Los medios de comunicación dan cuenta todos los días de la tragedia que viven los guerrenses que fueron golpeados por el huracán Otis, en particular, lo que ocurre en Acapulco, donde se prioriza la zona turística, pero no las colonias populares donde viven los sectores más pobres. Sin proponérselo, Otis, puso en evidencia la terrible pobreza y desigualdad en la que viven los habitantes de Guerrero.
Apenas en agosto pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reportó que Guerrero es la segunda entidad con mayor pobreza, apenas superado por Chiapas, y que el 60 por ciento de su población, es decir, dos millones 173 mil personas viven en pobreza, y que poco más de 800 mil padecen pobreza extrema, sin ingreso suficiente para comer lo mínimo indispensable, todo esto, a pesar de que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador asegura que Guerrero, es el Estado con el mayor número de beneficiarios de los “programas del bienestar”, implementados durante su administración, lo que pone de manifiesto que dichos programas sirven más para obtener votos y alimentar la popularidad del mandatario, que para acabar con la pobreza y la desigualdad.
A la devastación, ahora se suman, el hambre, las enfermedades, la falta de vivienda, de trabajo y de prácticamente todos los servicios. Esto a pesar de las grandilocuentes declaraciones diarias del presidente López Obrador, en el sentido de que el desastre provocado por el huracán Otis, se está atendiendo, y la ayuda está llegando a toda la gente. Sin embargo, es cosa de todos los días escuchar y ver el llamado de gentes que piden ayuda, porque a sus colonias o comunidades no ha llegado nadie y la ayuda menos. La gente pide agua, arroz, frijoles, algo que llevarse a la boca junto con su familia. Hemos visto y escuchado exclamaciones de ayuda que verdaderamente conmueven por lo delicado de la situación y todavía así, se escamotean los recursos para atender esas necesidades.
En un minucioso, realista y sensible artículo escrito por el Ing. Omar Carreón Abud, líder del antorchismo michoacano, publicado el 29 de octubre en sus redes sociales, decía: “Denuncio ante todos los pobres del país y los hombres y las mujeres buenas, la burda embestida de prensa que asegura que “ya salieron” que “ya van para allá” las despensas que van a resolver los problemas en Acapulco. Nada efectivo está operando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, por atender y resolver el inmenso, increíble sufrimiento de los trabajadores de Acapulco y sus alrededores. ¡Alerta! Cuidado con las declaraciones analgésicas del presidente y sus empleados. No a la burla”. Eso decimos muchos.
Y como si la situación no lo ameritara, el viernes 3 de noviembre la Coordinación Nacional de Protección Civil corrigió la declaratoria de desastre natural emitida un día anterior por parte de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana para 47 municipios de Guerrero afectados, dejando únicamente dos: Acapulco y Coyuca de Benítez, a fin de acceder a recursos para la reconstrucción de los daños sufridos en las viviendas y la infraestructura pública; estos fueron eliminados, pese a que estaban considerados con afectaciones por la lluvia severa y los vientos fuertes registrados en la zona el 24 de octubre, así como por las inundaciones del 25.
Cabe preguntarse, ¿qué pasará con esas familias que requieren de la ayuda del gobierno para enfrentar el desastre ocasionado por Otis? Y hablamos de las familias humildes que perdieron todo con el huracán, porque el apoyo que recibirán los grandes inversionistas y dueños de los grandes e importantes negocios de la zona hotelera, ya se habla de lo que vendrá, empezando por ellos mismos, que tienen negocios asegurados o bien cuentan con los medios económicos para hacerlo, pero insisto, ¿y los que trabajaban y apenas ganaban para mal comer y que vivían en modestas viviendas que quedaron destrozadas o inhabilitadas y que no tienen recursos para hacer una rápidamente?
Y aquí, no se trata de hablar mal del gobierno o de hacer politiquería como suele decir el Presidente de la República cuando alguien se atreve a disentir o expresar ideas contrarias al de su gobierno, sino de poner de manifiesto lo que verdaderamente está ocurriendo, dichos y hechos que sostienen quienes ahí viven y siguen padeciendo por la falta de ayuda.
Pero la rebatinga oficial no ha parado ahí, tristemente, los mexicanos fuimos testigos de las discusiones y empujones que establecieron entre los diputados en el Congreso de la Unión, precisamente para que en el Presupuesto de Egresos del próximo año, se contemplaran recursos suficientes para restablecer la vida económica y social en los municipios afectados; pero ni por eso los diputados de Morena y partidos aliados cediero, al contrario, como se ha hecho costumbre, utilizaron su mayoría en el Congreso, para sacar a pie juntillas las propuestas del Ejecutivo, así que no más recursos para los damnificados de Guerrero. Y el circo oficial sigue.
En su conferencia “mañanera” del 08 de noviembre, el Presidente anunció que en Acapulco se va a invertir como nunca y sin deuda, que se entregarán tres millones de canastas básicas que contendrán 24 productos, además de enseres electrodomésticos a 250 mil familias damnificadas, mismas que recibirán apoyos para mejorar y construir sus viviendas, ¿cuánto?, habrá que preguntar ¿35, 60 mil pesos? Con eso, las familias no podrán reconstruir sus hogares, salvo que las hagan de madera y lámina.
Parece que igual que la pandemia por Covid-19, esa que mató a más de 380 mil mexicanos, según las estadísticas oficiales, ahora el huracán Otis le cayó al gobierno de López obrador, como anillo al dedo, porque con toda seguridad, en Guerrero, Morena usará los apoyos para ganar simpatías electorales.
La reconstrucción de Acapulco tras el paso del huracán Otis y ya no se diga de los municipios aledaños, no será posible con los 61 mil 313 millones que la Federación pretende destinar a este fin, es apenas una gota en un mar de necesidad y un analgésico con fines electorales, ya que no adopta medidas de fondo para revertir el empobrecimiento de los guerrerenses y el declive económico y social de Acapulco acelerados por el huracán, por lo que seguramente crecerán los sufrimientos, la pobreza, la migración, la miseria y la violencia en esos lugares dañados; donde por lo pronto, se anuncia que 336 escuelas fueron afectadas y que no existen condiciones para el regreso a clases de 125 mil 531 estudiantes, además de que en los hospitales existen enormes daños a la infraestructura y no hay medicamentos.
Para resarcir el desastre se necesitan entre 270 y 300 mil millones de pesos, dicen los expertos, un monto que no se atenderá, y dónde como siempre en este tipo de fenómenos naturales, los más afectados son los pobres, los trabajadores que viven en las periferias que no importan para el turismo, los que siempre se ignoran, los olvidados de siempre.
Finalmente, quiero destacar la participación solidaria de los mexicanos en este tipo de desastres naturales, como siempre, prestos a tender su mano generosa para ayudar a los damnificados. Hemos visto a mexicanos muy pobres y necesitados, entre ellos los antorchistas, que organizan centros de acopio para recabar apoyos y llevarlos a Guerrero, que establecen comedores populares, reparten agua, ropa, medicinas o productos de aseo.
Indudablemente eso es temporal, pero ayuda a saciar el hambre, la sed, las necesidades más elementales del momento, y sobre todo, revelan el inmenso amor del pueblo mexicano a los dolores de sus hermanos en desgracia. Lo fuerte y principal, queda en manos del gobierno, un gobierno que se dice de los pobres, pero que queda debiendo mucho a los guerrenses en desgracia. Por eso, tener un gobierno sensible y comprometido con todos los mexicanos y construir una sociedad sin pobreza, justa, con riqueza compartida, es una tarea pendiente y cada vez más urgente para los mexicanos.
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