Se sabe que el ser humano tiende a obedecer y hacer lo que otros dicen, considerando que son personas más sabias, más fuertes, que conocen el entorno y, por tanto, lo que ordenan es lo que se debe hacer sin contradecir. Este hecho ha ocurrido desde siempre; la influencia de unos sobre otros la vemos registrada en los libros de historia, solo que aún no se le daba un nombre ni se había considerado analizarlo de fondo y hacer de esto una técnica que sirviera a los poderosos, dueños del capital, para manipular a las grandes masas, diciéndoles qué hacer, qué comer, qué escuchar, qué vestir, cómo hablar, cómo comportarse, cuándo callar, cuándo hablar, por quién votar, y todo esto de una manera imperceptible, como una fórmula mágica.
Así nace el marketing, la mercadotecnia, entre los años 1906 y 1911, según estudiosos de la materia; para algunos una ciencia, para otros un arte de manipular para beneficio propio.
Desde su aparición, el marketing o mercadotecnia ha servido para posicionar productos en la mente de los consumidores, creándoles necesidades que, en muchas ocasiones, no son básicas, pero les venden la idea de que si no tienen tal o cual producto no están a la moda, no están al día con las nuevas tendencias y, por tanto, no pertenecen a tal o cual grupo.
En política es lo mismo, los partidos existentes tratan de venderle al pueblo un producto que, en este caso, es un candidato o candidata, resaltando sus cualidades como la belleza, valores familiares, estudios, origen, etcétera. Ya no se habla de propuestas como, por ejemplo, cómo sacar al municipio, estado o país adelante, cómo solucionar los problemas de agua, luz, vivienda, servicios públicos, desempleo, bajos salarios, migración, apoyo al campo, seguridad, salud, educación, vías de comunicación, delincuencia, es decir, ya no llegan al cargo con una propuesta sólida de mejora; llegan como un producto que supo venderse y el pueblo los compró con su voto.
Lastimosamente, el no analizar esta situación, que como ya dije, se da de manera imperceptible, le sale muy caro al pueblo, pues a la hora de pedir resultados al presidente municipal, gobernador y presidente de la república elegidos, se topan con la triste realidad de que no saben qué hacer ante tanto problema social. Y la culpa no es de quien esté ocupando la silla de gobierno; la culpa es de quienes eligieron tener a tal o cual personaje para que dirigiera el destino de la demarcación. Ante este desatino del pueblo, al pedir agua, reciben golpes de la policía; al pedir seguridad, reciben chistes del presidente.
Así pasó con las maravillosas promesas del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, conocedor del poder de la manipulación. Él le vendió la idea al pueblo de que a su llegada a Palacio Nacional la gasolina iba a costar diez pesos, que el sistema de salud iba a ser como el de Dinamarca, que los mafiosos iban a dejar sus armas por tractores, que el ejército iba a salir de las calles, que la educación iba a ser mejor… pero nada de eso se cumplió. Solo fue decirle al pueblo lo que quería escuchar.
Se acercan las elecciones del 2024 y las dos aspirantes a suceder a Obrador ya comienzan a usar el marketing para ganar adeptos, es decir, votos. Se visten con trajes típicos, comen tacos en la calle, abrazan a los niños y personas de la tercera edad, hacen promesas sin un análisis científico de si las van a poder cumplir o no, se ensucian los zapatos, es decir, se quieren meter a como dé lugar en la mente del pueblo, quieren seguir la vieja receta, pero los tiempos ya no son los mismos de antes. Ahora hay más información al alcance de las mayorías, ahora el pueblo está más informado y sabrá por quién votar.
El 2024, año electoral, es la definición de un pueblo que ya aprendió la lección o va a seguir siendo manipulado, empobrecido, despreciado, secuestrado, asesinado, calumniado. Eso lo decidirá el pueblo llegado el momento.
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