
Por ahora, la única forma de ampliar la libertad de opciones personales y colectivas, es limitar políticamente la expansión de conglomerados mediáticos, potenciar medios comunitarios y públicos y crear conciencia de la función de la comunicación como derecho humano inalienable a través de una masiva alfabetización mediática.
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