MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Nos robaron el fútbol

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Hace algunas semanas, aun cuando la Copa América no conocía a su campeón, un loco, que aun en su locura se mostraba más brillante que los genios más lúcidos, se atrevió a decir varias verdades, de esas que son muy poco usuales de decir en el deporte, pero verdades al fin: a los pobres les robaron el fútbol.

“El fútbol es propiedad popular. Los pobres tienen muy poca capacidad de acceso a la felicidad, no disponen de dinero para comprar la felicidad. Ese fútbol, que era gratuito, y que es una de las pocas cosas que los más pobres mantenían, ya no lo tienen más”, dijo aquél loco.

 La comercialización ha llevado a una pérdida de la esencia popular del fútbol, que solía ser un deporte accesible para todos, independientemente de su situación económica.

Las palabras antes mencionadas le corresponden a Marcelo Bielsa, Director Técnico de la Selección de fútbol de Uruguay. El argentino, también apodado como “El Loco”, mostró ante todo el continente su valor como formador deportista profesional y llevó a las semifinales una de las mejores escuadras uruguayas de la última década, ¿pero de qué hubiera servido una copa vacía? Bielsa antes que tomar aquella brillante copa, primero decidió mejor derramar la verdad y salpicar con ella a propios y extraños. El fútbol, ese que tantas alegrías le ha regalado a la gente de nuestro continente ya no le pertenece más.

El fútbol, como bien señala Bielsa, era una de las pocas formas de entretenimiento y felicidad a las que los pobres podían acceder sin costo, y en su planteamiento podemos diseccionar varias capas.

El primero es que, con el tiempo, el fútbol se ha comercializado a niveles astronómicos, y los altos costos asociados con asistir a partidos, comprar mercancía y acceder a entrenamientos o contenido exclusivo han hecho que este deporte sea menos accesible para las personas de bajos recursos.

Las ligas mundiales son plenamente conscientes de ello, siendo las que más generan recursos: la Premiere League de Inglaterra, Bundesliga de Alemania y La Liga de España, acumulando solo entre estas tres, 10.3 mil millones de dólares al año.

Por su parte, el modelo europeo ha sido replicado en América, elevando los costos de los precios de jugadores y por consiguiente en el resto de mercancía desprendida de las ligas nacionales. En América, las ligas con mayor generación de recursos son la brasileña y la mexicana, ambas sumando mil 555 millones de dólares cada año.

“El Loco” también señaló que la venta temprana de jóvenes talentos a clubes europeos ha contribuido a esta situación, ya que los equipos locales ya no pueden disfrutar de sus estrellas por mucho tiempo antes de que se vayan a ligas más lucrativas. La comercialización ha llevado a una pérdida de la esencia popular del fútbol, que solía ser un deporte accesible para todos, independientemente de su situación económica.

En el caso mexicano, la afirmación de Bielsa pareciera no tener el mismo sentido en todas sus palabras, pues al contrario de lo que pasa en el resto de ligas latinoamericanas, en México hay un caldo de cultivo para los buenos salarios, pero no hay un alto nivel futbolístico, sino una industria controlada por unas cuantas marcas y medios de comunicación, y amañada para retener a todos los jóvenes talentos, atados al país con salarios jugosos pero sin dejarlos competir en ligas con un mejor nivel.

Pero en la conclusión, se coincide totalmente. Las ligas populares de México han sido completamente olvidadas, el deporte amateur ha sido relegado al olvido, tal es el caso, de que pese al bajísimo nivel del fútbol de la primera división mexicana, se ha eliminado la liga de ascenso, y con ello la dinámica que forzaba a los equipos de primera línea a competir y no ser el último lugar en las tablas de competencia ante el inminente riesgo de caer en el descenso, y el caso contrario en las ligas de ascenso, al forzarse a mostrar un mejor nivel de competencia.

Es imposible que las jóvenes canteras de los pueblos y municipios de México compitan en reflectores y preparación a quienes se dedican de tiempo completo al deporte y tienen una carrera auspiciada por una industria televisiva o marca famosa.

No hay que ir tan lejos y recordar el caso del histórico marchista chimalhuacano, Noé Hernández, quien fue privado de su sueño de entrar a un equipo profesional de fútbol por no poder pagar las chantajistas cuotas de los clubes nacionales, pero a cambio, logró entregar una de las pocas medallas olímpicas que nuestro país ha recibido en su historia.

Quisiera cerrar con la idea de que ningún deporte en nuestro país está en condiciones de florecer bajo los estándares de mercado a los que estamos sujetos. Pero hablando del fútbol como “la cosa más importante de lo menos importante” para los mexicanos, no podemos seguir por las ramas y en las discusiones superficiales exigiendo resultados a deportistas sin remover o criticar las grandes cadenas que atan su desarrollo.

Para cambiar al fútbol, hay que cambiar el modelo económico.

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