MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

México necesita un cambio de rumbo 

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Supuestamente, en cualquier país del planeta con democracia parlamentaria como el nuestro, el gobierno con sus diferentes instituciones está única y exclusivamente para servir al pueblo, que para eso fue elegido. En el caso de México, el régimen de la “Cuarta Transformación” del presidente López Obrador, jura y perjura, que se desvive hasta el sacrificio junto con sus principales colaboradores por hacer de los 126 millones de seres vivos del suelo patrio gentes felices y, de pilón, generosas y solidarias. Ésta es la tónica de todo lo que irradia desde el Poder Ejecutivo el hombre que controla a los miembros de su gabinete, a la mayoría de representantes populares en el poder legislativo del país, al mismo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y cuando tomen posesión los recién electos, tendrá bajo su control también a la mayoría de los gobernadores de la República.  

Se diría que, con ese enorme poder que tiene, obtenido por su triunfo en las elecciones de 2018, las impresionantes promesas que hizo en campaña, las altas perspectivas de mejoría real que los votantes vieron en él, un mundo nuevo se abriría a los mexicanos con el nuevo gobierno. Han transcurrido casi tres años de aquellos días, la mitad de su mandato, y ya hasta nos dio a conocer la lista de sus posibles sucesores en el poder máximo del país, tranquilamente, satisfecho por la obra realizada, por supuesto un México distinto al real, pero en su opinión el país está bien enrumbado en los caminos de la felicidad, de la satisfacción con sus resultados y forma de gobernar. El presidente afirma una y otra vez que los graves y tercos problemas que tenemos los mexicanos tienen apreciables avances de solución, algunos incluso ya resueltos; puede exclamar a gusto que ha cumplido, que vamos bien. Que ha disminuido el número de pobres, nuestro ancestral problema; que la inseguridad causada por el crimen organizado esta notablemente retrocediendo; en materia de salud, que nos acercamos como dijo en campaña a los niveles de Suecia, de Dinamarca.  

Para desgracia de todos de los creídos e incrédulos, el sueño terminó, y las cosas empeoraron y siguen con este cariz a un ritmo acelerado que parece no tener fin. Por errores sorprendentes del presidente y su equipo, la economía se desplomó en el primer año de su gobierno hasta llegar prácticamente a cero; el año pasado con la pandemia, el decrecimiento, la caída, alcanzó con números negativos por arriba de los ocho puntos porcentuales, estamos entre los países que más decrecieron, por el derrumbe de sus economías. En salud, retrocedimos a tiempos de antes de la Revolución; ello lo denuncian por sí solos los más de 350 mil muertes relacionadas con la covid-19 reconocidas por las autoridades, aunque el cálculo científico, supera con creces el medio millón de víctimas mortales por la pandemia en México; otro tanto podemos decir sobre los medicamentos para niños con cáncer o para adultos con graves enfermedades, simplemente no hay porque el gobierno descuidó criminalmente el abasto.  

El otro problema grave en nuestro país, la delincuencia organizada, en todas sus actividades sigue desatada, incontrolable y engullendo vastos territorios de la nación donde se enseñorea. Los asesinatos y descuartizados son diarios, ora, toda una familia con bebé incluido, o doctoras y doctores en Zacatecas y Chiapas, en Reynosa, Tamaulipas, los sicarios matan cazando a ciudadanos pacíficos “para calentar la plaza”, dicen los delincuentes; hace escasos días asesinaron en su domicilio en Guaymas, Sonora, a la joven señora Aranza, madre de familia y esposa de un desaparecido, por la firmeza de no cejar en la búsqueda de su marido, los asesinados y desaparecidos dejan sumidos en dolor insufrible a sus familiares. Son cotidianos los bloqueos de poblaciones enteras en Michoacán con enfrentamientos a tiros entre bandas delincuenciales. Estos son nuestros días, de igual en peor, espectadores con rabia e impotencia de la incapacidad del gobierno de la 4T y del presidente, responsables de proteger a lo más sagrado que es la vida humana en este sufrido y golpeado país.  

Y, para que no protestemos ante el desastre nacional que nos ha traído el presidente con sus terribles equivocaciones, López Obrador persiste en la eterna letanía de su “combate a la corrupción” haciendo teatro con sus berrinches reales o fingidos, y continuando terca y cínicamente su embestida y acoso contra el Instituto Nacional Electoral, organismo autónomo que es el baluarte de los mexicanos en la libertad de votar sin la sujeción y fraude del gobierno en cualquier época. ¿Qué se pretende con “la consulta para enjuiciar a los ex presidentes”? es evidente que sólo es un pretexto más para desviar la atención de los mexicanos para que no se ocupen de los verdaderos problemas que tiene nuestro país. Pues para aplicar la ley y enjuiciar a los expresidentes no se necesita hacer tanto circo, simplemente se debe aplicar la ley y listo.  Si no queremos ser parte de los ingenuos que le siguen el juego a López Obrador, no debemos prestarnos a dicha consulta.  

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