MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¡Pido justicia!

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La descomposición social, en México y el mundo, se encuentra en un constante bucle que cada día crece y se agrava. La descomposición, como consecuencia de un sistema, el sistema capitalista, cuyo único fin es generar y acrecentar día con día las ganancias de los grandes magnates, le ha comenzado a robar la humanidad a toda la sociedad; hemos llegado a un punto en el que las situaciones que antes pudieran parecer indignantes y desgarradoras, hoy pasan a penas desapercibidas y poca o a veces hasta nula importancia se les da.

En días recientes, con profundo dolor, nos enteramos del brutal asesinato de Conrado Hernández y Mercedes Martínez, ambos miembros del Comité Estatal antorchista y líderes populares del estado de Guerrero, pero también, algo que indigna todavía más es que, junto con ellos, le fue arrebata la vida a su pequeño hijo de tan solo seis años, quien fue asfixiado.

Han pasado ya, al momento de escribir estas líneas, 10 días desde que asesinaron a nuestros compañeros, y el punto de rabia e indignación en el que nos encontramos no ha disminuido, todo lo contrario, va en aumento, pues no hemos podido llegar a entender quién o quiénes pudieron ser tan brutales como para arrebatarles la vida con tanta violencia, primero a dos luchadores que desde jóvenes decidieron entregar su vida a buscar una mejor patria para todos los mexicanos, pero peor aún, que se hayan atrevido a apagar la luz de un pequeño inocente que lo que ofrecía a la vida era su carisma y una gran sonrisa que alegraba todo.

Hoy somos los antorchistas de todo el país los que sufrimos este ataque, pero no somos los primeros ni mucho menos los últimos; mañana o pasado, podría ser alguien más y precisamente eso es lo que debería generar la unión e indignación entre todos los mexicanos; no podemos, de ninguna manera, seguir acostumbrándonos a ver y a vivir este tipo de situaciones, no se puede culpar solo al incremento de la ola de violencia, pues la causa principal, es la injusta distribución de la riqueza, generadora de todos los males sociales.

Desafortunadamente, el poco interés que los gobernantes han puesto para dar solución a las causas de esta problemática, ha obligado, en la práctica, a millones de mexicanos a sobreponerse y a aprender a vivir en circunstancias inhumanas, que aunque siguen siendo difíciles de ver y muchas veces desgarradoras, ya no son extrañas ni sorprenden, pues se han generalizado tanto que han pasado a ser algo común dentro en nuestra sociedad; cada vez es más normal ver gente, y cada día en mayor número, pidiendo limosna por las calles o en los centros históricos de muchas ciudades, o a muchos niños en los semáforos lanzando pelotitas, o ver cómo los periódicos y medios de información se saturan de noticias sobre asesinatos o muertos abandonados.

Recientemente, también, los medios de comunicación dieron a conocer que al menos 150 habitantes del municipio de Santa Rita Tlahuapan lincharon y quemaron vivo a un hombre, ¿su delito?, haber robado dos brócolis para satisfacer su hambre. Nuevamente, pues, salta a la vista la sociedad que comienza a volverse insensible y hasta violenta ante las carencias de la gran mayoría.

Amable lector, espero no pecar de imprudencia y que mi atrevimiento no sea tanto, pero creo que es necesario que entendamos que mientras sigamos viviendo en una sociedad dividida en clases, y mientras la repartición de la riqueza siga siendo tan injusta y siga matando a miles y miles de mexicanos por hambre, enfermedad, o por el hecho de no seguir malviviendo en este país, o peor aún, de luchar para que toda la situación de miseria y hambre cambien la situación, seguirá siendo la misma.

Pero, además, quedará más que evidente, nuevamente, que las palabra de Marx, aquel cuyas ideas desentrañaron el monstruo que es realmente el capitalismo, no han perdido vigencia: si las circunstancias del hombre son inhumanas, el hombre se volverá inhumano. Urge, pues, un cambio verdadero que garantice y brinde a los mexicanos condiciones humanas para poder desarrollarse humanamente.

No quiero terminar este escrito sin extender mis condolencias a las familias de nuestros compañeros asesinados y también a todo el antorchismo nacional, pues fuimos a quienes Conra y Meche eligieron como familia y compañeros para caminar juntos en busca de un mejor futuro; no duden, ni por un segundo, que aquella bandera que en vida levantaron seguirá siendo sostenida por todos los antorchistas.

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